Al revisar mi celular la mañana siguiente, me encontré con un mensaje de Sam, donde me pedía que las recogiera sobre las 10 am, en el apartamento de Emma.
Resignado me levanté de la cama, sin más, me dirigí a la ducha, me di un baño rápido, me coloqué el uniforme, odiaba trabajar los fines de semana, pero no podía quejarme, el dinero que me pagaban por ello era demasiado.
Tuvé una muy mala noche, el recordar lo sucedido una y otra vez, no ayudaba a que pudiera conciliar el sueño, los recuerdos del pasado me atormentaban, abrumándome la noche entera.
Al bajar a la cocina encontré a mi madre bebiendo café recién preparado, me tendió una taza mientras me miraba con sus ojos llenos de comprensión.
-¿Cómo les fue anoche hijo?
-Creo que no muy bien...
-Llegaste solo, Sam me avisó que se quedaría con Emma, me pidió que estuviese atenta a que llegaras bien… ¿quieres hablar de lo que paso?
-Esa pequeña siempre pensando en todo… creo que simplemente espanté a Emma, ella es alguien buena y delicada, sabía que sería un error el llevarla a ese lugar, no pertenece a mi mundo, es mejor separar las cosas antes de que sea tarde… solo espero que esto no afecte mi empleo, quizás no quiera tener a alguien agresivo y problemático como yo tan cerca suyo.
Concluí casi en un susurro, el peso de esa realidad era doloroso, pero estaba en todo su derecho de despedirme si no se sentía a gusto conmigo alrededor, algo muy probable después de los acontecimientos de anoche.
-Pero que dices, todos nos equivocamos y cometemos errores, eres alguien impulsivo, pero alguien bondadoso que se preocupa por las personas a su alrededor, solo mírate, tiene que estar loca si decide despedirte, no es porque seas mi hijo, pero vales mucho, ella se dará cuenta de eso tarde o temprano, no te desanimes.
Dijo regalándome una tranquilizadora sonrisa, tenía el don de calmar mis nervios casi de forma automática, amaba a esa mujer que me dio la vida, tenia que cambiar, ser mejor persona por ella, no se merecía más disgustos de mi parte, tenía que mantener mi empleo.
-¡Gracias ma!
Dije mientras la abrazaba y le daba un sonoro beso en su frente, para salir de la casa con algo más de ánimos, después de todo sabía que no podía cambiar el destino, lo que iba a ser… será, no podía ir contra eso.
Al llegar al apartamento no necesite anunciarme con el hombre de la cabina, el portón se abrió automáticamente, mientras nos saludábamos amablemente.
Entré al vestíbulo dubitativo, los nervios se hacían notar en mi forma de moverme por el lugar, el chico de la otra vez estaba detrás de su escritorio, al verme su cara de molestia era evidente.
-Buenas tardes… señor.
Terminó por concluir mientras me escaneaba atentamente.
-¿En qué puedo ayudarlo?
Preguntó educadamente.
-Buenas…solo espero a Emma Pettierco, uno de los apartamentos de este lugar es suyo.
Una sonrisa burlona se instaló en sus labios.
-La señorita Emma es dueña de todo el edificio... señor.
Esa afirmación me sorprendió mucho, pero le resté importancia, después de todo me importaba poco de las cosas que fuera dueña o no, mi jefa definitivamente era alguien que no presumía sobre su dinero o posición, no era alguien vanidosa ni odiosa, simplemente era ella, transparente y hermosa, había jodido las cosas entre nosotros, sea lo que sea que había surgido, me había encargado de arruinarlo todo.
Sin darme tiempo a contestar, uno de los ascensores se abrió llamando nuestra atención, los dos quedamos embobados mirando a la hermosa pelirroja que se encontraba dentro, a pesar de que se podía notar que no había dormido adecuadamente, el maquillaje sutil que llevaba puesto la hacía lucir radiante.
Llevaba unos jeans ajustados combinados con una blusa negra y unas sandalias del mismo color, se veía informal, pero verdaderamente bella.
Quise moverme, en el momento que noté que le molestaba su pierna al caminar, pero el chico de hace rato fue más rápido, en un segundo estaba a su lado tomando su brazo, ayudándola a salir de la caja de acero.
Ella se mostró amable con él, pero al verme bajo su rostro apenada y nerviosa.
Salí del trance en el que me encontraba cuando se acercaron a mí.
-Gracias Max, puedo sola.
Para mi alegría se alejó de él lentamente, para acercarse más a mí.
-Claro jefa, tenga cuidado, no es bueno que camine mucho con esa herida.
Mi ceño se frunció y la preocupación se instaló en mi pecho, ¿cómo aquel mocoso sabía de la herida en su pierna, cuando la llevaba cubierta? La claridad se hizo presente en mi mente, anoche Max debía de estar aquí en el momento en que Emma y Sam ingresaron.
La molestia de saber que quizás aquel muchacho, la había ayudado y cuidado de ella mientras yo me castigaba mentalmente por ser un gran idiota, recorría mi cuerpo completo, tensándome de pies a cabeza.
-Tranquilo no estaré sola, gracias por todo nuevamente.
Le dio una sonrisa sincera, que se sintió como un pinchazo doloroso en mi pecho.
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Editado: 12.03.2020