Vajilla de porcelana, cubertería de plata, copas de fino cristal. Aquella noche la mesa del comedor relucía por su refinado atuendo preparada para recibir a sus comensales, sin embargo, a pesar de los lujos que la diferenciaba del resto de días, no era un día más allá de lo normal salvo la diferencia de que Estela había sido invitada a cenar por parte de la familia de Izan, quienes querían aparentar que los manjares que iban a degustar eran la costumbre cotidiana de cada noche. A pesar de ello, Estela había cenado otras noches en esa casa con la cubertería y vajilla normal para una familia acomodada como aquella. Lo que diferenciaba aquella noche del resto en las que había cenado allí, era que celebraban el cumpleaños de Amanda. Nico, sentado al lado de Estela, estaba maravillado ante tantos manjares y exquisiteces que se encontraban frente a sus ojos. Nico tenía algo claro al ver los platos que se encontraban frente a él, con el dinero gastado en esa cena podría su familia cenar durante un mes. Resopló internamente y puso su mejor sonrisa. Guardar las apariencias, eso es lo que debía de hacer. Una fingida sonrisa se posó en su rostro mientras bebía de su copa llena de zumo de pomelo.
―Qué maravilla, hoy Amanda cumple dieciocho años ―le dedicó la madre de Izan una fingida sonrisa a la joven.
―Sí, como crecen, ¿verdad amor? ―Preguntó su marido dándole un suave beso en la mejilla haciendo que ella sonriese coquetamente como si fuera la damisela de una película antigua.
―Hoy es un día especial ―sonrío a sus padres la joven aludida.
―Muchas gracias por invitarme, señores ―sonrió Estela, quien no había podido evitar negarse a aquella cena pese a no haber querido ir en realidad, no le gustaban aquellas parafernalias con la familia de Izan.
Nico contemplaba en silencio la vestimenta de cada uno de los comensales. La madre de Nico se había arreglado más de lo normal, algo que Nico había creído imposible y sin embargo, se había equivocado. La mujer llevaba un vestido azul eléctrico que llegaba hasta las rodillas. Las mangas del vestido eran en forma de sisa y en el escote se podía destacar un collar de perlas plateadas que, según imaginó Nico, habría costado un precio excesivo. Más perlas recubrían cada uno de los complementos que le acompañaban, desde la pinza que recogía dos extremos de su cabello castaño sin dejar de mostrar su preciada melena, hasta los zapatos adornados con diminutas perlas realizados por un diseñador americano en exclusividad para ella, pasando por un cinturón plateado con una cenefa de pequeñas perlas que combinaban con las de los zapatos pese a ser de un tamaño un poco mayor. Estela había optado por un vestido de palabra de honor color rosa fuerte de volantes, medianamente corto recubierto con un amplio cinturón negro recostado en su cintura; mientras que Amanda llevaba un vestido beis tostado de manga a la sisa que le llegaba un poco más debajo de la rodilla. En el cuello se había puesto un collar de diamantes heredado de su abuela materna, el cual su madre le había hecho ponérselo cediéndoselo y cumpliendo la voluntad de su difunta progenitora. Nico observó los atuendos de las tres de forma disimulada sin entender el sentido que tenía tal elegancia por un simple cumpleaños. El padre de Izan no iba a ser menos que el resto y se había puesto un elegante traje de chaqueta azul marino junto con un pilla corbatas dorado con pequeños diamantes.
Cuando una hora antes de aquella extraña cena Estela llegó vestida tan elegante, Nico no pudo hacer nada más que sorprenderse sin dejar de mirarla de arriba abajo, accediendo a dejarse asesorar por la joven para elegir que ponerse aquella noche tan singular. Pese a no comprender aquellas costumbres extrañas de la familia de Izan sabía que tenía que aceptar los consejos de Estela si quería disimular quien era. Cuando se arregló con un traje de chaqueta azul marino bastante oscuro, que había en el vestidor de Izan, Estela le hizo una foto para mandársela al verdadero esperando la aprobación del atuendo, algo que Estela imaginaba que este haría, sobre todo después de haberle repeinado el pelo hacia atrás con una alta cantidad de gomina y haberle colocado una pajarita en el cuello.
―Me veo horrible ―se quejó Nico antes de que bajasen a la planta principal. Estela simplemente sonrió mirando su móvil esperando la respuesta de Izan que poco tardó en llegar.
―Eres una artista Estela, ya me entiendas ―leyó Estela mentalmente el mensaje que Izan le había enviado.
Cuando guardó el teléfono móvil nuevamente en su bolso, informó a Nico de su breve conversación con Izan.
―Que le da el visto bueno, ¿bajamos? ―Dijo extendiendo un brazo para que Nico pusiese un brazo en jarra y poder agarrarse a él. Al ver que Nico no comprendía lo que Estela quería decirle, le sujetó del brazo directamente sin darle más explicación.
Una música de fondo acompañaba a los comensales en su degustable cena que era repartida por Casandra y una joven muchacha a quien contrataban en eventos especiales. Cuando una vela del candelabro que habitaba en el centro de la mesa se apagó, Casandra se acercó rápidamente a encenderla pero el padre de Izan la interrumpió.