—Me iré a la playa con Alejo.— le dijo a su mejor amiga que la miró algo confundida, ya que lo último que supo era que no lo soportaba.
—¿No era que según tu ese chico era un imbécil?.— Sole mordió su porción de pizza mientras esperaba la respuesta de su amiga.
— Lo juzgue mal, él se disculpó conmigo, ya te lo dije.— le respondió.
—Emi, ten cuidado. Es primo de Agustín y ese tío es del asco.— le recordó por si su amiga se había olvidado la cantidad de veces que ese idiota le había hecho cosas. —Sabes que solo se libra porque tú no abres esa boca tuya, sino ya estaría expulsado como pasó con aquel pedazo de escoria.— Emilia se puso algo nerviosa al recordar aquello.
—No es tiempo de recordar a Nahuel. Él ya no vive aquí.— siguió diciendo.
—Muy bien, eres mi amiga y estaré para ti siempre.— miró hacia la entrada del comedor del colegio y vio como Agustín y Ivette ingresaban. —Hablando del rey de la escoria ahí viene y camina hacía nosotros. No vine solo, está con la arrastrada de Ivette.— la rubia se tensó, no quería problemas y mucho menos con ellos.
—Hola mosquita muerta.— le dijo la castaña a Emilia.
—¿Por qué no te vas al baño a desechar todo lo que hace un momento te has tragado?.— le dijo Sole, ya cansada de aquellos abusos.
—Tu cierra la boca gorda, que hablo con la hijita intachable del alcalde.— Agustín se sonreía con burla mientras la castaña se sentó junto a Emilia que solo miraba fijamente la salida. —¿Te crees superior?, cuando caigas en lo más bajo estaré ahí para reírme en tu cara. Vas a pagar todo, querida.— le dijo de forma despectiva, mientas le daba un manotazo al cabello de la rubia.
—¿Qué crees que haces Ivette?.— habló a sus espaldas Alejo, quien se sentó del otro lado de Emilia y pasó uno de sus brazos por los hombros de ella, llamando la atención no solo de aquellos dos jovencitos que disfrutaban molestar a su compañera, todo el comedor quedó mirando aquella escena sin poder creerlo.
—Que desperdicio que gastes tu tiempo con esta boba.— la castaña se puso de pie, fingiendo superioridad, seguridad.
—Sácala de aquí Agustín.— le pidió a su primo que sin borrar aquella sonrisa, la abrazó a la castaña y salieron de ahí con aquel aire de burla.
—Hola, un gusto. Soy Alejo.— se presentó y aquello dejo un poco descolocada a la trigueña, ya que en aquel lugar solo Emilia era quien le dirigía la palabra.
—Ho…Hola, un placer. Soy Soledad.— miró a su amiga quien le hizo una leve sonrisa.
—Es mi mejor amiga.— le dijo la rubia.
—Genial, ¿Irás a la playa con nosotros?.— aquella amabilidad era demasiado para ambas chicas, pero podían notar que era genuina.
—Hoy no podré, debo cuidar a mi madre.— sonrió. —Quizás la próxima, pero agradezco la invitación.— a Emilia le gustó que él tomara en cuenta a su amiga.
—En ese caso, ¿Estás lista?.— los ojos marrones de Alejo se fijaron en los verdes de Emilia.
—Si, vamos, pero antes voy acompañar a Sole a la parada del bus. Si quieres puedes pasar por mi por ahí.— los tres se pusieron de pie y caminaron hasta la salida.
—Vamos, llevaremos a Sole a su casa y luego seguimos nuestro camino.— las dos se miraron entre ellas, sin saber que hacer. —Suban, no aceptaré un no por respuesta. Sé que eres una chica becada y que no vives en el mismo barrio, pero eso no me interesa.— y así bajo la atenta mirada de los estudiantes los tres se marcharon del lugar.
—Tu primo resultó ser un blandito.— le dijo Ivette al capitán del equipo de fútbol.
—Él se volvió así luego de perder a su madre.— Agustín odiaba que justo cuando él más necesitaba a su primo conflictivo aquel se volviera un blandito.
***
—El día está increíble, tenemos buenas olas y comida.— Alejo se colocaba el traje de surf mientras Emilia miraba el mar y sonreía al escucharlo. —Ya está, puedes girarte.— con una sonrisa ella se giró y lo miró detalladamente.
—Me siento emocionada, jamás imaginé que podría hacer esto.— Alejo dejándose llevar por lo que deseaba, delineó con su dedo la nariz respingona, mirando las pecas que la adornaban.
—Tengo tu traje, puedes cambiarte en el auto o buscamos un baño. Tú lo decides.— ella se había perdido en la pequeña caricia que él le había hecho, sentía que el aire había abandonado su cuerpo, pero reaccionó al darse cuenta que estaba como boba mirándolo.
—Lo hago aquí, así como tú. Tengo mi maya debajo de la ropa.— revolviéndose el cabello con nerviosismo Alejo se giró para darle privacidad. Y aquello le causó risa a Emilia, pero sin decirle nada se quitó su ropa y se colocó el traje que Alejo le había alquilado.
—Listo, pero tendrás que ayudarme a subir el cierre.— soltando con fuerza el aire se giró, sus dedos sintieron electricidad cuando rozó levemente la piel de la espalda.
—Todo en orden, ahora vamos, usaremos esto para mantenerte segura. Va en nuestro pie, no debes tener miedo, yo te cuidaré. Solo debes respetar el mar.—le explicó mientras caminaba hasta las orillas del mar y le mostraba la cuerda que en sus extremidades tenía unas fajas con abrojo.
—Entonces vamos, se que cuidarás de mi.— Alejo sintió una punzada en su pecho al escuchar aquello, él había planeado lastimarla y ahora ella confiaba en él. Tenía que decirle, pero antes tenía que ganarse su confianza, si hablaba en ese momento perdería lo que aún no tenía.
Se sumergieron en el mar con las tablas de surf y sus pies unidos, Emilia se sentía feliz, sentada sobre aquella tabla, mirando la inmensidad del agua.
—Quisiera ser como aquellas aves.— le dijo cuando vio a muchos pájaros volar en el despejado cielo.
—¿A qué te refieres?.— quiso saber el castaño, quería saber todo sobre ella y sobretodo descubrir porque jamás se defendía de los acosos de Ivette y Agustín.
—Libre, volar lejos de todos los que me aborrecen.— tragó con dificultad intentando deshacer el nudo que se había formado en su garganta.
—¿Por qué no te defiendes?, no hace mucho que estoy aquí, pero puedo darme cuenta que permites que te acosen.— ella cerró sus ojos y con sus manos acarició el agua.
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Editado: 03.11.2024