Podría haberse resistido, pero eso dentro de ella le insistió para quedarse, ya lo había visto antes, en cada turno de vigilancia, pero hacía tiempo que ya no rondaba por la frontera mirando el bosque y olfateando el aire con cara de placer.
Verlo hizo que su felino se revolviera, inquieto, nervioso porque había una esencia enemiga en el aire y estaba cerca, mucho, cruzando el arroyo y sentado sobre una raíz, con la brisa moviendo su cabello negro, que se notaba suave y largo hasta los hombros, verlo removió algo en su interior.
Pero Emmy era vigilante, no podía soltarse a cosas que sentía, del otro lado estaba el enemigo, aunque la posición del clan frente a los lobos fuera una tensa neutralidad que nadie creía, ella tenía que mantener las cosas a raya con los vigilantes del otro lado, Tyler fue claro cuando le dijo que ante un hombre cambiante, en especial si se trataba de un lobo, no se debía ceder ni una pizca, de lo contrario ellos tomarían la hectárea completa.
Entonces ella tenía que ser firme, y marcar territorio, pero por más que lo intentara, no podía pues su aroma personal era dulce como el azúcar y todavía no encontraba la forma de cambiarlo como lo hacían los demás, así que todo lo que podía hacer era dejar que el aire lo llevara lejos en un intento por alertar de que había un vigilante en su ruta, preparado para cualquier intromisión, y a pesar de que la señal olfativa no amenazaría a nadie, Emmy no era inofensiva.
Era un depredador, con garras y dientes y un temperamento que subía si se lo provocaba, se había ganado el orgullo de Aria y los elogios del alfa, era un Ice Dagger de pleno derecho e iba a cumplir con su juramento cuando le hicieron miembro permanente.
—Sal de ahí, dulzura, no me alcanza con tu aroma para mantenerme cuerdo.
Voz suave, tentadora, alerta, masculina, con tintes de lobo dominante, aquel guardián escudriñaba el bosque con sus ojos color café, Emmy se mantuvo en posición de resguardo detrás de un árbol, el barranco no le permitía al guardián ver todo lo que estaba por debajo y sería un grave error de su parte el descender.
Tenía que mantenerse quieta, sin provocar nada, porque la última vez por poco le arranca el pelaje a una loba con la que cruzó una mirada, y un par de palabras de más.
—Sal de ahí, por favor.
Aguzó el oído, tristeza, Emmy no era ninguna desalmada para ignorar ese sentimiento, incluso se sintió tentada a abrirse camino al arroyo para saber qué era lo que hacía que ese lobo estuviera triste. Lo único que le obligaba a seguir en su posición, observando todo a su alrededor, eran las órdenes a cumplir.
Un vigilante debía rondar cada diez minutos por una parte de la frontera, luego tenía que permanecer inmóvil para que su aroma quedara impregnado en el ambiente, de esa forma se establecía el dominio del clan y el límite territorial. A Emmy le quedaban tres minutos en los que permanecer en posición.
—Ni modo, los gatos son unos cobardes.
«Tranquila, sólo es una provocación»
—Cobardes por naturaleza.
«Sin garras ni dientes, estás en tu territorio»
—Escóndete gatito, mete la cola entre las patas como un cobarde.
— ¡¿A quién le dices cobarde?! —Gritó desde su lugar.
El bosque quedó en silencio, pero ella escucho una risa sofocada.
—Sugar, eres una gatita.
Ahora podía sacar sus garras, el lobo era un completo idiota, cualquier sentimiento de empatía voló lejos.
—Necesito verte, extrañaba tu dulce olor, acércate, gatita.
Provocativo, su voz hizo que su piel se erizara, pero debía ser fuerte.
—Ni creas, lobo ¿Por qué no avanzas tú? Podría mostrarte mis garras.
«Así demostramos quien de los dos es más cobarde»
—Ambos sabemos que eso sería un error, Sugar, quiero verte.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno...
Con la agilidad propia del animal que era el segundo latido de su corazón, Emmy se movió hasta llegar a la orilla externa del arroyo, de cerca el lobo se veía mejor, con una débil capa de barba que oscurecía su mandíbula, se hallaba sorprendido sobre la raíz del árbol, la miraba desde la altura, no con altivez y desdén como lo hizo la loba días atrás, su mirada era diferente.
—Sugar...
Emmy gruñó fuerte, mostrando todos los atributos y gestos que le hacían un depredador mortal, garras filosas, dientes fuertes y una férrea determinación a defender lo suyo.
Pero el lobo no se inmutó ante su actitud amenazante, y eso le frustró mucho, la próxima vez se encargaría de usar perfume artificial.
—Dime tu nombre —pidió, su voz era casi como un murmullo.
El leopardo agachó las orejas, Emmy era un mar de confusión en ese momento, pues por un lado quería destrozarlo pero por el otro sentía curiosidad felina, y al ver al hombre de cerca, mirándola como quien mira a un postre, algo se removió en su interior por segunda vez.
—Emerald —respondió a secas, era conocida en el clan como Emmy, y no le permitía a nadie que le llamaran por su nombre completo, porque traía amargos recuerdos que para ella era mejor olvidar—. Haz tu trabajo, lobo, y yo haré el mío.
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Editado: 24.01.2019