Real Psycho

10-. Promesa de meñique

Dejé caer la pila de hojas sobre el escritorio que tenía al frente, y me bebí el Whisky que quedaba de un solo trago. Un ligero calor subió por mi garganta, y entonces volví a ver a Fieldy.

—¿Este fue todo el interrogatorio? —inquirí, observando los papeles que segundos antes habían estado en mis manos.

—No había mucho más que preguntar, prácticamente nos dieron la misma información que la vez pasada —contestó él.

Eché un vistazo rápido por el informe, y al cabo de un par de minutos, me di cuenta de que los familiares y amigos de las tres víctimas concordaban en una cosa: se trataba de personas con muchos enemigos, por lo que cualquiera pudo haber perpetrado los crímenes. 

No obstante, entre esa larga lista de nombres y descripciones de los posibles asesinos, destacaba una persona.

—Veo que ya te diste cuenta —dijo el jefe de la policía, esbozando una leve sonrisa—. Vamos, dilo.

—Hay un enemigo en común, uno que tiene los motivos y la fuerza física para cometer los crímenes.

—Jake Koehler, veinticuatro años, vive en una zona apartada de la ciudad —Fieldy se sacó una foto pequeña de un bolsillo de la gabardina y la colocó frente a mí. Acto seguido, bajé la mirada para verla mejor y sentí cómo mi corazón se detenía por un instante—. Es el prometido de Emma Wells, mejor amiga de dos de las tres víctimas.

—Es él, el tipo del otro día —gruñí—. Ya lo tenemos.

—Y aún falta lo mejor —mi compañero lucía un poco menos estresado que antes—. Tuvo un altercado físico con la tercera víctima, un turista de Latinoamérica llamado Christian Navarrete, debido a que este último intentó sobrepasarse con su novia. Una semana después encontraron su cuerpo decapitado junto al de las otras dos chicas.

—Bien, pero lo único que no encaja es la razón para asesinar a las otras dos chicas.

—Es que aún no he terminado —alzó el dedo índice para indicarme que me calmara—. Según algunos testigos, estos tres habían estado recurriendo a una bruja para que los ayudara a dañar a Emma, pero al ver que no funcionaba, optaron por tomar cartas en el asunto. Revisamos sus últimas conversaciones entre ellos, y la última vez que hablaron fue para organizar un asalto con violación a la chica.

—Supongo que ahí entra Koehler.

—Eso es lo que no sabemos, aunque basándonos en el testimonio que tenemos es algo casi seguro.

—Espero que eso baste para una orden de interrogatorio —suspiré—. Solo así podremos obtener una confesión directa.

—Justo ahora estamos esperando la orden de la jueza, pero con estos datos es algo casi seguro.

De repente, la puerta de mi oficina se abrió con lentitud, y el esbelto cuerpo de Alissa, mi secretaria, apareció a través de ella. Como de costumbre, vestía una falda gris oscuro bastante ajustada al cuerpo, una camisa blanca y tacones negros. A su vez, sostenía en una de sus manos lo que parecía ser una bolsa de regalo.

—Señor Coil, oficial Fieldy —saludó con una sonrisa—. Disculpen la interrupción, pero acaba de llegar el cartero con esta entrega —caminó hacia nosotros y me extendió el paquete.

—Muchas gracias, Alissa —le sonreí, y vi cómo salía de la oficina.

Casi de inmediato, tanto mi mirada como la de mi compañero se fijaron en la bolsa que había recibido, y sin perder tiempo, la abrí. Para nuestra sorpresa, en su interior solo se encontraban dos cosas: una caja muy pequeña envuelta en papel de colores y una tarjeta de regalo. Decidí revisar el contenido de esta última por curiosidad, y empecé a leerla en voz alta para que Fieldy, quien no le quitaba la vista de encima, supiera lo que decía.

—Una acción vale más que mil palabras, y puesto que hiciste oídos sordos a mis advertencias, me veo obligado a demostrarte las consecuencias de ello —leí—. Ahora, al abrir la caja tienes dos opciones: irte por donde viniste y dejarme hacer lo mío, o llevar esto al próximo nivel. Sea como sea, cumpliré con mi palabra. Es una promesa de meñique. ChriSic.

—¿De qué diablos habla? —espetó Fieldy.

—No lo sé, aunque la única de averiguarlo es terminando de revisar la entrega —repliqué tomando la caja para quitar el papel del envoltorio.

Una vez que hube terminado, coloqué los restos del papel de regalo a un lado del escritorio, y alejando el rostro de ella, removí la tapa. Sin embargo, al ver su contenido, entendí por completo el significado de aquella carta, especialmente la frase final. Después de todo, acababa de recibir un dedo meñique junto a la foto de Amanda, mi hija.



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Editado: 23.02.2018

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