Capítulo 44

𝕽| 𝒄. ₀₄₄
—𝓒.𝓑─

El cielo grisáceo y la llovizna incesante parecían ser el telón de fondo perfecto para el día domingo. Aunque resultaba extraño, después de la sucesión innumerable de eventos durante el partido del sábado, yo había albergado la esperanza de que el sol brillara y no necesitáramos abrigos gruesos, bufandas y guantes. Al menos por un día.

—Si te soy honesto, nunca imaginé nada entre Malfoy y tú —confesó Harry, tras un largo minuto de silencio—. Creo que ni a Hermione se le pasó eso por la mente.

Soltó una pequeña risa, extendiendo sus brazos mientras avanzábamos por el pasillo en dirección a la lechucería.

—¿Puedo preguntar cómo ocurrió?

Quise detenerme en medio del pasillo y quedarme ahí, reflexionando sobre esa pregunta. No había mucha lógica en la respuesta, en realidad. Pero apenas habían pasado unas horas desde lo sucedido.

—Tal vez desde el Baile de Navidad —respondí, aunque no estaba completamente segura—. No tengo idea, la verdad. Pero al reflexionarlo, siempre hubo una conexión distinta entre nosotros, algo más profundo que la amistad común... y pasar el verano juntos solo hizo que esa conexión se intensificara.

—Entiendo —suspiró—. No sé qué decir, Camila. Todo esto es muy confuso, ¿sabes? Hablamos de Malfoy, de Draco Malfoy.

Podía sentir el tono de frustración en su voz y lo mucho que luchaba por mantener la calma. Últimamente, Harry parecía perder fácilmente la paciencia ante la menor provocación. Habría sido tranquilizador pensar que mi situación no era más que un asunto trivial, pero ambos sabíamos que no era así.

Harry había dado el primer paso al acercarse a mí en la mesa, pidiendo encontrarnos después del desayuno. George, por su parte, me había enviado una carta antes de la mañana, solicitando hablar conmigo antes del mediodía. Acepté ambas invitaciones, reservando la hora después del almuerzo para reunirme con Draco en la enfermería, aunque él no había escrito, sabía que era necesario.

—Ocultar mis pensamientos y emociones me condujo a esta situación, Harry —dije sinceramente—. Mi intención siempre fue mantener la paz con todos, pero me resulta imposible. No puedo hacerlo cuando no soy honesta conmigo misma, y aunque me duela, si tengo que gritar lo que siento, lo haré... pero quiero que sepas que nunca tuve la intención de lastimar a nadie, y créeme, he sacrificado mucho por todos durante este tiempo. Esta situación me duele, Harry.

Él rió suavemente, tomándome del brazo para ayudarme a subir unos escalones resbaladizos.

—Te diría que entiendo, pero la verdad es que no lo hago —suspiró— Eres mi amiga y trato de no pensar en quién es él... pero es Malfoy, Camila —repitió, con un tono que parecía estar cargado de decepción.

Era comprensible que se sintiera así.

Sabía perfectamente que esta situación no sería bien recibida por Harry, y no lo culpaba en absoluto. Era evidente que esto lo tomaba por sorpresa y no era una noticia muy agradable. Después de todo, Draco había sido una persona terrible con mis amigos.

No podía evitar sentir algo por él, y por más que luché por evitarlo... llegué al punto de rendirme. Decidí despojarme de la armadura que no necesito y ahora estoy enfrentando las consecuencias de haber callado y evitado lo que realmente quiero, siento y pienso durante tanto tiempo.

Si tenía que admitirlo con palabras simples, lo haría.
Me gusta Draco Malfoy.

Hubiera deseado que la situación fuera diferente, que el ambiente fuera más propicio para esta revelación. Quizás que mis amigos estuvieran felices por ello o que Draco, incluso después de todo lo que hemos pasado, se sintiera igual de aliviado al saberlo. Comprendería si sus sentimientos hubieran cambiado a esta altura.

—En fin... no creo que enloquecieras y golpearas a cualquiera a tu alrededor por algo insignificante, ¿verdad?

La conversación que tuve con George se propagó por el castillo en cuestión de minutos, arrastrando consigo también la sanción que los gemelos y Harry recibieron; estaban suspendidos de por vida de jugar quidditch y se les confiscaron sus escobas — una medida drástica en comparación con el castigo de dos semanas impuesto por McGonagall. Ahora, en el castillo, no había nadie que no me viera como alguien frívola y mujeriega, pues corrió el rumor de que rompí con George en medio del campo de quidditch y proclamé mi amor eterno por Draco Malfoy.

—No mentiré y diré que Draco es una persona sin defectos y perfectamente correcta...

—Es una persona horrible, Camila.

Me lanzó una mirada severa y se aproximó a una de las lechuzas que estaban en el lugar, tomando algo que traía consigo —acababa de llegar— y amarrando una carta en su pata.

—No sabes cuántas veces he repasado cada cosa que hizo, cada palabra que dijo, cada peor recuerdo que tengo de él, pero a pesar de todo eso...

—El cariño permanece —concluyó, abriendo con ansias el paquete que había recibido—. No voy a juzgarte por eso, no sería tan mezquino de hacerlo cuando te conozco a la perfección.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, buscando un lugar en la pared que estuviera relativamente limpio de excremento de lechuza donde apoyarme.

Harry detuvo su búsqueda en la caja blanca y extrajo varias cartas junto con una bolsa de galletas. Luego alzó la mirada hacia mí y dijo—: Siempre logras ver lo bueno en las personas, Camila, siempre crees que existe algo de bondad en ellas.

—Nunca llegamos a conocer completamente a alguien, nunca entendemos su historia al completo hasta que nos tomamos el tiempo de escucharla y no la juzgamos prematuramente —Harry suspiró y asintió, acercando la bolsa de galletas para que pudiera tomar una.

Una buena manera de callar a una persona.

—¿Qué tal están las galletas? —señaló la bolsa con la mirada—. Las he estado recibiendo desde segundo año, tres veces por semana —comentó, dando un mordisco a una que estaba cubierta con un glaseado de jalea; parecía deliciosa.