Alexandra.
-Señora.
Detuve mis paso y gire sobre mis pies.
-Marcelo.
-La acompañare.
Negué.
Pero al parecer mi negación le entrá por un oido y le sale por el otro.
-La acompañé, mi señora y no habrá discusión.
Entrecerré mis ojos, a lo que Marcelo se encogió de hombros. Para después abrirme la puerta del auto.
-Vamos...
Le brinde una mirada fulminante, para después entrar en el auto.
-Cuando regresemos hablaré largo y tendido contigo.
-Sí, claro.
Marcelo entro al auto, y un minuto después puso el vehículo en marcha.
-La dirección del lugar es...
-Lo sé, señora.
Coloque mis ojos en la ventana del auto y me fue imposible no soltar un pequeño suspiro.
-Señora.
-¿Dime Marcelo?
-Se que tiene miedo de perder a los niños, pero le aseguro que nada malo les ocurrirá.
-¿Por qué estas tan seguro de eso?
-Lo vi en mis sueños. Y también vi que...
-¿Qué más viste?
El hombre guardo silencio por un momento, pero poco después hizo contacto visual conmigo.
-Hoy después de tanto tiempo volvere a ver al amor de mi vida.
-¿Ah, sí?
-Sí...
Después de esta conversación el auto quedo en un completo silencio.
Recoste mi cabeza en el asiento del auto y me permití cerrar mis ojos.
Quiero que todo acabe ya...
Quiero paz.
Quiero ver a mis hijos crecer.
Quiero tantas cosas... que no se si lograré tener todo lo que anhelo.
Cerré mis ojos con fuerza mientras le pedía fervientemente a Dios que todo acabará de una vez por todas.
Una lágrima se deslizo por mi mejilla e inmediatamente la seque.
Todo va estar bien.
Todo saldrá bien.
Rescataré a los niños de la garra de esa mujer, y todos volveremos sanos y salvos a casa.
-Marcelo... después de esto te regalaré un viaje a la playa con todo pago.
-¿De verdad...?
-Sí, aunque primero tendras que pasar por una exhaustiva charla conmigo.
-Mi deber es protegerla, mi señora. Así que si llega a ser necesario daré mi vida por mantenerla a salvo.
-¿De dónde ha salido ese ferviente deseo de protegerme?
-Tengo que retribuir de alguna manera el que usted le haya disparado a ese hombre por defenderme hace dos años atrás.
-Lo hice porque nadie puede tocar a mis hombres y quedarse riéndose a carcajadas. Eso no lo permito, no lo consiento.
Marcelo asintió.
-Tengo que admitir que me ha tocado al mejor señora de todas... le doy gracias a Dios por colocarla en nuestro camino, mi dama.
-Estas bastante raro Marcelo... ¿Qué te tomaste? O peor aún... ¿qué te fumaste?
-No tengo que estar drogado para agradecerle a Dios el haberla colocado en nuestro camino.
Algo raro le está pasando a Marcelo...
-Espero que el señor, usted y sus hijos sean muy felices, mi dama.
-Eso suena a despedida Marcelo... ¡Dime de una vez por todas lo que te fumaste!
-Espero poder volver al mar cuando todos esto culmine.
-Yo misma te llevaré a ver el mar, pero deja de hablar como si te estuvieras despidiendo de mí Marcelo.
El sonrió levemente.
-Esto es lo que hay señora.
-Te marcaré mi zapato en el culo sigues...
-Ya, lo dejo...
Marcelo extendió su mano hacia la radio, la encendió y inmediatamente el auto se inundó de una agradable música.
La música a pesar de estar inundando el auto no me privó de escuchar las palabras de Marcelo.
-Me voy con la convicción de que hoy voy a regresar al mar, donde nací y de donde no debí salir. Voy a ir a nuestro lugar, mamá.
Antes de que pudiera preguntarle a que se refería, el teléfono que me había dado Alexander vibro. Anunciando la llegada de un nuevo mensaje.
"Cada minuto cuenta, ladrona. El reloj esta corriendo y se te está acabando el tiempo. Y a mi la paciencia..."
-Marcelo, más rápido por favor...
-Como ordené, mi señora.
En cinco minutos estuvimos al frente del lugar donde la demente tenia secuestrados a mis niños.
-Te quedarás en el auto y si en diez minutos no salgo entra por nosotros.
-Pero señora...
-Obedeceme Marcelo, aunque sea por una vez.
-Está bien, señora.
Asentí y posteriormente me baje del auto.
Tomé mi arma y tras mirar hacia el lugar, empecé a caminar con rapidez.
El lugar era un total desastre, pero tenia algo a mi favor y es que la luz del día se volvió mi aliada.
Camine con rapidez por el lugar, y la desesperación empezó a sucumbir mi cuerpo al no poder encontrar a mis niños.
-¡Agapios...! ¡Ángel...!
-Asi es que te quería ver maldita...
Gire sobre mis pies y el deseo de llenarle el cuerpo de balas me gano.
-¿Dónde están?
-Quizas muertos.
Di varios pasos hacia ella y la muy maldita, sonrió.
-No puedes matar a tu propio hijo, loca del demonios.
-Ese dejo de ser mi hijo cuando prefirió defender a tu maldita mocosa, en vez que a mí.
-Leslie...
-Todo iba bien... mi plan iba excelentemente bien. Pero tuviste que aparecer a dañar todo...
La loca me apunto con un arma.
-Alexander y yo íbamos a tener una tener una familia perfecta, íbamos a ser inmensamente felices. -ella apretó su mano alrededor de la pistola. -Planee darle un hijo, planee tantas cosas para nosotros.
-Estas mal Leslie.
La loca del diablo soltó una gran carcajada.
-Ma,l está tú porque de aquí no saldrás con vida.
-¿Dónde estan mis hijos?
-¿Tus hijos? Agapios no es nada tuyo... él es mío y de Alexander, ¡él es mío...!
La palabra loca le queda pequeña a esta mujer... si es que se le puede llamar mujer.
-Si lo quisieras tanto como dices no hubieras tratado de golpearlo, Leslie. -la demente negó. -Si amaras a tu hijo, como dices, dejarías tu absurda obsesión por Alexander y te centenarias en darle todo tu amor a ese pequeño ser que llevaste nueve meses en el vientre.
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Editado: 03.10.2024