Tenía unos cinco años sin pisar una escena del crimen, y casi había olvidado el movimiento de gente tan insoportable que hay en esos lugares. La gran mayoría eran periodistas indiscretos, esperando a entrevistar agentes de policía para obtener información de primera mano acerca de lo ocurrido. Y a pesar de que esta vez nos hallábamos junto a la orilla de un río, la cantidad de personas era igual o peor que de costumbre.
Apenas estacionamos, bajé de la patrulla junto a Fieldy, y luego de apartar a unos cuantos curiosos del camino, logramos acercarnos hasta la escena del crimen. No obstante, cuando estaba a punto de cruzar la cinta policial, un agente se interpuso en la vía, y un par de reporteros aprovecharon la oportunidad para acorralarme.
—Señor Coil, ¿opina que este crimen pueda ser obra del asesino que la policía tanto busca? —interrogó una pelirroja joven y de pecho voluptuoso.
—Sin comentarios —me limité a responder, a la vez que intentaba cruzar a la zona restringida y otro grupo de periodistas me lo volvía a impedir.
—En el caso de que se trate del mismo homicida que ha aterrorizado la ciudad los últimos meses, ¿es posible que este asesinato otorgue la evidencia necesaria para llegar a un culpable, o puede que solo sirva para confundir aún más a las autoridades? —inquirió un hombre de unos treinta años, que parecía desesperado por acercarme a la cara el teléfono que usaba para grabar.
—¡Basta! ¡Abran espacio! —ladró Fieldy, alzando su placa a la vista de los presentes—. Como alguien se atreva a interferir con las personas que trabajan en las investigación, me aseguraré que pase esta noche tras las rejas.
Dicho esto, la multitud abrió suficiente espacio como para permitirme caminar, y finalmente pude cruzar la cinta policíaca. Unos cuantos metros más allá se encontraba la mitad inferior de un cuerpo, y a su alrededor, cinco agentes tomaban fotografías antes de tan siquiera atreverse a mover algo del lugar.
—Adam, él es Richard Murray, el forense a cargo de la investigación —dijo Fieldy, acercándonos a un chico delgado y de piel morena que no pasaba de los treinta años—. Richard, él es Adam Coil, nuestro detective.
—Un gusto, Adam, puedes llamarme Rick —sonrió el forense, estrechándome la mano.
—El placer es mío, Rick —le devolví la sonrisa—. ¿Qué han encontrado hasta los momentos? ¿Conocen algún detalle sobre la víctima?
—Por ahora solo sabemos que se trata de la parte inferior de una mujer cortada a la mitad que, a juzgar por el grado de descomposición, no lleva más de dos horas aquí.
—¿No han hallado la otra mitad del cadáver? —inquirí, escrutando los alrededores con la mirada.
—Hemos estado buscando desde que llegamos, pero parece que no está en la zona, lo que concordaría con los patrones de nuestro asesino.
—Bien, ¿algo más que debamos saber? —preguntó Fieldy.
—De hecho sí, hay algo que quiero que vean —indicó Richard, caminando en dirección al cadáver, por lo que mi amigo y yo decidimos seguirlo.
—¿Y bien? —Fieldy se encogió de hombros—. ¿Qué ocurre?
Antes de que el forense respondiera, ambos nos dimos cuenta de a qué se refería: en el suelo, junto a lo que quedaba del cuerpo, se hallaba un grafiti hecho con spray de color rojo. Este estaba escrito con letra temblorosa, y a simple vista podía verse que decía: "Basta, Coil, no quiero matarte".
—Primero el papel y ahora esto —murmuré—. Parece que el asesino me considera una amenaza para él.
—No es para menos, tu historial como detective es casi una garantía de que tarde o temprano lo vas a atrapar —Fieldy me dio una palmada en la espalda—. Probablemente eso haga que cometa algún error que nos lleve hasta él.
—Ya lo hizo —gruñí—. Se acercó a mi hija, y gracias a eso, ahora tenemos agentes preparados por si vuelve a intentarlo.
—No olvides la evidencia —intervino el forense—. Es relativamente poca, pero ya podemos hacernos una idea de cómo trabaja.
—El único problema es que no tenemos ni un solo sospechoso —suspiré—. Además de que las únicas víctimas que logramos identificar tenían muchos enemigos en vida, estoy seguro de que más de uno hubiera querido llevar a cabo esos asesinatos.
—Cierto, pudo ser cualquiera con acceso a herramientas de trabajo y algo de fuerza bruta —la cara de mi compañero reflejaba una gran mezcla de cansancio y frustración.
—¡Eso es! —exclamé—. Tengo una idea.
Al escuchar aquellas palabras, las expresiones de los dos sujetos se iluminaron.
—Necesito que volvamos a entrevistar a los conocidos de nuestras tres víctimas, todos los que podamos hallar —me rasqué la barbilla—. Sabemos algunas características principales de quien buscamos, así que de entre los enemigos que estos chicos tuvieron en vida podemos sacar uno en común y que concuerde con nuestro perfil.
—Me parece razonable —admitió Rick—. Tampoco estaría de más investigar a sus amigos, tal vez encontremos más pistas.
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Editado: 23.02.2018