Ya habían pasado un par de semanas en la empresa. Al parecer desde el altercado, sí, así es como lo llamaría, Arthur trataba de evitar lo más posible estar a solas con ella. Cosa que ella agradecía internamente. Al parecer todo había acabado ahí. Claro que sería tonto decir que todo había vuelto ser como antes. Antes su jefe podía contemplarla mientras ella firmaba uno que otro documento, eso antes nunca le puso los pelos de punta ni le dio unas ganas de salir corriendo ahora sí. Antes su jefe era mucho más cuidadoso para ocultar sus sentimientos. Ahora no. Las pocas veces que estaban a solas, era un verdadero suplicio. Ella se encontró más de una vez contando los segundos para salir corriendo de aquella pequeña oficina. Viéndola objetivamente, no era tan pequeña, pera verla objetivamente era un privilegio con el cual ya no podía contar, el creciente temor de que a él se le ocurriese besarla de nuevo, se lo imposibilitaba por completo.
Eso no era lo único nuevo en torno a ella. Amatista se había sorprendido a sí misma más de una vez mirando con completa curiosidad la puerta de ingreso. Claro que no lo hacia siempre. Solo entre el medio día los viernes y jueves. Que casualmente coincidía con la llegada de Tailer a la empresa. Amatista no podía decir si le gustaba o la enojaba que Tailer tuviera un horario o más aún que ella se lo hubiera aprendido.
No podía caer más bajo. Hubo un tiempo atrás en que ella pensó que se podía librar de él. De ese tonto enamoramiento. Ahora sabía que no era más que un absurdo.
De pronto sus pensamientos dejaron de surgir. Era viernes. No debía tardar demasiado. Tailer ya debería estar por llegar. ¿Quién diría que él se convertiría en socio de esa empresa? No sabía como eso la hacía sentir, pero por la enorme sonrisa en su rostro al oír unos familiares pasos, se podía deducir que no la disgustaba del todo.
—¿Aún sigues con eso? —preguntó una vocecita al detenerse—. Faltan más de dos meses.
Una estrepitosa risa salió de los labios de la castaña.
—Como se nota que no sabes como funcionan las cosas en este lugar —avisó con una mirada de superioridad.
—Como se nota que tú lo sabes de memoria, después de todo esa será la única acción a la que estarás confinidad de por vida —añadió con una mirada arrogante mientras la veía resaltar algunos puntos de, al parecer de Tailer, unos tontos papeles.
—¿No revisaras tus acciones en la bolsa? No quisiera retrasarte. ¿He oído que él dólar bajo? Mejor deberías ir a otra empresa, a una menos riesgosa.
—Mis acciones no corren ningún peligro.
—No hablaba de tus acciones.
—Que graciosa
—No trataba de ser graciosa, en fin, Tus acciones Tailer ¿No viniste por eso?
—Sé que están en perfecto estado, es bueno que los empleados se preocupen tanto por los miembros de esta empresa —mencionó haciendo mayor énfasis en empleados mientras la miraba con esos bellos ojos avellana—. No se tú, pero me hace sentir especial.
—Claro que eres especial, siempre has sido un hombre especial —añadió con un doble sentido en la ultima palabra. Tailer no se perdió de aquello. Tenía que admitirlo, él mismo dio pie a eso.
—No sufro de ningún trastorno mental —aclaró colocando un brazo sobre el borde del escritorio de Amatista y apoyando su cuerpo sobre su brazo.
—Yo no dije que lo sufrieras —aclaró reprimiendo la risa que amenazaba por salir—, hay muchos otros trastornos que puedes padecer —añadió posando la vista en él—. Egocentrismo, narcicismo, yo que se. Hay tantos que te quedarían como anillo al dedo.
—Tu sentido del humor es terrible.
—Y aún así sigues aquí —fingió fastidio en su voz, si Tailer supiera lo que en verdad sentía.
—¿Qué quieres que diga? Fastidiarte siempre fue divertido. Los viejo males se arraigan.
—Por supuesto, aquí tenemos la prueba viviente de ello —expresó señalándolo con el bolígrafo.
—Sigue sin hacerme gracia —La sonrisa en sus labios no decía lo mismo.
Talvez Anderson podría tener... Diablos. Por supuesto que no. Ya había pasado por eso antes. Nada bueno saldría de ello. ¿Acaso no lo entendería nunca? Para seguir con tanto entusiasmo con aquella charla trivial, la respuesta era clara. Tenía que hacer algo para detener esto. ¿Quería hacer algo? No importaba, haría algo.
—No, no estaría tan segura —¿Quería molestarlo un poco más? Sí. ¿Para qué negarlo?—. ¿Por qué no vas a revisar tus acciones? Siempre vienes a esta hora a confirmarlo —avisó sin medir sus torpes palabras.
Una sonrisa socarrona se formo en aquel varonil rostro.—Veo que a alguien le importó demasiado como para grabarse mi horario.
—Debo hacerlo, así sabré a quien culpar si desaparece algo —mencionó con tanta calma que cualquiera pensaría que realmente lo decía en serio.
—¿Crees que sería capaz de comportarme como un ladrón? —trató de mezclar indignación en su voz, pero seamos sinceros. Tailer no podría indignarse de algo que ella le dijera aunque en verdad se empeñará en ello.
—No —respondió pensativa—, tienes razón —volvió a fijar la vista en él—. Ellos tendrían más decencia.
—Claro —murmuró tamborileando los dedos contra el escritorio—. Bueno Parker no creas que no me interesa seguir discutiendo contigo pero hay lago que tengo que hacer —mencionó con un tonito arrogante.
—No te detengas por mí, créeme, mucho de ti en un día es sofocante
—Te encanta. No lo niegues —ofreció dejándole una tarjeta con su número.
Amatista solo se limito a hacer una mueca. Al ver que no la recibía este la dejó en su escritorio y se dispuso a irse.
—Algún día te darás cuenta —sugirió marchándose con las manos en los bolsillos.
—En tus seños —respondió con la cabeza en alto.
—Terminaras haciéndolo, Parker —dijo borrándose de su vista con total confianza en ello.
Un suspiro escapo de los labios de la joven cuando toda la silueta de aquel hombre desapareció. Con más que vergüenza agarró aquella tarjeta. Se lamentaría tanto de esto. La guardó. Talvez solo talvez lo necesitaría. Por supuesto, cuando estés sola en tu cama lloriqueando por un abrazo. Su conciencia la odiaba. No había otra explicación.