26 de marzo, 2016
— Abre el telón y aparece un vello en una cama— sigo escuchando las pésimas adivinanzas de mi primo mientras busco debajo de la mesa— ,cierra el telón y abre el telón y aparece el mismo vello en la misma cama, ¿cómo se llama la obra, Ciel?
Finjo pensarlo aunque él no me vea dado que me encontraba debajo de la mesa del comedor. Por lo general los chistes de Tommy, mi primo de apenas siete años, siempre terminaban con él solo riéndose por lo malos que eran.
— No lo sé, Tom— Respondo, saliendo de debajo de la mesa. Sacudo mi pantalón con las manos y me siento en una de las sillas del comedor esperando la respuesta.
— El vello durmiente— como si eso fuese lo más gracioso se echa a reír mientras aplaude como foca retrasada.
Me rio con él porque, aunque he escuchado mejores cosas, la verdad me pareció un poco chistoso. Además, imaginarme un pelo, en vez de una princesa, durmiendo en una cama fue divertido.
— Ahora me toca a mi— él presta atención — , abre el telón y se encuentran unos zapatos, cierra el telón y abre el telón y los zapatos ya no están, ¿cómo se llama el ladrón?
— Brown— no duda en decirlo y se echa a reír con más moderación.
— Sí, Brown — apenas escucha su nombre salir de mi boca el mencionado aparece y llega a mi lado.
Mi madre llama a Tommy desde la puerta y levantándose de la silla va a donde ella está no sin antes despedirse con su mano de mi e irse a la escuela. Sonrío y niego con mi cabeza, si se aprendiera todo lo referente a su educación como lo hace con los chistes mi madre podría respirar mejor. Ese niño le sacaría canas verdes. Ella no tiene la obligación de velar por el ni por Thómas, su hermano mayor, pero lo hace. Su madre abandonó a su padre, mi tío, cuando estos eran niños y no hemos vuelto a saber de ella, ¿Qué les pasa a esas personas que al divorciase de su pareja también lo hacen de sus hijos?, no las entendía. Por suerte, mi tío rehízo su vida y se mudó a otra casa con su nueva esposa, pero el camino a la escuela y liceo donde estudian es muy largo así que días de semana se quedan en la casa y se van los viernes en la tarde para regresar a los domingos.
Sigo con mi tarea de buscar el zapato que me falta y cuando no lo consigo decido preguntárselo al responsable de ello.
— Brown, ¿Dónde está mi zapato? — me agacho para estar a su misma altura.
El pequeño me mira con aquellos ojos negros que aunque no eran impresionantes si unos de los más hermosos que hubiera visto en mi vida.
— Estás demente— asegura mi hermano bajando las escaleras y negando con su cabeza.
Decido no prestarle atención a su comentario y miro nuevamente a Brown quien me observa fijamente con su lengua fuera, da la impresión de que se ríe. Parece realmente feliz con el acto de vandalismo que ha cometido.
— No es gracioso. Yo no estoy criando a un delincuente.— acuso con mi dedo y el ladra.
Suspiro.
Bien, tenía que reconocer que estaba loca por estar hablándole a un perro y para colmo exigirle que me respondiera. Pero vamos ¿quién no habla con su mascota como si éste fuese una persona y no un animal?, hasta los saludos y despedidas que le daba eran más emocionantes que los que recibían mi propia familia de mi parte.
Me levanto del suelo dispuesta a buscar la Timberland que me falta, el pequeño cachorro me sigue. Brown, ciertamente, tenía un problema para tomar cosas que no eran de su propiedad, y al parecer lo que más le gustaba era esconder los zapatos que encontraba en su camino. Bueno, por lo menos solo le daba por esconderlos y no por despedazarlos.
Busco por todos los rincones de la casa y nada. Me lanzo en mi cama dándome por vencida. Me fijo en la hora y noto que es temprano así que prendo la Tv para ver una película. No encuentro algo realmente bueno y sigo cambiando de canal hasta que una llama mi atención. La niña con apellido igual al nombre de un pescado aparece y decido dejarla y verla.
— Mi abuela dijo que tendría una larga vida por haber salvado a mi hermano. Como siempre... se equivocó.
Sigo viendo el film.
Generalmente no me gustaba ver películas basadas en libros, porque no contienen todo de éstos y algunas, por no decir todas, llegaban a decepcionarme. Podía comprender el hecho de que en dos horas no se puede plasmar, por ejemplo, quinientas hojas de un libro, pero por lo menos esperaba más de ellas, aunque ciertamente algunas han valido la pena de ver, no obstante.