Mi querido amigo le costó horas a Amira admitir que el cuerpo inerte, que estaba enfrente del coche, era el suyo. Creo que es la cuervo que más tardó en asumir su nuevo papel. O al menos eso pensaba Bernice. Pero Roger sabía del impacto emocional de ese momento. Sabía que ahí comenzaba el tránsito. Ya lo había visto en otros miembros de sus bandada. Los cuervos querido amigo. De todos nosotros son los más torpes en aceptar los cambios. Por eso tardan en llegar a la ascensión. Hasta Berneci, que no suele tener compadecimiento, al ver aquella joven aterrada ante su cadáver, pensaba lo que todos pensaríamos en su lugar. " Si supiera lo que lo peor no había pasado"
Amira no tenia una personalidad fuerte. Nunca la tuvo. Algo que su madre se aprovechaba de ello para poder pagar los fallos de su matrimonio con ella. Así que ella siguió a la pareja de extraños que la acaba de conocer. Qué podía hacer.
Los tres subieron a un elegante Mercedes negro. Alguien diría que era algo ostentoso, para una deceso. No obstante, ya sabes como es Roger.
Fui así, querido amigo, como Amira comenzó una nueva vida. Ella no entendía nada de lo que le estaba pasando, cuando estaba a solas con sus pensamientos en la casa de Bernice. Solo podía ver la majestuosa bahía de la ciudad desde el salón de ese apartamento. Berneci después de un rato desaparecida. Apareció de la nada con ropa nueva.
En ese momento de soledad. El primero que tuvo desde que estaba muerta. Amira puedo a empezar a sospechar, que nada de lo que viviría a partir de ese momento sería normal. Después de todo se estaba vistiendo para su autopsia. No sabía nada de la muerte. Salvo lo poco que le habían enseñado. Pensaba que iría a un lugar donde sus acciones fueran juzgadas o a ninguno como creía después de la muerte de su madre. Entonces, en aquel instante, se acordó de el por qué de su visita a Donosti. ¡ Su padre!
Quiso pedir ayuda a Bernice. Pero recordó que no tenía el bolso. "Genial. Muerta y sin nada. ¿Algo más? " pensó para si. Bernice llamó a la puerta del cambiador. Era la hora de ir ver su autopsia. Como le explicaría más tarde Roger en su propia funeraria. Es un momento crucial para cualquier cuervo.
A la par que Amira veía su cuerpo inerte, desnudo y frío, que era como verse en un espejo, reflexionaba el por qué de la importancia de verse a si misma muerta. No tardó en encontrar la respuesta. Para aceptar la realidad. Pero sus pensamientos, como les suele ocurrir a muchos cuervos al ver como se hace una autopsia, cambiaron. Al ver aquel hombre con esas herramientas y lo que hacía con ellas en su cuerpo. Amira empezó a vomitar. Bernice le dió un cubo. No era el primer cuervo que pasaba por allí.
Bernice siempre hacia lo que le decia Roger. Le gustara o no. Así que llevo a Amira al criadero. Ese lugar que a todo cuervo le hace estremecer. Le recuerda lo que aún le queda, o mejor dicho, la incertidumbre de lo que aún le queda para ascender. Es el principio de todo. El criadero de la amoñi.
La funeraria del cuervo blanco no estaba muy lejos del criadero de la Amoñi. Bernice pensó, dado que hacía buen tiempo y que Amira, dado su estado, necesitaría aire, ir caminando. Bordearon todo la bahía hasta llegar a lo que los nativos de la ciudad llamaban lo viejo. Ante Amira un elegante edificio se postraba. Parecía un palacio pequeño. Bernice le dijo que era el ayuntamiento. Pero no se detuvieron mucho a ver el paisaje urbano. Entre la multitud y callejeando llegaron a un pequeña calle oculta. Estaba muy cerca del puerto. Pero esta bien resguarda. Ambas llegaron ante una vieja puerta de madera maciza que tenía por polo un cuervo. Cuando Berneci iba a golpear el pomo para llamar. La puerta de abrió.
Amira se quedó atónita. Aunque la Amoñi, que ya sabemos querido amigo como es, intentó reconfortarle. Primero le ofreció un café y le dijo que se sentará en la cocina. Amira no hizo otra cosa que aceptar el ofrecimiento. Aquella casa era por dentro todo lo diferente que se podía esperar por fuera. Era mucho más moderna de lo que se podría creer. Los muebles tenían ese estilo nórdico que la hacían algo más acogedora. Mientras Amira bebía algo por primera vez de su muerte. Vió llegar a la Amoñi con ropa y otros enseres.