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**María**
Me despierto de un sueño profundo para encontrarme envuelta en una extraña sensación, como si el mundo a mi alrededor hubiera cambiado de forma imperceptible. No es un día normal; hay una chispa de alegría que me inunda, una felicidad palpitante que hace tiempo no sentía. Con una sonrisa que se dibuja sin esfuerzo en mi rostro, decido bajar a saludar a mi madre, deseando compartir con ella lo que hay burbujeando en mi interior.
—Mamá, tenemos que hablar, por favor—la llamo, tratando de contener la emoción que me empuja hacia adelante. Ella, alzando una ceja y mostrando visiblemente su intriga, asiente y se sienta a mi lado en el sillón de la sala. La luz del sol entra suavemente por la ventana, iluminando el aire que nos rodea y nuestras caras, creando un ambiente cálido y acogedor.
—¿De qué se trata, cariño?—me pregunta, con un tono que combina curiosidad y una ligera preocupación en su voz.
—Mamá... ¡encontré a mi mate!—exclamo, dejando que la emoción brille en mis ojos.
—¿A tu "mate"? ¿Y eso qué es?—pregunta, la confusión dibujada en su rostro mientras trata de procesar mis palabras. En ese instante, me doy cuenta de que no he sido lo suficientemente claro; no le he compartido todo lo que me dijo Luna, mi mejor amiga y confidente en este camino lleno de descubrimientos.
—Mamá, "mate" es sinónimo de tu alma gemela, tu media naranja, la persona con la que pasarás el resto de tu vida—le explico, emocionada, usando gestos que acompañan mis palabras. Cada sílaba resuena en mi interior como si estuviera afinando una melodía. La calidez de mi revelación me envuelve como un abrazo reconfortante. —Y lo mejor, me ha aceptado.
Su reacción es instantánea. Se levanta de su asiento, sus ojos brillan con alegría mientras se lanza hacia mí y me envuelve en un abrazo apretado. Me besa brevemente en la frente, un gesto que siempre me hace sentir amada y segura, como si durante ese instante todo estuviera bien en el mundo.
—¡Felicidades, hija! Espero que ese muchacho sea bueno y sepa cómo protegerte. Pero, dime... ¿es humano o…?—me pregunta, y su tono preocupado me hace sonreír de forma involuntaria.
—Es un licántropo, es el alfa de los Alphas—le confieso, recordando la intensidad de su mirada, la chispa de su personalidad que me había dejado cautivada desde el primer momento que lo vi en el lago. Su aura era inconfundible, reconfortante y al mismo tiempo desafiante.
La reacción de mi madre es un juego de emociones: asombro, fascinación y un leve pánico que se dibuja en su rostro. Me abraza nuevamente, pero esta vez lo hace con más fuerza, como si quisiera protegerme de cualquier posible temor. Con una voz más suave, me pide que, por favor, se lo presente.
—Yo encantada, te lo presento. Pero no sé si él va a aceptar—le confío, sintiendo un leve matiz de nostalgia crecer en mi pecho. —Además, solo nos acabamos de conocer, y tengo que conocerlo mejor antes de entregar mi corazón por completo.
La incertidumbre se asienta en mi pecho como un pequeño peso, pero no puedo evitar sonreír al pensar en él. Junto a la inquietud, hay un anhelo ferviente de que las cosas funcionen, de que él sea diferente, que me quiera tal como soy. Mi madre, siempre optimista, me sonríe y me asegura que todo estará bien, pero que primero tengo que presentarle a mi mate.
Después de rara vez dar muchas vueltas por la casa en busca de un libro que había empezado a leer y que había dejado olvidado en un rincón, me encuentro con que el tiempo avanza danzando entre mis dedos. Decido que es el momento de salir al balcón, un lugar que siempre ha sido mi refugio, donde las dudas se disipan y mis pensamientos fluyen al compás de la brisa.
Con el aire fresco acariciando mi piel, me siento en la mecedora que ha sido testigo de mis sueños y mis anhelos. Mientras me acomodo, la voz de Luna resuena en mi mente, trayendo consigo un eco de melancolía.
—¿Cuándo volveremos a ver a nuestro mate? Lo extraño—me dice su voz, y reconozco la verdad en su tono.
—También lo extraño—confieso, mirando hacia el cielo, donde las nubes parecen danzar libres. —Pero... no sé cuándo lo veremos de nuevo, Luna. A veces, siento que el destino tiene sus propios planes, y nosotros solo somos una pieza en este enorme rompecabezas.
Siento en mi pecho un torbellino de emociones, una mezcla de anticipación y nerviosismo. La ilusión de un futuro brillante y los temores de lo desconocido juegan en mi corazón como un vals. En cada giro de pensamientos, espero que, cuando llegue el momento, con todo lo que he soñado y deseado, nuestras almas se reconozcan, y el amor que desciende de la luna, a la que tanto anhelamos, finalmente sea nuestro. Mientras me pierdo en mis pensamientos, me pregunto si el destino ya tiene todo escrito, o si yo también tengo un papel que cumplir en esta historia que apenas comienza. Sin duda, esta aventura, llena de posibilidades, espera por nosotros.
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Editado: 03.08.2024