Advertencia, hay una escena de acoso, si eres o fuiste victima de acoso y/o conoces a alguien que fue victima, te pido leas con precausión.
El director nos había dado permiso de sentarnos mientras él hablaba. Me ubicaron junto al chico con el que había chocado antes. Ahora que estamos muy cerca es bastante serio, no mira a nadie y no se distrae con nada, es alguien muy callado. Al finalizar la asamblea los profesores nos llevaron hasta unos estantes, cada grupo de estantes tenía un número y una letra que eran distintos para cada grupo. El que nos asignaron era ridículamente llamativo, pues en letras doradas decía Clase Gold y el año década uno, primer año, segundo año y tercer año.
No sabía que debía hacer, así que con cautela me acerqué a la señorita Kosaka y ella amablemente me llevó hasta el estante de segundo año y buscó mi apellido en la hilera de cajones, me pidió que sacara el par de zapatos que traía en la maleta, que me cambie por el par guardado y dejara los que tuviese puestos en el cajón. Me sentía tan mecánico haciendo todo el proceso, cuando mis compañeros lo habían hecho muy rápido: —bueno, si estamos listos, acompáñenme por este pasillo —dijo la señorita Kosaka.
Ella nos llevó por un pasillo lago del primer piso, hasta que se detuvo frente a una puerta corrediza y preguntó por los estudiantes de primero, doce chicos del grupo levantaron la mano y los hizo entrar. En una puerta más allá, hizo la misma pregunta, pero para los de la clase de segundo, en esta ocasión diez estudiantes levantaron la mano y estos entraron en el salón la señorita Kosaka se acercó a mí:
—esta es tu clase, sigue, alguien te llamará por tu apellido y te darán un pupitre.
—ah muchas gracias —dije bajando un poco la cabeza para mirarla.
—ah y no olvides hacer una pequeña reverencia cada que hables o te despidas de alguien mayor que tu —con el rostro colorado, bajo todavía más la cabeza y el vuelvo a agradecerle a la profesora.
Ya en el salón de clase, un profesor nos asignó los pupitres, como éramos pocos, decidió hacer tres filas separadas, y como esto tomó más tiempo del esperado una campana sonó, el profesor Harada dijo que podíamos ir a la cafetería para comer. Yo no tenía mucha hambre, aunque agradecí el poder salir de ese lugar, me tomé mi tiempo para ir por una botella de agua y sentarme en las afueras del recinto en un banco de madera. Saqué mi celular y retomé mi lectura, pero en ese momento alguien empezó a hablarme:
—así que eres tú, el estudiante americano —una voz muy tierna y enérgica, me distrajo.
—¿perdón?
—¿no es bueno mi inglés? —mi pequeño interlocutor era rubio y de piel muy blanca.
—no, lo siento, estaba distraído —le dije notando, que tenía un bonito lunar muy cerca de su ojo izquierdo y una sonrisa muy carismática.
—hablas muy chistoso ¿no eres americano verdad? —el chico tenía varios modismos americanos, parecía que había aprendido de pequeño o viendo televisión.
—no, yo soy inglés, de Inglaterra.
—es increíble, tu voz suena extraña, como la de mi mamá.
—¿Cómo su mamá?
—yo soy mitad Japones-americano y mitad inglés —jamás había escuchado de alguien que fuera de tres países diferentes —me llamo Rokurota Misaki, soy el cuarto hijo de cuatro hermanos, todos varones, podrás imaginarte la competencia que tenemos entre nosotros —él hablaba mucho.
—es un gusto, soy Evan Gwen —Rokurota se sentó a mi lado.
—Gwen, ese es tu apellido ¿verdad?
—sí.
—vale, tú puedes decirme como todos mis amigos, dime Roku, mi apellido de por sí ya me queda muy grande.
—¿Muy grande?
—por mi tamaño, soy pequeño, y aunque no lo parezca, tengo 17 años.
—entonces es mayor.
—no le des vuelta al asunto, dime Roku y con eso está bien, sin honoríficos, ¿de acuerdo Gwen-chan? —Roku hace un gesto con la mano en señal de aprobación y yo me limito a asentir con la cabeza y en eso suena nuevamente la campana —oh esa es nuestra señal, vamos.
—¿estamos en la misma clase?
—¿eh? ¿no lo habías notado?
—lo siento.
—no te preocupes, a todos nos pasa.
Entramos juntos al salón cuando el profesor nos pidió que debíamos esperar, pues ya iba a asignar los puestos para el resto del periodo escolar. Empezó a llamarnos por un orden de lista que creo era alfabético internacional, pues los apellidos de mis compañeros iban desde los Lee y Soo, hasta los Smith y Kikuchi. A medida que los apellidos eran nombrados, las sillas se iban acabando, pero a mi aun no me llamaban:
—Soo Gyun Ha —nombro el profesor, y un chico alto con aros en las orejas, se puso de pie, parecía un modelo de largas piernas y cabellos tan oscuros como los míos —primer puesto frente a la ventana —como si tuviese alas caminó hasta el pupitre que le habían indicado.
—Rokurota Misaki, siguiente puesto junto a la ventana.
—parece que estaremos cerca —susurró Roku.