Ravens

2. Hogar, ducel hogar.

Mi querido amigo le costó horas a Amira admitir que el cuerpo inerte, que estaba enfrente del coche, era el suyo. Creo que es la cuervo que más tardó en asumir su nuevo papel. O al menos eso pensaba Bernice. Pero Roger sabía del impacto emocional de ese momento. Sabía que ahí comenzaba el tránsito. Ya lo había visto en otros miembros de sus bandada. Los cuervos querido amigo. De todos nosotros son los más torpes en aceptar los cambios. Por eso tardan en llegar a la ascensión. Hasta Berneci, que no suele tener compadecimiento, al ver aquella joven aterrada ante su cadáver, pensaba lo que todos pensaríamos en su lugar. " Si supiera lo que lo peor no había pasado" 

 

  • Bien. Es hora de irnos. Dijo Roger al ver llegar la ambulancia.
  • Necesito... Necesito algo de tiempo. Igual ellos me salvan Decía entre la esperanza y la incredulidad Amira.
  • Has muerto y tenemos que irnos ya. Ordenó Bernice.

 

Amira no tenia una personalidad fuerte. Nunca la tuvo. Algo que su madre se aprovechaba de ello para poder pagar los fallos de su matrimonio con ella. Así que ella siguió a la pareja de extraños que la acaba de conocer. Qué podía hacer. 

 Los tres subieron a un elegante Mercedes negro. Alguien diría que era algo ostentoso, para una deceso. No obstante, ya sabes como es Roger. 

  • ¿Ahora qué? Preguntó Amira tras media hora callada.
  • Irás a casa de Bernice. Ella te preparará para tu autopsia. Luego descansa. Mañana tenemos un largo día, donde comprenderás tu cometido. Le respondió Roger.
  • ¡A mi casa! Resaltó enfada Bernice
  • Si. A tú casa. Finalizó la discusión Roger.

 

Fui así, querido amigo, como Amira comenzó una nueva vida. Ella no entendía nada de lo que le estaba pasando, cuando estaba a solas con sus pensamientos en la casa de Bernice. Solo podía ver la majestuosa bahía de la ciudad desde el salón de ese apartamento. Berneci después de un rato  desaparecida. Apareció de la nada con ropa nueva.

  • Era uno de sus favoritos. Dijo Bernice mientras le entregaba un vestido blanco Amira.
  • ¿De quién? Preguntó con curiosidad Amira mientras recogía el vestido.
  • De nadie. Vístete. Tengo prisa. Le ordenó Bernice mientes le indicaba con la mirada donde podía cambiarse.

 

En ese momento de soledad. El primero que tuvo desde que estaba muerta. Amira puedo a empezar a sospechar, que nada de lo que viviría a partir de ese momento sería normal. Después de todo se estaba vistiendo para su autopsia. No sabía nada de la muerte. Salvo lo poco que le habían enseñado. Pensaba que iría a un lugar donde sus acciones fueran juzgadas o a ninguno como creía después de la muerte de su madre. Entonces, en aquel instante, se acordó de el por qué de su visita a Donosti. ¡ Su padre! 

 

Quiso pedir ayuda a Bernice. Pero recordó que no tenía el bolso. "Genial. Muerta y sin nada. ¿Algo más? " pensó para si. Bernice llamó a la puerta del cambiador. Era la hora de ir ver su autopsia. Como le explicaría más tarde Roger en su propia funeraria. Es un momento crucial para cualquier cuervo. 

A la par que Amira veía su cuerpo inerte, desnudo y frío, que era como verse en un espejo, reflexionaba el por qué de la importancia de verse a si misma muerta. No tardó en encontrar la respuesta. Para aceptar la realidad. Pero sus pensamientos, como les suele ocurrir a muchos cuervos al ver como se hace una autopsia, cambiaron. Al ver aquel hombre con esas herramientas y lo que hacía con ellas en su cuerpo. Amira empezó a vomitar. Bernice le dió un cubo. No era el primer cuervo que pasaba por allí. 

