Question Mark?

Capítulo 1: Lina

Tenía que atender al siguiente usuario.

Escucho el “Usted está recibiendo una llamada entrante” e inmediatamente mi boca comienza a pronunciar palabras automáticas e inertes. Iguales para todos.

El señor Luis necesita que verifiquemos todos los errores que tiene en su sitio web. Se contacta día tras día, hora tras hora. Todos le indicamos la misma información, como loros, “aún no hay solución, debe aguardar nuestro contacto”. El nos indica lo mismo a todos, nos recuerda nuestra incapacidad y mala predisposición, lo miserable que fue, es y será nuestra vida, y la venganza inminente que va a preparar.

Por si no se entiende aún, trabajo en un Call Center, el típico trabajo medio tiempo necesario y práctico para continuar estudios. Llamo “estudios” a la inscripción que tengo en mi universidad, ya que el curso como tal aún no lo he tomado.

En mi vida todo estaba planeado, terminar la secundaria y tener pase directo a la universidad en la carrera que creí era lo que me gustaba. Dos años más tarde me daría cuenta que si me gustaba pero estaba en el país equivocado para desarrollarla. Momento en el cual decido cambiar de carrera, ya con la idea frustrada de no poder recibirme a temprana edad. Actualmente hace dos años tengo la inscripción hecha, pero ninguna materia dada. Mi futuro estaba frustrado.

Con la decepción de haber perdido cuatro años de mi vida, quito de la línea de espera al Señor Luis y le comento nuevamente que no hay novedades y solución de momento. Esta clase de personas me hacen pensar que realmente tienen razón en todas las atrocidades que dicen en cada uno de mis días, pero lucho por buscar motivos para contrarrestarlas. Esos motivos son cada vez más escasos.

Luis decide cortarme, momento de felicidad ya que tendré unos minutos sin hablar con nuevos clientes. Suficiente para tres bocanadas de aire y dos “no pasa más la hora” comentados a mis compañeros. Es Paula está vez quien llama, preocupada porque aún no llegan sus encargos.

Con solo una frase se puede deducir que clase de persona es quien tienes al teléfono. En este caso Paula no deja de hablar de la gran reputación que mantiene como vendedora, ella necesita que la admiren, y eso hago. “Claro que te entiendo Paula, se lo responsable y buena vendedora que eres, por eso mismo me encargaré de tu situación”; inmediatamente Paula me alaba y me indica que no hay mejor atención que la nuestra.

De esta manera se compra a las personas.

No soy psicóloga y mucho menos me dedicaría a ello, pero la manipulación y dominación en mi trabajo es fundamental. Si en este caso una persona me llama y yo comienzo a titubear, no solo la conversación se volverá inútil, si no que demostraría debilidad e ignorancia.

Ángel de Venezuela me saca de mis pensamientos mientras me implora que lo deje vender y que no le suspenda su cuenta, “la situación en mi país no es la mejor”, a lo cual yo asiento pero hago caso omiso de sus pedidos. De una manera totalmente educada y amable, claro está. Continuó hablando con gente la cual dos segundos de finalizado el llamado ya no recuerdo su nombre pero sé que pude ayudarlos en algo. Son los llamados “promotores”. Usuarios que por cada punto bueno que nos dan, nos inflan los bolsillos. Tal como describo, mi amabilidad depende de la calificación que me llegues a dar. Por lo que siempre intentare endulzarte las palabras para una gran atención. Puede ser un poco cruel, pero no hay que olvidarse nunca de que es un trabajo.

Me están quedando diez minutos para mí hora de partida, por lo que es momento de dejar de atender a las personas. Decido apurarme ya que puedo perder el primer viaje a casa por cuestión de segundos. Todo listo y me dedico a apagar mi computadora, cuando una llamada entrante aparece en mi monitor. Intento llamar a mis supervisores para que finalicen la misma, pero me veo obligada a decirle que “mi horario de trabajo ha finalizado, por favor, vuelva a solicitar el llamado”.

No se escucha a nadie del otro lado. Corto, apago el equipo y corro al ascensor.

 

Día siguiente, misma rutina, mismas personas con distintos nombres.

En este caso es Angélica quien con una enorme pena me indica que no puede abonar su factura. Ya tengo en mente todas las alternativas que me va a plantear y todos los rechazos que le voy a dar. Con respeto y educación, claro está.

Veintisiete llamados después es hora de mi descanso. Un café recalentado y un aperitivo dulce y calórico, es tiempo de respirar. Me decido a retirarme al comedor, observando el anochecer por esos enormes ventanales del piso más alto del edificio. Estaba sola, a no ser por el servicio de limpieza que ignoraba mi presencia.

Desbloqueo mi celular al momento en el que llega una llamada. Número sin agendar y se trataba de un teléfono fijo. Me tomo diez segundos en verificar si atiendo o no, ya que si se trataba de una encuestadora, iba a perder mi valioso receso generando comisiones a la operadora. Atiendo y después de varios movimientos e intentos de captar señal, la llamada se corta sin haber escuchado de que se trataba. Vuelvo a llamar de inmediato pero el número es inválido, por lo que asumo es una empresa financiera que quiere endeudarme de aquí hasta que muera.



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Editado: 23.02.2018

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