Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

9. Grace

«Me cargó en sus brazos, yo no era tan pesada ni tan alta, pero aunque sea un suspiro de esfuerzo se le debió escapar cuando subió las escaleras hacia la habitación, sin embargo parecía como si estuviera dispuesto a tenerme así por siempre, y a mí no me desagradó la idea.

Me sentía segura en esos brazos desconocidos. Cuando recosté mi cabeza de su ancho pecho escuché el simpático aleteo de su corazón, que repiqueteaba al ritmo del mío.

Me dejó sobre la cama con cuidado, se quitó la camisa y se subió sobre mí. Quería hablar pero no podía, no era capaz de proferir un sonido diferente al de un gemido de satisfacción. Con sus manos comenzó a levantar el pliegue de mi suéter de lana, cada centímetro de piel que sus dedos tocaban despertaban aquel mar de sensaciones que no podía controlar.

Cuando estuve únicamente en brasier se detuvo, levanté mi rostro para verlo y fue cuando reconocí por primera vez que este era mis sueño de siempre porque este hombre que me tocaba dulcemente tenía el rostro de Dominic…».

Los golpes de la puerta me despertaron. Respiré profundamente para tomar ese aire que se me escapó en el sobresalto de la impresión. Lo recordaba tan perfecta y vívidamente que me aterraba. Había soñado esta vez con Nic. ¡Había tenido uno de mis sueños perverso con Nic!

—¡Grace, cariño! ¿Estás bien? —gritó Helen desde el pasillo.

Me senté sobre la cama, busqué una liga para sujetarme el cabello en una desarreglada coleta alta y bostecé antes de contestar.

—Ya estoy despierta.

—¿Puedo pasar?

—Claro.

La puerta se abrió y Helen entró con una bandeja de comida.

—No hemos encendido la calefacción del resto de la casa, así que traje tu desayuno hasta acá. Espero no te moleste.

Sonreí apenada por su consideración.

—El servicio a la habitación nunca es mal recibido—intenté bromear, pero de nuevo se me vino a la cabeza que quizá sonó odioso.

Helen se echó a reír.

—Sigue haciendo esas bromas y terminaré adoptándote—caminó hacia las ventanas y abrió las cortinas—. ¿Tienes ropa sucia para lavar?

—Y-yo puedo lavar mi propia ropa.

—Tonterías, no hago más nada que hacer los que haceres de la casa, así que con eso me distraigo. Deberías darte una ducha, el agua caliente está buenísima.

—Gracias.

Helen se devolvió a la puerta.

—Puedes bajar cuando estés lista.

Entonces cerró la puerta después de salir.

Observé anonadada la bandeja y la variedad de alimentos en ella. Me gustaba comer lo que no podía engordar. Me levanté de la cama y fui hasta el baño para cepillarme los dientes. Vi por el espejo lo rosadas que estaban mis mejillas, boté el agua apresuradamente.

—No lo puedo creer—examiné mi rostro—. Qué vergüenza.

Cuando terminé de comer me metí a la ducha y durante todo ese tiempo bajo el agua caliente de la regadera intenté mantener lejos el recuerdo del sueño con Nic. ¿Ahora cómo lo vería a la cara? Definitivamente de ahora en adelante tendría que evitarlo, no quería que se diera cuenta de lo que pasaba por mi mente.

Cuando estuve totalmente vestida y abrigada decidí salir. Abrí la puerta, pero cuando quise salir me encontré con el enorme torso de una persona que bloqueaba el camino. Levanté mi rostro y me encontré con la inhóspita mirada azulada de Nic, como siempre, como si tuviera planes de comerme o algo así.

Mi corazón comenzó a latir desbocado, fue tan repentino que por un momento creí que estaba enferma. Quise creer que mi pulso se aceleró a causa de la vergüenza que sentí cuando recordé el sueño.

—Buenos días, Grace—me saludó.

Tuve la sensación de que lo metí en problemas el día anterior con Ahron, sin embargo ahora se notaba tranquilo.

—B-buenos días…

—¿Puedo pasar?

—P-pero es que yo iba…

Así como ayer en su casa, me giró de vuelta al cuarto y cerró la puerta atrás de nosotros.

—Vaya, que acogedor—comentó apreciando el interior de mi habitación—. Parece la habitación de una casa de muñecas, pero se parece a tu estilo. 

Algo en todo esto no me parecía correcto, Nic no debía estar a solas conmigo en mi habitación y definitivamente él era demasiado grande, no se equivocaba cuando hablaba del tamaño. Era muy impulsivo y no parecía interesarle lo de piensa antes de actuar. Como un niño de segundaria.

—¿Qué haces aquí? —me atreví a preguntar.

Entonces Nic inclinó su mirada hacia mí.

—Vine a invitarte a salir.

Ni correr un maratón, nadar 20 kilómetros o saltar la cuerda por horas podría hacer que mi corazón se acelerara como lo hacía en ese momento.

—¿A s-salir? —repetí como una tonta—. Es justo lo que yo iba a hacer, estaba a punto de salir de mi cuarto…

La seriedad en su expresión me detuvo.

—No es a lo que me refiero. Los muchachos y yo saldremos con Danely a Mountain Village.

—¿Quieres que vaya con ustedes a un lugar donde hace más frío que aquí?

No quería hiperventilar, era patético, pero estaba loco si creía que mi cuerpo soportaría más frío del que ya sufría.

—Estarás haciendo actividades que te mantendrán en calor—insistió.

No pude evitar pensar en las posibles actividades que me mantendrían en calor, pero entonces mi sueño se plasmó en mi mente.

—N-no creo que deba ir. Ahron no querrá…  Helen…

—Ya los convencí—me interrumpió—. Y no estoy dispuesto a irme con un no, quiero llevarte a ti, Grace.

 ¿Por qué insistía tanto en llevarme? Acabábamos de conocernos. Podía haber otra razón… ¿Cabría la posibilidad de que yo le gustara? Lo miré sutilmente mientras él observaba distraídamente otro punto de mi habitación, se veía tan guapo con su chaqueta de cuero marrón y esa camisa negra. Nic era muy alto, musculoso y sin embargo era elegante. No, jamás podría gustarle a alguien como él. Está fuera de la liga infantil que yo no era capaz de superar.




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