DANA
Alcides me recogió y agradezco que no hiciera ningún comentario porque en verdad me siento tan mal, que en este momento solo podría desear mi muerte.
-. Hoy en la tarde – él parece sorprendido por mi comentario al bajar de la moto
-. ¿Estás segura? – su voz suena dulce
-. No, pero sino hago algo me voy a asentir morir – intento retener las lágrimas y fallo desastrosamente en el intento y él me abraza
-. Qué tal si hoy te das un día libre – lo dudo porque nunca lo había pensado
-. Yo… - miro sus ojos con esa expresión de súplica – de acuerdo – la verdad que tengo para perder, subo de nuevo en la moto y me dejo llevar.
NARRADOR
Durante toda la mañana Andrea, Melissa y Rogelio buscaban razón de por qué Dana no estaba por ningún lado y aun mas que no tenía ningún número para poder comunicarse.
Alcides había llevado a Dana al gimnasio de su amigo, que estaba cerrado ya que solo funcionaba a partir de las 6 de la tarde, le pone unos guantes y la lleva a golpear un saco de boxeo.
-. No reprimas tus sentimientos – aconseja – imagina que aquí está la persona que te ha hecho daño y puedes golpearla sin restricciones – Dana asiente y empieza a lanzar golpes que con el paso del tiempo se vuelven más rápidos y más fuertes
-. Si necesitas gritar, hazlo – Dana lo hace mientras llora y pasada una hora y ella extremadamente exhausta se deja caer de rodillas y ya ni siquiera tenía lágrimas para derramar. Alcides se acerca con una botella de agua que se la brinda y ella la toma sin pensar
-. Creo que no voy a poder caminar – murmura
-. Te has esforzado mucho – el lleva un mechón de su pelo detrás de su oreja – estas pasando por mucho a tus 17 años
-. Parece que un extraño se preocupa más por mí que quien debería hacerlo – ella da una pequeña sonrisa
-. Espero que esto te haya funcionado – él evade el tema porque él conocía toda la historia y se sentía como un acosador
-. Esto es mejor que la medicina – él la ayuda a incorporarse - ¿Cuántos años tienes? ¿Por qué siento que te he visto antes?
-. Tengo 25 años, en la otra pregunta tengo una memoria de pollo y no sabría decirte – se sentía tan mal de mentirle; pero es que se conocieron en el momento más inapropiado y él se enamoró de ella a primera vista; pero ella es menor de edad
-. Vaya eres algo mayor, aunque no pareces – ella sonríe – por favor llévame a casa, por favor – él asiente y van de nuevo a la moto, llegan y ella se despide para subir, tomar una ducha, hacer el almuerzo y tomar una larga siesta.
Cuando sus hermanos llegaron se sirvieron el almuerzo y trataron de no hacer ruido para no molestarla, ella despertó cerca de las seis y les ayudó revisando sus tareas o corrigiendo dependiendo de lo que necesitaban.
Cuando amaneció ella tenía mejor semblante, pero su cuerpo no podía decir lo mismo ya que apenas y podía caminar; ella sonreía porque pensaba que parecía un pingüino en la manera en que estaba caminando.
Ella bajo y Alcides se veía divertido por la pequeñita ventanita del casco.
-. Ni siquiera te burles - le advierto intentando llegar a la moto
-. Buenos días – escucho sus carcajadas – no diré nada de nada
-. Buenos días – digo cuando ya estoy sobre la moto – muchas gracias por lo de ayer, en serio lo necesitaba
-. Me alegra que te haya servido – emprendemos nuestro camino y al llegar me duele horrible el bajar
-. Si deseas puedo ayudarte a llegar a tu aula – asentí porque hoy me tocaba clases en el tercer piso, sentí su brazo por mi cintura y como me levanto del piso, no me había fijado bien en su físico; hasta ahora que incluso me fije que me debe llevar unos cinco centímetros de diferencia en estatura y era muy fuerte.
Llegamos a mi aula y él me dejo en mi carpeta con suavidad, aunque de igual manera sentía todo adolorido; y mi cara no ayudaba con los gestos que hacía y más aún cuando hasta para respirar me dolía.
-. No te rías – le advierto al ver que estaba a punto de soltar la carcajada
-. Lo siento – dice ya entre risas – es que te ves muy graciosa – le saco la lengua
-. Me alegra ser tu payaso de a gratis – le respondo con sarcasmo y no quiero reírme porque me va a doler todo
-. Bueno – de a poco se calma – si quieres vengo a ayudarte para que bajes – iba a mandarlo por un tubo, pero pensándolo bien no puedo ni caminar
-. De acuerdo – le doy una mini sonrisa – en esta aula estaré – asiente y se va, y yo puedo escuchar sus carcajadas
“Supongo que si me veo chistosa”
-. Que bien hoy si asistió la señorita – veo a mis amigas algo molestas y quiero reírme, pero en su ligar hago una mueca de dolor
-. ¿Estás bien? – Melisa es la primera en acercarse
-. Ayer tuve un desahogo diferente – y veo como se miran – fui a practicar box – ellas parecen decepcionadas
-. A ver levántate – miro mal Andrea porque era obvio que quería burlarse de mí
-. Ya déjala – Melisa estaba rara
-. ¿Qué pasa? – las miro y Andrea empieza a jugar con sus manos – hablen de una vez – antes de que ellas pudieran responder vi como Rogelio entro muy molesto
-. ¿Quién demonios es el chico que te trae y te recoge? – el aula quedó en silencio y yo me puse roja, pero del coraje
-. Eso a ti no te importa – no puedo gritar porque hasta para eso me duele – mejor lárgate con todas tus novias y a mi déjame en paz de una buena vez – en serio me está doliendo horrores mi costado derecho
-. Pensé que eras diferente – en serio quería tirarle un puñetazo en el rostro
-. Como si me interesara lo que tú pienses de mí – lo miró con ira – porque al final la opinión que me importa es de muy pocas personas
-. No sabía que podía ser una fácil – no escuche más y le estampe mi mano en su mejilla
-. Para hablar de mí, lávate tu boca con jabón – mi respiración es agitada y quiero llorar por el dolor y la rabia – eres un jugadorazo que ni siquiera merece mi atención y espero que te alejes de mi lado porque no te quiero ver en mi vida – suspiro con mucho dolor – así que hazme al menos un favor en tu vida si de hoy en adelante me ves por ahí haz como que no me conoces – dejo caer mi cabeza en mi carpeta y mis lágrimas salen porque el dolor ya es insoportable