Nuestras relaciones son malas desde el principio mismo. Vladislava quiere cortarme el pelo y yo no se lo permito.
— ¡Pareces un seminarista con esos mechones!, — me grita mi tutora, tirándome enojada una revista en la que ella eligió un corte de pelo a la moda para mí.
— Si la niña no quiere, no hay que forzarla, objeta suavemente el peluquero del salón, a donde Vladislava me llevó para, según ella, convertirme en algo parecido a una persona.
Miro con el ceño fruncido, agarrando mi cabeza con ambas manos y dejando en claro que no permitiré que nadie toque mi cabello.
— Mira como un lobo, — se queja mi tía, — ¡sin ninguna gratitud!
— Dominika, si dejas que te reduzca un poco la longitud, el cabello se verá más espeso y saludable, sugiere el peluquero. — No tengas miedo, cariño, sólo voy a cortar las puntas.
Finalmente accedo, me lavan la cabeza y comienzan a cortarme el pelo. Miro atentamente para que no me corten más de lo necesario, pero el peluquero está claramente de mi parte, no de la de mi tía, y realmente nos limitamos a un par de centímetros.
Vladislava está descontenta, aunque todo el salón está encantado con lo hermoso que es mi cabello: después de que lo emparejaron, lavaron y secaron, parece una cascada sedosa.
Ella tiene un peinado bob corto, y quería hacerme lo mismo.
Finalmente, la tía se calma, le hicieron una manicura y está satisfecha. Me doy cuenta de que paga con mi tarjeta bancaria, pero supongo que así debe ser, ya que ahora es mi tutora.
Vamos a la tienda, ella me elige ropa a su gusto, pero a mí no me gusta nada. Ella se enoja de nuevo, pero me niego a probarme las cosas elegidas por ella, y escojo la ropa yo misma.
— La chica tiene buen gusto, — dice el asistente de ventas, y Vladislava, contrariada, guarda silencio. El asistente y yo seleccionamos la talla que necesito, Vladislava recoge un montón de cosas y va al probador.
Paga por las compras también con mi tarjeta, y ahora ya no me quedo callada.
— Usted me compró dos cosas y para usted compró siete. ¿Por qué lo pagó con mi dinero?, — le pregunto y ella se pone verde de rabia.
— ¡Oh, sinverguenza!, — ella escupe veneno. — ¿Cómo te atreves a acusarme de deshonestidad? Gasté tanto dinero cuando te visitaba en el orfanato, ¿y ahora te atreves a restregarme en la cara tus centavos de huérfana?
No respondo nada porque sé que es inútil. Vladislava tiene que informar sobre cada centavo gastado, pero usamos la misma talla y demostrar que compró la ropa para sí misma y no para mí resulta imposible.
Por la noche, me quedo despierta durante mucho tiempo en mi habitación, en la misma en la que vivía antes de que me internaran en el orfanato. En el apartamento no quedó nada del ambiente anterior, hicieron reparaciones para que pudiera ser alquilado. Nuestras cosas están apiladas en la despensa, y no tengo el menor deseo de sacarlas de allí.
Después. Algún día lo haré, más tarde. Por el momento, necesito acostumbrarme a que ya no estoy en el orfanato y lamento hasta las lágrimas no estar allí.
***
Ya llevo casi un mes viviendo con Vladislava, con dificultad, pero vamos aprendiendo a convivir, incluso empiezo a sentir que algún día podré aceptarla. Hoy comenzó a dolerme la cabeza en la tercera clase y me voy a casa.
Vladislava no está, ella dice que está buscando trabajo, pero como entendí, no tiene ninguna intención de hacerlo realmente. Me acuesto en mi cama y me duermo sin darme cuenta.
Un fuerte portazo de la puerta principal me despierta, me levanto y estoy a punto de salir cuando escucho la voz molesta de Vladislava:
— No, esa canalla todavía está en la escuela. Dios mío, German, si supieras como ella me irrita. ¡Ya estoy contando los días que faltan para que esto acabe!
No oigo lo que responde el invisible German, pero me enfrío con la sola idea de que Vladislava pueda descubrirme. Sin pensarlo dos veces, me sumerjo en el armario y me congelo en la esquina pegada a la pared.
— Entonces qué, ¿ya encontraste compradores? El diseño del apartamento, por supuesto, es terrible, pero no queremos alquilarlo, sino venderlo. No seas codicioso, no pongas un precio alto, tenemos que hacer la operación mientras Lida está el consejo de tutela y nos cubre el culo. A mí me gustó la casita, un tugurio así es lo ideal para mi sobrina. Y lo más importante, me gustó el precio…
Estoy sentada ni viva ni muerta. Entiendo que están hablando de mi apartamento. Vladislava tiene una amiga en el consejo de tutela que la ayudó a formalizar el patronato, ahora venderán mi apartamento bajo el pretexto de mejorar las condiciones de vida, me comprarán una casa semidestruida en una aldea, y mi querida tía se quedará con el dinero del apartamento. ¡Cuántas historias como esa escuché en el orfanato!
Me estremezco, lloro en silencio, temiendo sollozar para no traicionarme. Solo un pensamiento golpea mi cabeza: que Vladislava no vea mis sandalias en el pasillo. ¡Menos mal que las puse en el estante para el calzado, ojalá no sea muy observadora!