 

  • Pensé que estaba muerta. Dijo entre vómitos Amira.
  • En parte si y en parte no. Le respondió Roger.
  • ¿Cómo es eso posible? Preguntó Amira intentando reponerse.
  • Eres un cuervo. Le respondió sin titubeos Bernice.
  • ¿Qué es eso? Volvió a preguntar Amira intentado mantenerse en pie, a pesar de las náuseas de su estómago.
  • Ya lo descubrirás. Le respondió Roger sin dejar de mirar proceso de la autopista.
  • Y no te va gustar. Resaltó Bernice.
  • Bernice. Calla y llévala donde la amoñi. Tiene que descansar para mañana.

 

Bernice siempre hacia lo que le decia Roger. Le gustara o no. Así que llevo a Amira al criadero. Ese lugar que a todo cuervo le hace estremecer. Le recuerda lo que aún le queda, o mejor dicho, la incertidumbre de lo que aún le queda para ascender. Es el principio de todo. El criadero de la amoñi. 

La funeraria del cuervo blanco no estaba muy lejos del criadero de la Amoñi. Bernice pensó, dado que hacía buen tiempo y que Amira, dado su estado, necesitaría aire, ir caminando. Bordearon todo la bahía hasta llegar a lo que los nativos de la ciudad llamaban lo viejo. Ante Amira un elegante edificio se postraba. Parecía un palacio pequeño. Bernice le dijo que era el ayuntamiento. Pero no se detuvieron mucho a ver el paisaje urbano. Entre la multitud y callejeando llegaron a un pequeña calle oculta. Estaba muy cerca del puerto. Pero esta bien resguarda. Ambas llegaron ante una vieja puerta de madera maciza que tenía por polo un cuervo. Cuando Berneci iba a golpear el pomo para llamar. La puerta de abrió.

  • Bernice.. Vieja amiga. Ya me avisó Roger de vuestra llegada. Así que está es la nueva. Dijo una señora, aunque entra en años, vestida de manera muy elegante para el lugar donde vivía.
  • Si. Te la dejo que la prepares para mañana. Le dijo Bernice. Luego sin despedirse se marchó.

 

Amira se quedó atónita. Aunque la Amoñi, que ya sabemos querido amigo como es, intentó reconfortarle. Primero le ofreció un café y le dijo que se sentará en la cocina. Amira no hizo otra cosa que aceptar el ofrecimiento. Aquella casa era por dentro todo lo diferente que se podía esperar por fuera. Era mucho más moderna de lo que se podría creer. Los muebles tenían ese estilo nórdico que la hacían algo más acogedora. Mientras Amira bebía algo por primera vez de su muerte. Vió llegar a la Amoñi con ropa y otros enseres.

  • Bien, lo primero es lo primero. Ten, ropa nueva. Con esa llena de vómitos no puedes empezar tu tránsito. Dijo la Amoñi.
  • Lo siento... Es que... Intentó explicar Amira la sensación de repulsión por ver la primera autopsia de su vida. Encima, para más inri era la suya.. ¡¿Tránsito!? Preguntó mientras dejaba la taza de café sobre la mesa.
  • No te preocupes. A muchos les pasa. Eso y cosas peores. Eres fuerte querida niña. Tienes que serlo. Respondió la Amoñi con las primeras palabras que Amira había escuchado con amabilidad. Algo que le resultaba cálido. Desde que murió todo el mundo se había comportado con frialdad inusual.
  • ¿Qué es eso del tránsito? Preguntó inquieta Amira.
  • Tú camino para la Ascensión. Le respondió la Amoñi mientras abría un baúl de tamaño medio.
  • ¿Qué es la Ascensión? Preguntó con temor Amira.
  • Eso es algo que tendrás que aprender a descubrir por ti a partir de mañana. De momento toma. Le respondió la Amoñi mientras le daba el baúl abierto.




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