Sylvain
Después de haber dejado a Leili en su casa el taxista me llevó hasta la mía, en el camino le respondí una llamada a Max.
—¿Cómo te fue? —pregunto desde el otro lado de la bocina.
—Fue increíble.
—Me alegro por ti amigo, al menos uno de los dos pudo disfrutar.
—¿Qué te sucedió?
—Me encontré con el idiota de Rob, digamos que ahora tiene un bonito moretón en el ojo.
—Max. —mi tono cambió a uno más serio, alertando al conductor que me miró por el espejo curioso, pero lo ignoré.
—¿Qué querías que hiciera? ¿Que le aplaudiera mientras me insultaba y repetía como loro cosas que ya he escuchado a mi padre decir mil veces? No, Sylvain, con él no me iba a quedar callado. Me buscó y me encontró.
—No es algo que podamos charlar por teléfono.
—No es algo que podamos charlar en general, pero disculpame por haber golpeado a uno de tus queridos amigos. ¿Sabes que? No estoy de humor y no quiero agarrarmelas contigo.
Y corto.
—¿Todo bien pa? —el hombre solo me miraba con curiosidad y una expresión compasiva. Me refregue una mano por la cara, apretando mis dedos en mí sien con un poco de fuerza.
—Todo bien. —menti y me concentré en mirar por la ventana.
Debido a la ausencia de Leilani, que me mantenía firme y había evitado que me derrumbara, comencé a ceder al cansancio y el malestar que había estado cargando.
Cuando llegue, entregue el dinero sin pronunciar palabra alguna. Cerré con cuidado la puerta del auto y me dirigí al porche, esperando que me abrieran la puerta para al fin poder tirarme en mi cama.
Salim fue quién me recibió, llevaba puesto un pijama de lechuzas y el cabello desordenado.
—Parece que te molieron a golpes. —fueron sus únicas palabras antes de que me tirará a sus brazos, de la misma forma en la que hacía cuando éramos niños y tenía una pelea en la escuela.
Apreté los puños y lo rodeé en un abrazo silencioso. Salim no dijo nada, solo me devolvió el abrazo, intentando consolarme.
—¿Te fue mal con la chica? —preguntó con cuidado, tanteando el terreno.
Negué con la cabeza, aún refugiándome en su cercanía.
—Fue una noche increíble.
—¿Entonces qué pasa?
—Me siento mal. —Me separé un poco.
Sentía que mis ojos pesaban y las náuseas volvían a aparecer.
—¿Bebiste algo fuera de lo normal? —con cuidado comenzó a caminar conmigo aferrado a él escaleras arriba. Hice un mohín.
—Xion me compartió su bebida.
—Y no tienes ni idea que era. —setencia y yo solo puedo repetirme lo idiota que soy. Suspiro, no me gritó ni regaño como alguno de nuestros padres hubiera hecho, sino que se compadeció por el desastre de hermano que tenía. —Vamos a acostarte, me quedaré contigo hasta que te duermas.
—Pude fingir estar bastante sobrio con Leilani. No quería preocuparla. —murmuró por lo bajo y Salim asiente.
—¿Crees que se hubiera enojado? —abrió la puerta de mi cuarto con el pie y juntos fuimos dando traspiés.
—Creo que se habría preocupado mucho, y no me gusta ver como su nariz se arruga cuando está preocupada, aunque se ve muy tierna de esa forma.
—Ya quiero conocerla, hablas de ella con mucho cariño. —me ayudó a recostarme en mi cama.
—La amo. —confieso. —Pero tengo miedo de no ser lo suficientemente bueno, ¿Y si lo arruinó? ¿Y si se da cuenta que alguien mejor puede estar esperándola?
Mi hermano se sentó a mi lado, sacó mis zapatos con mis pies, desabrochó mi camisa dejando parte de mi pecho desnudo, sintiendo calor de repente y un malestar en la boca del estómago.
—Eres un gran chico, y como todos a tu edad, cometes errores. Aún están en un punto de sus vida que no los termina de definir, si terminan juntos y siguen hasta que sean un par de viejitos arrugados, bien. Pero quizás no suceda, y son cosas que pasan, no puedes controlarte ni torturarte por ello ahora. Disfruta del presente. Disfruta de ella
—Gracias.
Salim despeinó mi cabello, encogiéndose de hombros.
—Mi trabajo de hermano mayor es aconsejarte, es lo que hago.
—Eres el más inteligente de los dos.
—No te subestimes tanto, tienes un cerebro impresionante, sabelotodo, que lo escondas del mundo ya es otro tema. —Se paró y se deslizó hasta la puerta. Me acosté de lado, abrazando una almohada. —Buenas noches, Sylvi.
—Buenas noches, Sal.
Comencé a ceder al cansancio, con un peso menos en el pecho y los hombros. Un poco más liviano emocionalmente.
Soñe, uno de los sueños más bellos de mi vida y al día de hoy recuerdo a la protagonista, una chica rubia de hermosa sonrisa.
Leilani
Me quedé mirando el techo de mi cuarto. Tenía las mantas hasta mí barbilla y el sol ya entraba de chismoso por la ventana.
Vamos, Leili, fue solo un sueño, tampoco para tanto.
Pero si era para tanto. Porque ese bendito sueño me había alterado la psiquis, destrozándola, y cumpliendo uno de mis mayores deseos de estos últimos días.
Un beso.
Un beso abrasador.
De Sylvain.
Suspiré embobada al recordar los pocos fragmentos que aún podía rescatar de mi memoria.
Sus manos tomando firmemente mi cintura. Mis dedos jugando en su cabeza, desordenando. Sus labios pegados a los míos, su lengua abriéndose camino por mi boca, robándome el aire. Sentir su cuerpo presionar el mío contra una pared. No sé qué pared era ni dónde estábamos, solo me acuerdo de los detalles importantes. Cuando una de sus manos comenzó a meterse bajo mi blusa.
Y desperté.
Bastante frustrada porque yo quería saber cómo continuaba ese sueño.
Me palmeó las mejillas por el sueño acalorado intentando recuperar la compostura.
—Mejor me levanto.
Saqué las sábanas que cubrían mi cuerpo y me quedé con el remero que apenas llegaba a esconder mis muslos. Me estiró, haciendo tronar toda mi columna y suelto un suspiro feliz. Más relajada, tome una muda de ropa de la silla.
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Editado: 24.02.2024