Realities | Draco Malfoy

Capítulo 64

𝕽| 𝒄. ₀₆₄
—𝓒.𝓑─

—Vámonos —susurró Draco, tirando de mi túnica antes de que el mortífago pudiera levantarse del suelo— Tumba a cuantos puedas. No utilices maldiciones —pidió cuando vimos las túnicas de otros dos.

—Quizá hayan salido al vestíbulo —dijo una voz áspera.

—Mira debajo de las mesas —sugirió otra voz.

Los mortífagos doblaron las rodillas, entonces una varita salió de debajo de la mesa y una voz gritó—: ¡DESMAIUS!

Un haz de luz roja dio contra el mortífago que tenía más cerca; éste cayó hacia atrás, chocó contra un reloj de pie y lo derribó. El segundo mortífago, sin embargo, se había apartado de un salto para esquivar el hechizo de Harry y apuntaba con su varita a Hermione, que salía arrastrándose de debajo de la mesa para poder apuntar mejor.

—¡Avada...!

Entonces Draco se lanzó por el suelo y agarró por las rodillas al mortífago, que perdió el equilibrio y no pudo apuntar a Hermione. Neville volcó una mesa con las prisas por ayudar, y apuntando con furia al mortífago que forcejeaba con Harry, gritó:

—¡EXPELLIARMUS!

La varita de Harry y la del mortífago saltaron de sus manos y fueron volando hacia la entrada de la Sala de las Profecías; Harry y su oponente se pusieron en pie y corrieron tras ellas; el mortífago iba delante, pero Harry le pisaba los talones, y Neville iba detrás, horrorizado por lo que acababa de hacer. Entonces el otro mortífago se levantó confundido, sacando su varita y apuntando a Draco.

—¡¿Cuál es tu problema?! —ladró amenazante. La escena era compleja, pues Hermione, quien vio todo no sabía cómo reaccionar. Sin embargo, una idea peligrosa se cruzó por mi cabeza cuando recordé las órdenes de Lucius.

—¿Cómo te atreves a alzarle la voz así a mi esposo?

La voz que emití me sorprendió tanto como a los presentes, pues incluso el tono que ejercí fue tan parecido al de Josephine que el mortífago retrocedió con temor.

—Señora Bellerose, yo creí que sólo Nathaniel...

—¿Que sólo Nathaniel qué? Estoy autorizada de estar aquí, el Señor Oscuro me envió junto a mi marido. —mascullé, acercando mi varita peligrosamente a su cuello—. ¡Ahora lárgate hacia otra dirección si no quieres que hable con él!

El mortífago salió por un lugar donde tanto Harry o Neville no cruzaron, y cuando Draco terminó de asegurarse que no se encontrara uno cerca, suspiró aliviado.

—Sal de aquí antes de que sea tarde. Eviten a Anthonin Dolohov. —le pedí en mi mayor esfuerzo por seguir hablando como mi madre, pero ella pareció no entender—. ¡Vete ya!

Una vez la castaña siguió el camino de Harry y Neville, Draco tomó mi brazo y empezó a correr en dirección contraria, regresando por donde vinimos.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté jadeando, levantando mi varita para despejar el camino por donde íbamos.

—¿No es obvio? ¡Debemos buscar ayuda! Llamar a algún Auror o algo así... Potter siempre tiene gente cuidándole las espaldas, debemos encontrarlos —dijo mientras llegábamos al punto de partida en nuestro recorrido.

—Draco, no lo entiendes —exclamé cuando el rubio nos llevaba de vuelta a las puertas giratorias.

—¿Qué debo entender? ¿Que están en desventaja numérica? Mientras más tiempo perdamos, más peligro corren. No podemos permitirnos discutir esto, no lo haré —soltó mi mano tras su última declaración, pareciendo consciente de la decisión que tomaba—. Casi les lanzan una maldición asesina, ¿cómo esperas que esté tranquilo? Alguien está en riesgo de morir esta noche y podemos evitarlo. Así que vamos.

No era momento de cuestionarlo, él había comprendido el punto de todo esto cuando escuché sus palabras.

—Draco, ellos están en camino —susurré, sobresaltándome por los estallidos y gritos que se escuchaban tras las puertas. Cuando la pared se detuvo, Draco abrió la puerta que teníamos frente a nosotros, dando un paso confiado pensando que era la salida. Pero se equivocó.

Era una habitación grande, rectangular y débilmente iluminada, cuyo centro estaba hundido y formaba un enorme foso de piedra de unos seis metros de profundidad. Estaba de pie en el banco más alto de lo que parecían unas gradas de piedra que discurrían alrededor de la sala y descendían como en un anfiteatro. En el centro del foso, sin embargo, en lugar de la silla con cadenas había una tarima de piedra sobre la que se alzaba un arco, asimismo de piedra, que parecía tan antiguo, resquebrajado y a punto de desmoronarse. El arco, que no se apoyaba en nada, tenía colgada una andrajosa cortina; era una especie de velo negro que, pese a la quietud del ambiente, ondeaba un poco, como si acabaran de tocarlo.

La imagen de Sirius desvaneciéndose detrás del velo se grabó en mi mente, congelando mi cuerpo y enviando escalofríos por todo él. Ese momento me fijé un nuevo objetivo, ya que no tenía más alternativas. Debía encontrar a Bellatrix Lestrange.

Una sacudida en la puerta nos alertó, y antes de que pudiera ser abierta, Draco agarró mi brazo y me arrastró, cerrando la puerta de la Cámara de la Muerte a nuestras espaldas.

—No... Draco, no —dije mientras me dirigía hacia la puerta, pero él me detuvo con su mirada suplicante, llena de cansancio y angustia.

—No entiendo nada, Camila —susurró con voz temblorosa— Y creo que no quiero entenderlo. Me duele incluso intentarlo —confesó, dejando que las lágrimas cayeran por sus mejillas.

—Muchas cosas pueden resultar de esto y temo que ninguna sea prometedora. —dije mientras acariciaba su rostro con el pulgar—. Temo perder algo más que tu presencia física, pero detenerlo implicaría un sacrificio inmenso.

—Mi padre es un idiota. —murmuró, pareciendo comprender mi punto—. ¿Por qué aceptaría esta misión de todas? ¡Maldición, aún somos adolescentes! ¿No se da cuenta de que podríamos ser nosotros los que estemos en su lugar? Y lo peor es que es así, estamos arriesgando nuestras vidas por Potter. Nada de esto parece justo, pero es lo correcto, lo que debemos hacer...



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En el texto hay: draco malfoy, dracomalfoy, realidaddeseada

Editado: 31.08.2024

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