Quiero Que Me Pertenezcas

CUATRO: Mi ángel guardian

4. Mi Ángel Guardián.




 

Frío.

Frío era lo que se sentía en ese lugar. Se envolvió en la cobija que hacia unos minutos Ancel le había llevado.

Aún no entendía el como Ancel tenía a venir al profundo del bosque y en ella hubiera una cabaña, ella estaba segura que era la misma donde la trajo una vez, el cual era el segundo lugar favorito de Ancel.

—Dios mío, que hago para salir de aquí —comenta a la nada. Enfoca su vista y se pone a ver a la mascota. —Al menos fue considerado y me trajo a Flan.

Dijo sarcástica, suena las cadenas atrayendo la atención de él.

Suelta un resoplido y se acerca a la pared enredada a la cobija pidiendo calor y viendo por la pequeña ventana que Ancel había abierto para que mirara la luna menguante.
«¿Cuanto durara este tormento? »

~•~

Ve por sus pestañas a la dirección de Ancel que no dejaba de observarla y a los segundos hacia trazos al cuaderno con premura.

Se sumergió al rio —ya que Ancel había sido de amable en tráela a darse un baño —, aun así, el chico no le quitaba la vista de encima.

Se encamino a la orilla y tomo la toalla y se envolvió en ella. El pelo marrón lo tenía escurriendo a chorros.

—Lista —Dijo. Sabiendo que el joven lo sabía.

El chico se levanto del suelo, arrancó la hoja y la tiro al agua, llevándosela la corriente.

—Vamos... —Ordena. Ella tan solo se posiciona a un lado de él —, eres hermosa Lana.

Lana aprieta sus labios asiéndolo casi blancos para no plantar la sonrisa estúpida que quería salirle.

—Gracias... —Susurra por lo bajo, a lo que Ancel sonríe abiertamente.

—Eres hermosa por dentro y fuera.

—¿Cuándo estaré en casa?

Ancel frunce el ceño y se detiene para mirarle a los ojos.

—Dime el nombre.

—No ahí nombre.

Él asiente y le sigue con el paso. Al ver que él va adelante ella mira hacia atrás.

Podía  escapar.

«Corre, vamos Lana corre.»

Se repetía una y otra vez en su cabeza para después negar con la misma, si hacia eso podía despertar la furia de Ancel. No quería volverlo a ver en ataque.

Sí, ella lo amaba, pero no soportaba como era de brusco y violento cuando a ella le hacían sufrir.

Él la cuidaba.

«Ancel es mi ángel guardián»

Él tenía el modo de protegerla. No le toleraba que él le hicieran daño.

—¿Lana? —voltea a verlo, Ancel le tenía la mano extendida para que la tomara y avanzara. Aprieta con fuerza la toalla gris —, vamos —indica con los ojos al camino donde estaba esa cabaña.

Ella asiente y toma la mano, ocasionado la sonrisa de su... Novio.

 

— ¡Deja a mi novia! —exclama Ancel. A lo que el chico que le tenía tomado de la mano apretó mas el agarre, haciendo que ella soltara un grito aguado.

—¿Por qué debería hacerlo? —dice el chico. A lo que ella le mira suplicante que le ayudara.

—Porque te lo ordeno bastardo.

Ella busca en su mirada algo de tranquilidad, pero solo ve fuego en sus ojos, odio y enfado puro.

Trago saliva.

Miro la mano de su novio y se da cuenta que el pincel lo traía apretado hasta hacer los nudillos blancos.

—Ancel... ¡Ah! —exclama al sentir su piel arder.

Ancel sin pensar se abalanza al chico atrayendo la atención del profesor que iba entrando.

—¡Leyva! —Grita el profesor. A lo que tanto ella como el chico se quedan callando.

El pincel que Ancel traía a su mano, estaba clavado en el hombro del chico, la sangre era poca, pero le había profundizado a escasez el rojo líquido salió.

La mano que le estaba sujetando el chico, le soltó llevándose la mano a sacarse el pincel haciendo una pequeña hemorragia. 

Sintió otro agarre que le llevo al estremecer y al darse cuenta que era de Ancel, envolvió los brazos en su cintura.

—¡Leyva, Camarena y Díaz a dirección!

Solo se despega de Ancel y le mira a los ojos.

—Gracias...

 

—Si quieres hoy me quedo a dormir —sugiere Ancel, asiéndola saltar del susto.

Entran a la cabaña y ella tan solo asiente. Esa noche no quería dormir sola, su cuerpo se llenaba de escalofrío y sustos al escuchar al conejo saltar y husmear por el pequeño cuarto.

—Claro.

Dice algo tímida. Le pone atención al lugar y la cabaña es de dos piso, solo cuenta con un cuarto, el cobertizo y la cocina que se dividía con una barra al comedor, una mesa chica.

—¿Llamarás a tu mamá?

—Solo le mandare un mensaje. —El  asciende, saca su celular y lo enciende.

—Pero antes te queráis pondrás algo —Ella baja su mirada y solo tenía la toalla que le envolvía.




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