twenty-four

Las frías calles de la ciudad le hicieron estornudar fuertemente ¡Carajo! Esperaba que no se estuviera resfriando. Estaba dirigiéndose al hospital donde se encontraba su padre, no sabía cómo iba a mirar a la cara a su padre, después de todo nunca estuvieron en contacto desde que se había ido y largos 8 años habían transcurrido. La relación con su progenitor era demasiado fría, no hablaban de no ser necesario, ni siquiera se hacían contacto visual, todo había empezado desde que su madre falleció.

Su celular estaba lleno de mensajes de Frank, pidiéndole regresar cuanto antes y eso era lo que tenía en mente.

Frank, no era un hombre como pensaba su hyung, Franchesca, era su nombre. Una buena amiga que había conocido cuando recién piso los suelos franceses y hasta la actualidad ella era su gran confidente y amiga. Nunca lo ha juzgado y siempre estaba cuando la soledad lo estaba consumiendo, a decir verdad, le debía demasiado a la castaña.

Tenía entendido que su padre había tenido una fuerte caída, un hombre de la tercera edad, orgulloso y cruel con sus palabras, ninguno de sus sobrinos quiso cuidarlo y al ser su hijo, tuvo que obligatoriamente viajar.

Podía sentir como su estómago se revolvía, sentía ganas de vomitar, estaba nervioso.

- Buen día, vengo para ver a Park Suho —hablo a la chica de la recepción.

- ¿Parentesco? —la chica pregunto mirando la pantalla del computador.

- Soy su hijo.

Hace mucho no se refería así, el hijo de Park Suho, alguien totalmente diferente a lo que su padre quiso, nunca cumplió las expectativas y toda su juventud sintió que había decepcionado a su progenitor por ese motivo. La chica de la recepción por fin le dio una mirada y un leve sonrojo subió a sus mejillas, apenada regreso la vista al computador.

- El señor Park se encuentra en la habitación 235, puede recibir visitas —le hizo saber sin mirarlo nuevamente.

- Gracias.

Las personas a su alrededor se encontraban metidas en su propia burbuja, así que no debía preocuparse porque notaran su nerviosismo, desde niño había sido alguien tímido e inseguro, aunque había mejorado con el paso de los años, existían situaciones que no lo ayudaban en nada, situaciones como la que estaba afrontando en ese mismo momento. Jin hyung le ofreció acompañarlo, pero a último momento tuvo que dirigirse a su trabajo y al ser el chef estrella de aquel famoso restaurante, tuvo que aplazar su día de descanso.

Pensaba en como todo había cambiado, su mejor amigo ejerció poco lo que había estudiado en la universidad y al verse más interesado en la gastronomía, se fue por esa rama y se había convertido en un chef reconocido, apareciendo en portadas de revista, entrevistas en televisión y se sentía demasiado feliz por él.

Habitación 235

Sus manos sudaban horriblemente, pero no tenía más remedio, ya se encontraba frente a la puerta y pensar en regresar luego, no sería una buena idea. Toco dos veces y giro la perilla de la puerta.

Una habitación con paredes café y el aire frio le dio la bienvenida.

El rostro de su padre se giró en su dirección y realmente sintió como el aire abandonaba su cuerpo.

- ¿Qué diablos haces aquí? —pregunto con expresión sería.

Claro que no esperaba una dulce bienvenida, tampoco un saludo que era lo más lógico, pero sintió una leve molestia por aquella pregunta tan brusca. Paso sus manos por los pantalones, limpiando el sudor y dio un paso, cerró la puerta tras suyo y camino hacia su padre.

- No tenían a quien más llamar —respondió acomodándose en el sofá de la habitación— Y estoy bien, gracias por preguntar. ¿Qué te ha dicho el doctor? Necesito regresar, tengo asuntos pendientes.

- No era necesario que vinieras —el señor Park miro a su hijo con una expresión seria— Puedo arreglármelas solo. Será mejor que te vayas.

- Cuando salgas de este lugar, me iré cuanto antes —Jimin se cruzó de brazos— ¿Qué te ha dicho el doctor? —volvió a preguntar.

- Me lastime un poco la espalda —explico por fin— Solo necesito reposo y me dejaran salir.

Cuando era pequeño nunca se enteraba cuando su padre se enfermaba, de no ser por su madre que preparaba remedios caseros y le pedía que se los llevara a la oficina de su padre, sino nunca se hubiese enterado. Algo dentro suyo, como un presentimiento, pensaba que algo más le sucedía a su padre y este le estaba mintiendo.

Quizá debía hablar directamente con el doctor y no perder el tiempo preguntándole a su padre, quien obviamente le mentiría para que se fuera. Todo el nerviosismo que sintió camino al hospital se había esfumado.

- ¿Por qué las cosas contigo se volvieron de esta manera? —el pelinegro pregunto con la mirada perdida— Cuando mi madre vivía recuerdo que eras un hombre totalmente diferente, te volviste frio, cruel y me dejaste en el olvido.

Jimin hablaba como si estuviera en un trance, ciertamente nunca había sentido la capacidad como para tener ese tipo de conversación con su padre. Pero el silencio que se recibió como respuesta le hizo saber que había sido una pérdida de tiempo. Se puso de pie soltando un suspiro cansado y decidió salir de la habitación.