Alexandra.
—Esa diabla casi me manda para el otro mundo con el sartenazo que me dio.-escuche al mastodonte quejarse y ese fue suficiente motivó para sonreír.
Debí darle más duro para que así se le quitara la tontera.
—Martín, deja de quejarte…
—Muy bonito Salvatierra… dices esas palabras porque no fuiste tu al que casi matan con una maldita sartén… Esos sartenes del demonio deberían estar prohibido en todo el mundo.
—Si te hubiera dado con una olla de presión, no estuvieras quejándote tanto mastodonte. -inquirí y ambos hombres colocaron sus ojos en mi.
Repase fugazmente a mi víctima y por más que deseaba negar que no me atraía esto es una vil mentira.
Perdóname Itzel, perdón por tener estos malditos pensamientos.
—Ves lo que te digo… ire a prohibir el uso de cacerolas, ollas y sartenes. Porque con esta diabla suelta todo es posible…
—He confirmado que solo eres mucho músculos y poco cerebro… Porque hasta con una simple cuchara puedo enviarte al otro mundo, pendejo.
El hombre llamado Martín dio un paso hacia atrás, claramente preso del pánico.
—De ahora en adelante Salvatierra, no tendré contacto con esta mujer. Porque ella buscara la forma de quitarme del medio a como de lugar…
—Martin, deja de estar lloriqueando con nena… -el endemoniado se quejo.
—¿¡Es que no has escuchado que esa diabla me quiere matar…!?
El hombre al que quiero matar dió un paso hacia mi, se agachó a mi altura y sin dudar hablo.
¿Por qué este estúpido logra ponerme nerviosa?
—¿Por qué quieres matarme? -susurró mirándome a los ojos.
Y yo sin poder resistir la mirada inquisidora, desvíe mis iris.
—Tengo un fuerte motivo para hacerlo.
—¿Cuál es tu motivo?
Formé mis manos puños antes de responder.
—Tú, llevaste a mi hermana a la misma muerte. Por eso quiero que su sangre corra por el suelo.
Él se encargó de fruncir el entrecejo.
—¿De que hablas?
—¿Todavía a estas altura de juegos te atreves a preguntar de que hablo maldito?
—Sí, porque no tengo ideas de lo que estas diciendo.
—Es muy fácil enamorar a una cría, follalarla, desecharla y luego borrar casette como si nada.
—Yo no he follado a ninguna cría, y mucho menos borre casette.
Coloque mis ojos en él.
—Entonces como explicás el hecho de que mi hermana se desvivió por tu culpa.
—Estas confundida diablita.
En ese instante sentí la furia surcar mi cuerpo, así que intente colocarme sobre mis pies pero este intento fue frustrado por tener los pies encadenados a la base de la cama.
—¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?!
El mastodonte coloco sus ojos en mi, para luego sonreir de manera burlona.
—En eso tengo que darme el crédito diablita.
—Te voy a matar maldita alimaña…
—Eso no es algo nuevo, cariño.
—Espero que se pudran en el infierno. -dije para luego utilizar mi último recurso para escapar, tome el diminuto prendedor con la última bomba de gas lacrimógena que me quedaba y no dude en lanzarla contra ambos hombres.
Y sin mucha dificultad me quite las armaduras de mis tobillos.
Benditas sean las clases de escape que Anastasia y yo tomamos.
Me apresure a correr hacia oa ventana más cercana, trate de abrirla pero esta estaba cerrada con llave.
—No dejes que escape…
—¡Maldición, mis ojos…!
Obvie las voces de ambos hombres, para centrar mi atención en la maldita ventana cerrada.
Sin pensar en las consecuencias estrelle mi puño contra la ventana, en cuestión de segundos esta se hizo añicos.
—Esa mujer va a pagar muy caro lo que esta haciendo.
—Si claro, maldito estupido.
Tras estas palabras salte por la ventana, y en cuestión de segundo caí al suelo.
Y he de admitir que esto es lo más arriesgado que hecho en mi vida.
—Todo por tí, Itzel.
Me levanté del suelo y cuando me dispuse a caminar hacia la salida, la señora que había visto en al cocina compareció ante mi.
—Esto confirma que eres descendiente del mismo diablo, muchacha.
—Gracias por sus palabras.
La mujer sonrió.
—Antes de marcharte me gustaría que te tomaras este café…
Mire con cierta desconfianza la tasa que la mujer me extendía, pero aún así la tomé entre mis manos para después tomarme el contenido de un trago.
Cuando quise devolverle la tasa a la mujer, no pude hacerlo porque sentí mi cuerpo liguero y sin fuerza.
—¡Señor, aquí esta la asesina…!
Tras la señora verbalizar estas palabras coloque mis ojos en ella.
Yo, la gran diabla fui engañada y drogada por una arpía disfrazada de una pobre e indefensa señora.
—En cuanto pueda te daré café con veneno.
—Y yo te dare una prueba casera de embarazo porque después de esto te aseguro que quedaras en cinta.
¿De que habla esta mujer?
—No solo aplique un fuerte tranquilizante en tu bebida, diablita, aplique un tónico que te hara desfallecer de deseo.
Mire mal a la mujer, y poco después tomé asiento en el césped.
—¿Por qué?
La señora con una gran sonrisa en sus labios respondió mi pregunta.
—Porque tu eres la mujer que él ha estado esperando por mucho tiempo, eres quien gobernará en su corazón y quién le dará los hijos que tanto él anhela.
Luché incansablemente por colocarme sobre mis pies, pero mi cuerpo la parecer no quiere responder.
Poco a poco mi mente se fue nublandose y solo escena altamente sexuales llegaban a mis pensamientos. Donde los protagonistas de dichas escena eramos el engendró del diablo y yo.
Qué rayos…
—¡Victoria…!
Escuchar la voz de ese hombre logró que la chipa de deseo se incendiara en mi.
¡Maldición…! Tengo deseo de arrancarle la ropa y chuparle…
No.
No.
Tengo que luchar contra estos pensamientos, tengo que mantener firme a pesar de tener una dosis de no se que en mi cuerpo.
—Evite que se escapara señor…
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Editado: 03.10.2024