C A P Í T U L O 4 4
«Sit down beside me»
SKYLAR BANNERMAN
Miro el grande edificio de la preparatoria frente a mí y trago saliva, sintiendo el nerviosismo en mis venas.
Cada que una clase termina dan de diez a quince minutos libres, en donde puedes salir fuera mientras que los maestros llegan a sus respectivos salones, así que no me asusta encontrar a la mayoría de los alumnos pasando el rato en las bancas del plantel o en sus autos, pero preferiría haber llegado más tarde para no encontrarlos.
Busco mi labial en mi mochila y al hallarlo lo saco, mirándolo con duda, elevo mi mirada para saber si alguien me está mirando, sin embargo, al estar algo alejada y tras de un árbol compruebo que no. Le quito la tapa al labial y uso mi celular como espejo, para proseguir a pintar mis labios de guindo.
Determino mi aspecto en la pantalla de mi teléfono una vez que termino y respiro hondo. No sé si he tomado el consejo de Charlotte en el punto correcto, pero sé que aplicarme corrector bajo las ojeras y rímel en las pestañas me ayuda a verme presentable, e incluso arreglada por traer el pelo recogido.
Guardo de nuevo mis cosas y enderezo mi postura. Me duele el cuerpo, como si tuviera cortadas por todas partes, me duele la cabeza por no dormir y me sigue doliendo aún el corazón. Ha sido un fin de semana muy pasado, tal vez el más doloroso que recuerdo, pero ya he tenido que venir a la escuela para no tener mas faltas y reprobar.
Armándome de valor y sintiéndome más segura de que ya está el plantel más desalojado comienzo a caminar por el pabellón. Busco instintivamente como una tonta el carro de Alex, pero al no encontrarlo suspiro con decepción. Ni siquiera estoy tan segura de que haya venido a clases. Quizás ha faltado.
Mi corazón parece morir por cada falsa ilusión que yo sola me doy.
Forzo una sonrisa, ignorado el dolor en la boca de mi estómago y miro el mensaje de Daniel que tengo desde hace veinte minutos.
Daniel: «Cuando llegues pasa directo al audiovisual, juntarán al grupo A con el D para una actividad :p«
Guardo mi celular y me apresuro a entrar al edificio. El pasillo se va desalojando conforme más pasan los minutos, así que me apuro en llegar primeramente a dirección.
Coloco mi mano sobre la manija de la puerta y la empujo sin dudar. El ruido es escaso, pareciera que las bisagras están nuevas, porque no rechinan mientras se abre y nadie dentro se da cuenta de mi presencia.
Entro a la oficina de dirección sin hacer ruido y me detengo al escuchar su voz por algún lugar.
—Solo necesito dos justificantes, por favor.
Mi respiración se atasca y no puedo evitar sentir de nuevo el nudo estorboso en mi garganta y las ganas de llorar. Han sido días muy largos sin verlo y escucharlo.
Me volteo para comprobar que es él y todo se agolpa en mi cabeza. Mi tormento y mi calma se unen al tenerlo frente a mí.
—¿Por qué necesitarías dos, Alex?
El mencionado suelta una risilla, sin percatase que estoy tras de él y se recarga sobre el mostrador de la prefecta.
Alex viste completamente de negro, desde los tenis, hasta su playera. Y no puedo evitar mis ganas incontenibles de querer ir a abrazarlo y preguntarle todas las dudas que tengo en mi cabeza.
—Es que me lo está pidiendo el entrenador —responde y me quedo quieta como una estatua a lado de la puerta. Ni la prefecta se da cuenta de que alguien más ha entrado a la oficina.
Ella le entrega las dos hojas de justificantes que pide y él las dobla para luego agradecerle.
Agacho la cabeza para no mirarlo y doy un paso hacia delante, fijo mis ojos en mis zapatos y de pronto otro par de tenis se detiene frente a mí.
Su familiar perfume varonil inunda mi nariz y mi corazón da un vuelco violento, comienzo a sentir los latidos golpeteando mis oídos y temo que él pueda darse cuenta por el silencio que hay.
Elevo mi vista y el océano de sus ojos azules me miran fijamente. Un mar de emociones se le mezclan y a mí se me congela la lengua. No puedo moverme ni hablar, entro en trance al verlo tan cerca de mí, y él se aclara la garganta luego de unos segundos donde parecía embelesado.
—Skylar —me da un asentimiento de cabeza y pasa por un lado mío para irse —. Qué bueno verte.
Alex pasa de mí y abre la puerta para irse sin decir algo más o sin esperar a que yo diga algo.
Aprieto mis dientes y parpadeo continuamente para alejar el ardor en mis ojos. Me encuentro extrañándolo, extrañándonos, y extrañándome a mí, extraño cómo me sentía y lo que me hacía sentir. ¿Por qué me tuvo que hacer esto?
Bajo la mirada y me acerco al mostrador dónde estaba Alex recargado.
—Hola, Skylar, ¿qué te trae por acá? —la prefecta me sonríe con amabilidad, mientras que su cabello rizado se mueve por el pequeño abanico que tiene frente a ella.
—Eh... quería ver si puedo entrar a hablar con el director.
Ella me sonríe y asiente con la cabeza. —Pasa, ahora está desocupado.
Le agradezco devolviéndole la sonrisa y camino hasta la puerta de su oficina. Toco tres veces esperando la respuesta de que pueda entrar y al obtenerla me adentro en ella.
El director me mira desde el escritorio y levanta las cejas como si tuviera sorpresa de verme.
—Qué milagro verte por aquí, Skylar.
Tomo asiento en una de las sillas y sonrío con vergüenza. No sé si lo dice porque he estado faltando o porque no he estado aquí desde la última vez que me castigó por culpa de Carrie.
—Lo sé... —me retuerzo los dedos de las manos, intentando recomponerme luego de ver a Alex —. Es que..., venía a preguntarle si ya puedo volver al equipo de porristas.
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Editado: 29.05.2023