Las luces de los faroles iluminan el largo corredor, se escucha música y risas de hombres mayores. Solo los invitados del señor Johnson pueden entrar a la sala, por lo tanto, el señor García y su hijo entraron por la puerta de atrás, por la cocina, llevaba un encargo de la señora Amanda. Había mucha comida en las bandejas, cuando la barriga de Lucas estuvo llena y su padre estaba distraído hablando con el cochero de la familia, el niño aprovechó para escabullirse, poco a poco, pegada su espalda a la pared fue avanzando.
La mansión estaba iluminada, sin embargo, la habitación de Isabel permanece oscura. Lucas respira con decepción, seguro el ángel está dormido.
De pronto un as de luz parece emerger de la oscuridad. Se quedó quieto conteniendo el aliento, ¿qué ser es aquel de blanco reluciente? ¿Un hada? ¿Un hada en pijamas?. La risotada de un invitado desvía su atención por un segundo, al volver la vista al lugar de la hermosa aparición, ya no estaba. Camina un poco más cerca, sigiloso, escondido, mirando por una esquina, fue cuando su oreja siente un tibio aliento, los vellos de su cuerpo se crisparon y su cabello pareció estar más alborotado. Aun sin atreverse a voltear, escucha una risita... una muy conocida.
Isabel tapa su boca evitando reír. Lucas frunce el ceño, pero, esa manera de reír ocultando sus pequeños labios, sus mejillas sonrojadas y su cabello acariciado por la brisa nocturna hace que suspire y ría también.
Ambos sonrojados, sin saber el motivo...
—¿Te asusté?
—Claro que no, yo, sabía...
—¿Viniste a verme?
—Yo, pasaba por aquí... perseguía un rastro.
—¿Un rastro?
—Una huella...
—¿Una huella?, de qué?
—Pues no sé, tengo que descubrirlo.
—¿Crees que se trate de piratas?
—Tal vez, sea un fantasma.
—Los fantasmas no dejan huella, son fantasmas.
Lucas hace una mueca. —Pues este sí.
—¿Que harás cuando lo atrapes?
—Lo encerraré en una botella
—¿Me lo enseñarás?
—No sé, lo pensaré.
Isabel hace un puchero, camina hacia el jardín
—¿Dónde vas?
—Perdí mi libro.
—Búscalo mañana...
—¡Ahora!
Lucas piensa, niña caprichosa... un hermoso ángel caprichoso.
—Es tarde, te regañarán.
—Pero ese libro me gusta mucho.
—Iré yo mismo, a buscarlo, soy un niño grande... Tal vez feos y babosos trolls estén cerca.
Isabel se asustó
—¡No temas, con mi espada abriré su garganta!
La niña mira hacia ambos lados, un ruido entre las ramas hizo que buscara protección en los brazos de su valiente caballero.
—No dejes que se acerquen...
El joven caballero, estaba batallando con esas confusas sensaciones, el ángel aferrado a él, es más de lo que puede soportar. La aparta y toma de la mano, te guiaré hasta tu habitación, allí estarás a salvo.
Isabel pestañea.—¿Lucharás con ellos?
—No dejaré a ninguno con cabeza.
—¿Encontrarás mi libro?.
—Soy tu caballero, es una promesa.
—Entonces mañana te esperaré en nuestra colina.
—Allí estaré.
El joven caballero se aventuró en el espeso bosque, en busca del libro mágico. Sabe que el camino es peligroso, pero un caballero mantiene su promesa. Con sigilo avanza, ojos redondos y destellantes lo vigilan, pero él no teme...es el viejo búho que habita un añoso ciprés. De pronto siente pasos, alguien acecha.
Lucas empuña su espada y...
—¡Mi oreja!
—¿Acaso no escuchas que te estoy llamando?, pregunta el señor García, con cierto tono de molestia.
—Es que yo...
—Andando.
—Pero tengo una misión.
—Dile a mi cinturón.
...
Lucas traga saliva, pero un caballero mantiene su promesa, entonces corre lejos de su captor, no importa el castigo, ser héroe no es fácil. En su carrera, cae... maldice interiormente, pero ante sus ojos el tan ansiado libro, lo toma y esconde entre su ropa. Respira hondo y vuelve con su padre.
De regreso el señor García mantiene firme las riendas, Lucas lo mira, lleva el entrecejo fruncido, el joven caballero mira el camino, podría saltar a una nave mercante y pasar por un marinero... navegar por alta mar hasta llegar a los dominios del ogro y rescatar a la princesa, se le escapa un suspiro, su padre lo mira de reojo, carraspea.
—Ya estás grande para seguir jugando con amigos imaginarios.
Lucas lo mira un instante, ¿qué tiene de malo construir castillos en el aire?. Algún día construirá un castillo para Isabel.
—Después de clases, me ayudarás en el granero, dice su padre con total seriedad, —a ver si así maduras.
Al día siguiente Lucas corrió hacia la colina, esperó a Isabel.
Isabel se levanta con sigilo, camina por el largo corredor, se esconde, las sirvientas ya comienzan con las labores del día. Una entra a la habitación, desde la puerta mira hacia la cama... respinga la nariz, la señorita duerme. Creyó al ver las cobijas ordenadas de manera que simulaban la silueta de la niña. El ama de llaves resopló, es mejor dejarla dormir, así me evitaré por algunas horas sus caprichos, dijo para meterse a la habitación del señor Johnson.
Isabel hizo una mueca, Frida aprovecha las ausencias de su padre para hurgar entre sus cosas. Se coloca los vestidos de su madre y usa sus joyas. De todos modos podrá salir sin preocuparse de ser descubierta, pero otro peligro acecha, ¿y si los seres del bosque la atrapan?... Respira hondo y sonríe, seguro su caballero se encargó de ellos, lo prometió. Entonces, con la agilidad de su ser celestial, sale de la mansión, vio grandes piedras en el camino, seguro son los troll que se convirtieron en rocas al ser derribados por su valiente caballero.