Raabta

Capítulo 29

EL TRAGO MÁS AMARGO

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    Habían transcurrido varias semanas desde que Mert le hizo un espacio al amor en su vida, y para él era indescriptible la sensación de paz que lo invadía cuando se encontraba junto a Zeynep.

    Incluso en las discusiones o las diferencias siempre encontraban la manera de terminar riendo y hallar soluciones. No había sido tan feliz desde años atrás, y cada minuto que pasaban juntos era como borrar una de sus viejas heridas. La vida se miraba con más esperanza y mientras más se conocían, más resultaban agradables los silencios.

    Celebraron el cumpleaños de Zeynep días atrás en un hermoso restaurante. Y allí, Onur conoció a los primos de Mert quienes también estaban invitados.

    No solo la relación amorosa había mejorado; los primos también habían tenido la oportunidad de pasar más tiempo juntos. Lo visitaron repetidas veces en el taller y una vez se quedaron en casa de Mert jugando cartas hasta la medianoche. A Nisan le agradaba mucho Onur, en especial cuando siempre encontraba la manera de hacerla reír a carcajadas. 

    Los enamorados aprovecharon el día domingo para salir y acampar lejos de la rutina y disfrutar su romance en privado. Después de todo, no era lo mismo un amor entre ocupaciones que el amor un día domingo.

    Cuando Zeynep se encontraba en el barrio estaba ocupada con los últimos detalles del proyecto, y veía a Mert en ocasiones específicas. Para aquel entonces, ya no estaría mucho en Umutla, pues habría finalizado su exitoso proyecto y esperaba la graduación para retirar su título.

    Habían inaugurado una pequeña pero útil farmacia dentro del barrio. También repartieron calefactores eléctricos a las casas, como última tarea.

—Pronto dejaré de verte todos los días—mencionó Mert con decepción mientras terminaba de armar la carpa.

—Sabes que no te dejaré en paz de todas formas—rio mientras sacaba las cosas del bolso.

—Eso espero.

   Zeynep sacó de la mochila unas pequeñas sillas plegables y la tetera. Mert sonrió al notar que su adorada novia ahora amaba el té, incluso más que él.

—¿No sientes que hay una chispa entre Nisan y Onur? —inquirió Zeynep tratando de encender la cocinita portátil.

—Un destello, querrás decir—suspiró—, y me asusta un poco—se sentó a su lado.

—¿Por qué?

—Cariño, sabes que Onur es mi mejor amigo y si Nisan...

—Lo sé, lo sé—interrumpió—. Le dije a Nisan que no lo ilusionara si no lo quiere de verdad. Pero se ve muy feliz con él; se llevan muy bien.

    Él sonrió y sujetó su mentón con delicadeza.

—Te amo—besó sus labios inesperadamente.

—Ese beso tan pequeño no lo demuestra—rodó los ojos ocultando una sonrisa.

—Vaya, qué niña tan manipuladora—se acercó a ella y mordió su mejilla.

—Te lo dije antes—se recostó en su pecho—. Quiero diez besos por cada vez que me hiciste enojar.

—Pues hoy te daré unos cuantos—intentó hacerle cosquillas, pero ella agarró sus manos.

—No, no me gustan las cosquillas—advirtió son seriedad—. Adem siempre...

    Hubo un silencio incómodo antes de que ella pudiera terminar la oración. La muchacha lo miró evidentemente nerviosa y él esbozó una mueca disgustada.

     Mert se levantó de la silla y apagó la pequeña cocina y, con una actitud distante, comenzó a verter el té en las tazas.

—Lo siento—detalló a Mert—. No sé por qué de repente lo recordé.

—No tienes por qué disculparte—le tendió una taza y volvió a sentarse, aunque alejó un poco la silla esperando que dijera algo.

—Mert, no es sencillo—confesó acercándose hacía él—. Ha pasado mucho tiempo, pero fuimos amigos durante años y a veces no asimilo lo que sucedió. Era como mi hermano.

—Fuiste a visitarlo—afirmó, directo.

    Ella se tornó sorprendida y desvió la mirada hacía los árboles, evadiendo la mirada de su novio.

—¿Por qué me lo ocultas? —preguntó, severo.

—No lo estoy ocultando—bebió del té—. Solo no me pareció importante, pero ¿cómo te enteraste?

—Nisan lo mencionó, pensó que lo sabía. Pero ¿es eso lo que importa, Zeynep?

    Permaneció callada en medio del silencio, como si Mert no le hubiera hecho ninguna pregunta.

—¿No dirás nada? —dejó la taza, sin dejar de mirarla—. Pensé que habíamos hablado sobre la honestidad.

—Mert, no me trates así—dejó su taza también—. Está bien. Debí decírtelo, pero no lo hice porque él no te agrada.

—Si yo fuera a casa de Cihan y te lo ocultara—explicó y Zeynep puso los ojos en blanco—. ¿No pensarías que hay algo extraño?

—No es lo mismo. Él fue mi mejor amigo, a ella le gustas. Eres su héroe.

—Zeynep, tú le gustas a ese imbécil también.




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