Leilani
Este chico es interesante. Bueno, quizás exista una mejor palabra para describir a Sylvain en este momento pero no me pondré a analizar eso ahora. Estoy bastante entretenida pensando en la cantidad de trenzas que podría hacer en su cabello.
Soy demasiado accesible y confiada a veces, y más de una vez me ha traído varios dolores de cabeza, pero no puedo evitarlo, una vez que la timidez inicial desaparece soy un torbellino de tonterías.
En estos instantes, estamos en el armario, es diminuto y un poco claustrofóbico, la verdad, la mayoría de los productos de limpieza sueltan un fuerte olor a químico que me hace arder la nariz pero la imágen del chico frente mío me distrae.
Alto y delgado, poca masa muscular, cabello largo y castaño, de un dulce de leche podría decir, ojos dulces y risueños como la miel, una sonrisa que parece que podría conquistar a cualquiera. Es demasiado, y estamos bastante cerca, también me siento bastante cómoda a su alrededor. Es como esas pocas veces en las que logras congeniar con alguien enseguida sin problema, bueno, creo que eso es lo que me pasa con Sylvain.
No es la primera vez que lo veo, lo he cruzado varias veces en los pasillos a lo largo de los años pero nunca habíamos hablado. Hasta ahora.
Ladeo la cabeza en silencio, el ambiente tenso y nervioso que nos rodeaba al comienzo desapareció dejando una atmósfera amena y tranquila.
Sus ojos vagaban por el lugar, la música pop se reproducía bajo, mis dedos tamborilean al ritmo de esta, los minutos pasaban y yo pensaba en lo que habíamos acordado minutos antes.
Lo invité a merendar. A mi casa. Que boca suelta que soy. Apenas lo conozco, aunque parezca simpático y no un psicópata loquito que me pueda secuestrar, de igual forma no puedo andar invitando desconocidos como si fuéramos amigos de toda la vida a tomar el té. Que tonta, con razón mi abuela aún no me deja sola en la florería.
—¿Estás bien? —su pregunta me saca de mi nube, sus cejas se fruncen y una linda arruga aparece en medio de su frente.
Me da unas vibras a cachorro de cocker increíbles. Pensé con diversión al verlo mirar los productos de limpieza buscando algo con que distraerse como si tratará de evitar mirarme demasiado para no incomodarme. Que tierno.
—Si, si, solo me volé, me fui a una nube y me perdí. —muevo mi mano en un gesto para dejar pasar mi momento de disociación.
—Suele pasar. —ríe torpemente y pasa una de su manos por su cabello de nuevo despeinándose y dejándolo alborotado.
Aguanto un suspiro y entretengo a mis dedos con el bordillo de mi falda.
Mi tic está volviendo a aparecer pero me contengo, no puedo acomodarle el cabello a todo el mundo aunque me gustaría, mucho, es tan molesto ver a las personas despeinadas.
—Pareces mayor que yo, ¿De qué año eres? No es por ser una acosadora, solo soy chismosa. —lamí un poco mis labios para humedecerlos y estiré los pies que se me estaban comenzando a dormir por la posición constante en la que los mantengo.
—Tranquila, todos somos chismosos, solo que algunos lo esconden y otros lo muestran. Por otro lado, soy del 2005, ya tengo dieciocho vueltitas al sol. ¿Y tú? —me devuelve la pregunta estirando sus piernas que se extienden a mi izquierda dejando las mías cruzadas con un poco más de espacio.
—Cuidado, no te vayan a arrestar por alguna tontería. —me burló y acomodo mi cabello nuevamente. Lo solté porque no quería que me causará dolor de cabeza tenerlo atado tanto tiempo pero esto de tener que acomodarlo cada dos minutos me está molestando más. Ignoro mi molestia y decido responder con tranquilidad. —Nací en 2006, para ser más exactos el 24 de abril pero no te voy a dar la hora porque no quiero que me hagas mí carta astral y sepas cosas místicas sobre mi. —Mi tono nunca abandona la burla mientras me inclino hacia adelante, hacía su cuerpo.
—¿Carta astral? ¿Qué carajos es eso? —su pregunta suena divertida y yo finjo una expresión de horror
—¿No sabes que es?¿Nunca la hiciste? ¿Cómo es esto posible? —digo acercándome un poco más a él, poniéndome sobre mis piernas y quedando arrodillada.
—Creo que tengo una idea de que puede ser pero seguramente estoy equivocado. —se ríe de forma nerviosa apartando la mirada.
—Bueno Sylvain, creo que hasta aquí llegó nuestra conversación. —me vuelvo a alejar y tomó unos guantes de goma rosa para verlos mejor.
Él me sonríe y con la punta de su zapato me da un pequeño toquecito. Yo niego con la cabeza, decidida a no hablarle pero
debo morder mis labios para contener la sonrisa que mis labios quieren dibujar.
—Bah, ni que fuera tan importante como para dejar de hablarme, recién nos estamos conociendo.
Volteo el rostro y me cruzo de brazos haciéndome la ofendida.
—Es muy importante. —exclame y levante un dedo para hacerle entender mi punto, soltando los guantes y dejándolos a mi lado.
—¿Así? ¿Por qué? Convenceme. —me reto y ahora él también se cruzó de brazos.
—Bueno… —Me quedé pensando qué decirle, realmente no era una gran conocedora de esto, el que realmente sabía es mi abuelo y yo solo quería fastidiarlo un poco, así que busqué una forma de salvarme de tener que explicarle algo que no sabía. —Cuando vengas a merendar a casa te cuento bien.
Él sonrió de lado. Cuando inclinó el rostro hacia la izquierda, su cabello se movió, dejando caer más mechones sobre sus ojos y frente que enseguida quitó para tirarlo para atrás. Pero su sonrisa nunca desapareció.
—No tienes ni idea de eso, ¿No? —murmuro sabiendo que había descubierto la verdad pero jamás iba a admitirlo, era demasiado orgullosa como para hacerlo.
—Obvio que sí. —fingo y sin darnos cuenta nos vamos acercando.
—Entonces dímelo ahora. —desafía y una de sus cejas castañas se arquea de forma perfecta.
—Pero no quiero decirlo ahora. —imito su gesto y levantó también una ceja rubia aunque no me sale tan bien como a él.
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Editado: 24.02.2024