Luego de una semana decorando mi cuarto con lucecitas navideñas y velas aromáticas de manzana y canela, de recibir a Melina en mi departamento súper agradecida por el regalo, trajo como presente unas roscas navideñas para comerlas junto a una taza de chocolate caliente, no sabía lo inteligente que era esta chica, nunca me había tomado un tiempo para hablar con ella, pero a medida que le trato siento que me cae cada vez mejor.
La despido en la puerta y ella me da un abrazo que me deja inmóvil y sin saber qué hacer, no se me da muy bien eso de recibir afecto, no estoy acostumbrada a los abrazos ni tactos de terceros, pero vino de parte de ella y lo sentí como un abrazo sincero, recibo una llamada inesperada y camino a la mesa para tomar la llamada.
— Si diga.
— ¿Señorita Nieve Vigée Le Brun?
— Eh si soy yo ¿Quién me habla?
— Buenas tardes mi nombre es Luedan St’pier
— Disculpe, no le conozco ¿seguro llama al número indicado?
— Pues dudo mucho que una chica francesa se llame Nieve, solo que por tu color de piel tu madre te llamo de esa manera.
— Mi madre —pongo mi mano sobre mi pecho al escuchar lo que este sujeto a dicho
— ¿y usted quien es y como conoce esas historias mi madre y sobre mi?
— Ya he mencionado mi nombre señorita Nieve, al parecer usted no presto atención.
— ¿Sabe qué? Me esta pareciendo un pesado, así que le voy a colgar.
— ¡No espere! Disculpe el atrevimiento de jugar con mis palabras, no cuelgue que le he llamado por algo importante.
— No creo que — me interrumpe.
— Su tío Charles le manda a buscar, yace muy enfermo en cama y quiere verla antes de partir.
— ¡Mi tío Charles! Pero como se que usted no está mintiendo, al fin y al cabo no le conozco.
— Por ello no se preocupe, al parecer la conoce muy bien y sabe lo obstinada que es, le ha enviado una carta donde le explica porque le necesita ahora, sin embargo a insistido en que le llame.
— ¡Obstinada! Obstinada su abuela — le grito al teléfono y corto la llamada antes que pueda devolverme el insulto.
Me siento en el sofá y me quedo pensando en mi tío Charles ¿enfermo? ¿Me ha mandado a buscar? ¿Será que antes de morir quiere reírse en mi cara y confesarme que me dejo sin herencia? ¡No! — Sacudo esas ideas en mi mente — seguro si quiere verme pero, ha de estar muy grave para querer verme después de todo.
Como no me siento segura de la llamada del tal Luedan, esperare a que su carta llegue, mientras eso ocurre haré mis maletas, esperen debo avisarle a alguien que saldré fuera ¿a quién? — Rio de nuevo, esta vez con cierta nostalgia— no tengo un novio o familia o amigos que avisarle.
De pronto pienso en Melina — ¿y se le aviso a ella? ¿Debería? Bueno ella dijo que éramos amigas y que estaría allí cuando yo le necesitase, si, la llamaré necesito contarle a alguien lo que sucedió.
— Melina.
— Hola quien habla.
— Es Nieve.
— ¡Nieve! — La escucho gritar del otro lado — no pensé que me llamarías tan pronto, ¿te ocurre algo? ¿Te sientes bien? No me digas que te hicieron daño las roscas.
—Por favor Melina déjame hablar.
—Ok está bien —le escucho apenada.
—Te parece bien que te invite a almorzar afuera, necesito contarte algo que ha pasado.
— ¡Claro! Solo dame la dirección y estaré allí.
— Muy bien… anota.