—Gracias... —mencionó la castaña tras apartarse del abrazo de Anderson
Odiaba los abrazos y más si eran publico, pero hace un momento lo necesitó. En verdad lo necesito.
—Fue lo mínimo después de lo que...
—Cállate —interrumpió, y de inmediato se regañó mentalmente por lo mordaz que sonó—. Perdón, solo no quiero recordar eso.
—Descuida, la culpa fue mía, dis... —por un momento intentó decirlo pero no salió nada de sus labios por más que trató.
Era obvio que no iba a poder disculparse. Ni siquiera podía pronunciar esa estúpida palabra.
—¿Qué sucede? —preguntó al ver la frustración en esos ojos marrones.
—Olvídalo —pidió penosamente con una mano sobándose la nuca—. Es inútil —mustió arrastrando la mirada hacia otra parte.
—¿Qué es inútil? —preguntó a cercándose
Talvez era por el hecho que Anderson le dio un hombro en donde llorar o por qué todavía estaba muy sensible, pero le importaba saberlo, le entristeció verlo triste. Empatía. Ella no diría que era una de sus cualidades.
A pesar de eso se encontró preguntando.—Anderson ¿Te encuentras bien? —preguntó al verlo con una postura sombría y sin la cómica diversión en esos ojos.
Amatista solo lo conocía por dos días, pero no podía evitar sentirse extraña al no escucharlo bromear.
—¿A qué hora sales? —pregunto el rubio sin mirarlo
—¿Qué? ¿Por qué la pregunta?
—¿A que hora sales? —repitió con un suspiró cargado de tristeza
—A las seis —terminó respondiendo
¿Tan mal lo ponía aquel tema? ¿Por qué era tan importante para él? Por lo bajo Amatista oyó un corto murmullo por parte del rubio, más no pudo descifrar lo que quería decir exactamente.
—Anderson —lo llamó tras verlo caminar hacia la salida con ambas manos en los bolsillos—. Anderson —repitió sin obtener mayor respuesta que un seña de despedida con una mano.
***
Bueno. Solo faltaban 10 minutos para las seis de la tarde. Toda la tarde estuvo con una mala sensación en el pecho. Por más que trató de inmiscuirse en los documentos que tenía no lo logró del todo. ¿Por qué Anderson había actuado de ese modo? No podía sacárselo de la cabeza.
En fin. El día no estaba del todo perdido. Ya había encontrado a un posible candidato para que fuera el supuesto responsable de las supuestas extracciones de la empresa. Dicho socio había pedido una junta con el consejo para "Discutir los ingresos del presidente". En verdad Cooper no tenía limites. Algún día lo atraparían. Ese tipo tenía una muy mala reputación en la empresa. Por desgracia no había nada que lo delatará. Algo que lo inculpará. Por ahora. Pensó una parte de su cabeza. En algún momento se descuidaría. Tenía que hacerlo. No es como si Cooper tuviera a alguien que borrará sus huellas. Que ridículo.
Las seis. La reunión aún no acababa. Otro cualquier día se hubiera quedado a hacer horas extras. No sería nada nuevo, pero hoy sí importaba. Así fue como terminó caminado hacia la puerta de la empresa. Tenía una leva idea de lo que talvez a Anderson se e haya ocurrido. Aunque bueno, la manera de como funcionaba esa cabeza era un misterio sin duda.
El sonido de un claxon llamó su atención. Era un auto que gritaba dinero por todas partes, desde el fino acabado hasta los aterciopelados asientos. Amatista se le quedó viendo por un momento solo para después apartar la vista y retomar su camino. El claxon volvió a sonar y no se detuvo hasta que ella volvió a girar la cabeza. ¿Acaso era...
—Amatista —llamó una voz conocida
Ahora ya no había más dudas. Amatista no se movió. No porque estuviera intimidada por ese auto. A su jefe parecía gustarle ese tipo de autos, aunque tenía que admitirlo en el que estaba Anderson era mucho más llamativo. Amatista no era de gustos exenticos, al parecer Anderson sí.
—Sube —pidió abriendo la puerta del copiloto
—¿De donde sacaste esto? —preguntó sin subirse. Había algo que aún no le cuadraba, si Anderson era hermano de Arthur y obviamente podía costearse este tipo de auto ¿Por qué trabajaba de taxista? Además de que de todas las veces que ella había acudido a la residencia Park, ella nunca lo vio. No podía negar que era extraño.
—Es mío —respondió con jovialidad. Al parecer ya había vuelto a ser el mismo joven despreocupado—. Sube.
—Esa no es razón suficiente —mencionó cruzando los brazos
—No voy a raptarte o algo parecido —avisó rodando los ojos
Amatista no pudo reprimir la risa. Bueno no negaría que le gustó que ya no estuviera decaído.
—Sube. ¿Cuántas veces me harás repetirlo? —preguntó vacilante, la sonrisa que daba era bonita, a pesar de eso aún no dejaba de verlo como un joven trastornado ¿Qué daño haría subir? Si analizaba todo objetivamente él no era tan malo.
—¿Para que querías que subiera? —preguntó ya en el auto.
El rubio encendió el auto y se dispuso a manejarlo ¿A donde se dirigían no tenía idea? ¿Le preocupaba? No realmente. Aquel tipo le daba confianza. No sabía si era su rostro, su mirada o su voz, per había algo que la hacia confiar. Como si lo conociera de antes.
—Esta mañana me preguntaste algo —respondió sin apartar la vista del frente. Su tono ya no era divertido ni relajado, se asemejaba más al de esta mañana—. Quiero responderte, necesito hacerlo —expresó con un aura de nostalgia que era demasiado familiar para la castaña
—¿Necesitas hacerlo?
Un suspiró de resignación salió de la garganta del rubio.—Ayer me preguntaste cuan patético era enamorarse de alguien que solo conociste un año —recordó—. Eso me dio el valor para hacer algo.
—¿Hacer que exactamente? —la castaña no colocó la mirada sobre él. No sabía porqué pero algo le decía que Anderson guardaba algo, algo que lo hacia tener esa dualidad, divertido por un lado y nostálgico por otro.