𝕽| 𝒄. ₀₂₃
—𝓒.𝓑─
Despedirnos de Brujas fue demasiado triste en los días posteriores, no quería irme de este maravilloso lugar, olvidaba por completo por esta fue una parada temporal en nuestro viaje. Mamá no paraba de mencionar durante una de nuestras últimas noches, lo hermoso que es Bruselas, capital de Bélgica, y lo mucho que disfrutaba hacer un tour del chocolate. Su emoción rebosaba por todos lados.
—Amarán Bruselas. Aunque nosotros nos encontramos ubicados algunos minutos fuera de allí, sé que les encantará; tenemos una casa hermosa, algunos magos dentro del vecindario, se encuentra dentro de una provincia llena de muggles... espero que eso no te moleste, cariño.
Asentir levemente fue suficiente para que ella continuara charlando los lugares que ha visitado, en especial, durante la época en que fue Magizoologa, mencionaba con tanta alegría cada uno de aquellos lugares a los que viajó, sobre todo, lo mucho que admiraba a Newt Scamander, y como su libro sobre criaturas mágicas la impulso a seguir sus pasos. Mi madre hizo estudios increíbles, ella aprendió demasiado de cada criatura y ayudó en la categorización de muchos de ellos, por lo que tengo entendido, al menos unas quince criaturas fueron descubiertas gracias a ella. El dinero de la familia la ayudó a realizar cada uno de los viajes y estudios que realizó, por lo que daba igual si ejercía su carrera como naturalista mágica o cuanto ganó durante esas épocas — las bóvedas de nuestra familia contenían los suficientes galeones para cuidar de muchas generaciones. Me encontraba realmente fascinada de la forma en que hablaba sobre ello, muchos en la mesa insistíamos en que sus estudios eran realmente buenos, y que no debería descartar la opción de compartirlas. Pero mi admiración e interés por oír a mi madre cesaba por largos momentos, cuando mi impaciencia y mente divagaba sobre los sucesos de hace algunas noches.
Su mirada no me abandonó por días, donde sea que vaya, él siempre estaba presente. Pensarle se sentía tan incorrecto, recrear aquella escena en mi cabeza se sentía como un crimen. ¿Por qué? Era como volver a la realidad, mi sonrisa se desteñía en cada uno de esos momentos, y la confusión me consumía por completo. Sentía que enloquecía.
—Apuesto a que sí, madre —insistí mientras tragaba un gran bocado de comida.
Su expresión de insatisfacción ante ello fue inmediata, negando con la cabeza en forma de desaprobación.
—Tu habilidad con las criaturas mágicas será un gran aporte, Josephine —la sombría voz de Lucius se hizo presente, dejando su copa de vino en la mesa y mirando a mi madre como su pequeña presa. Ella rio nerviosamente e hizo señas con las manos, como si espantara tontamente a una mosca frente a ella.
—Pero ¿qué dices, Lucius? —farfulló entre risas. ¿A que se refería? Pensar en ella parecía una buena distracción para mi cargada mente, pero fue cuestión de tiempo para que su recuerdo golpeara mis pensamientos nuevamente.
Su pie chocó voluntariamente contra mi pierna, lo cual, no fue alguna sorpresa, ya que llevaba gran parte de la cena haciéndolo. Pero aquello bastó para que yo alzara los ojos llena de fastidio y de un vacío enojo, su mirada se pintó de esperanza y sorpresa, de pronto, parecía que iba a decir algo, cuando me obligué a desviar la vista.
Esto está mal, Camila.
A la medianoche, luego de haber terminado de hablar y brindar por unas buenas vacaciones, los elfos domésticos ya se encontraban en el vestíbulo con todas nuestras cosas empacadas, como fue tradición perder algo, yo pasé un cuarto de hora buscando a Aster. Koopy, elfo de los Malfoy, la trajo entre sus brazos cuando ya empezaba a derramar algunas lágrimas de frustración sobre el hombro de papá.
A Lucius y Narcissa les molestaba la cercanía de los elfos con sus amos, era tan obvio por la expresión de sus rostros. No juzgaron mi manera de tratar a los elfos que servían para mi familia, pero no desaprovecharon la oportunidad de intimidar disimuladamente a los suyos por no tratarnos con un gran respeto. Pero esta mas que obvio que no era respeto, era miedo. La tentación que tuve de hablarle a Lucius sobre P.E.D.D.O. fue inmensa, pero la mirada furtiva de mi padre gritaba un claro 'NO'.
—Nos veremos para el almuerzo —oí que le decía Lucius a mi padre, quien asintió levemente, para luego decirle algo a mamá y estrechar su mano.
—Despídete de Draco, Camila.
Mis ojos se ensancharon de inmediato, mi expresión pedía a gritos que no me obligaran a hacer eso.
No podían.
Yo no puedo acercarme a él, siento que saldré corriendo en cualquier momento.
—No tenemos por qué separarnos —musitó Draco, mirando a los cuatro, con un tono lleno de esperanza—. Dijeron que estaríamos juntos todo el verano – agregó al instante.
¿Nos separaríamos?
—Sí, así será, pero eso no implica que tengamos que estar bajo el mismo techo —razonó Narcissa riendo jovialmente—. Bueno, ya debemos irnos.
Draco volteó a verme impaciente, suplicando que insistiera en dar una opinión al respecto, y si es posible, abogar en su favor.
Merlín me quite el corazón de pollo que cargo.
—No sean aguafiestas, apenas empiezo a soportar a Draco y ya lo alejan de mí, ¿así como esperan que seamos prefectos? —repuse haciendo un puchero y dando una mirada de cachorro a mis padres, para luego hacer lo mismo con los Malfoy.
Mamá pareció reconsiderarlo cuando noté cómo volteaba a ver a Narcissa, la cual le dirigió una mirada cómplice a ella.
Papá se veía desinteresado y a la espera de que dieran una última opinión, golpeando la suela de sus zapatos contra el piso con impaciencia.
—Por la forma en la que discuten, pensamos en qué tal vez sería buena idea que cada uno esté por su lado —explicó mamá, dando la cara por ambas.
Automáticamente Draco y yo nos miramos extrañados, mientras que mamá y Narcissa seguían con esa mirada peculiar y luchando por ocultar su gran sonrisa.