CANSANCIO
Falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado.
Hastío, tedio, fastidio.
Siempre he tenido problemas para socializar.
Ya lo había dicho. Pero nunca estaba de más recordarlo.
Desde que era pequeña fue así, y recuerdo cada intento que hacía mamá para que pudiera tener amigos, pero cada uno de ellos fallaba, por “x” o “y” razón.
Durante mi etapa en primaria, mamá se encargaba de buscarme amigos con los que pudiera jugar, y durante un tiempo eso funcionó; hasta que las únicas dos amigas que jugaban conmigo dejaron de hacerlo.
La primera, era una vecina que estaba a unos cuantos minutos de casa. Era mayor que yo por un año; y aunque éramos muy buenas amigas y solíamos llevarnos de maravilla, no siempre podíamos jugar todo el tiempo que quisiéramos, porque su mamá solía pedirle favores relacionados al hogar mientras que yo me quedaba ahí esperando a que terminara pronto para poder seguir jugando, porque no me dejaba que le ayudara.
La segunda, una compañera de clases que vivía cerca de casa. Y con la única que me podía relacionar, no solo por la cercanía de nuestras casas, en ese entonces no me importaba caminar mucho con tal de jugar con alguien, sino también por la edad, nos separábamos solo por algunos meses.
Todo parecía ir bien. Hasta que su mamá comenzó a decir mentiras sobre que ella no estaba, cuando en realidad estaba en su habitación, encerrada sin hacer ruido; seguro salía cuando nos íbamos.
En esos momentos no comprendí lo que ocurría; tampoco es que lo haga ahora. Pero si algo no se me puede pasar, son los pensamientos que he tenido desde que comencé a analizar esas situaciones.
Todo pareció mejorar cuando entré a primaria y mi primer amigo se hizo presente, después de un pequeño incidente que parecía ponernos como enemigos, pero que al final terminó uniéndonos de una manera impresionante.
Al final, resultó que nuestros padres también fueron amigos, y gracias a nosotros se reencontraron.
—Viniste.—Exclamo mientras suelto mis compras y una sonrisa tambalea en mis labios.
El chico delante de mí no era nadie más, ni nadie menos que el único chico con el que había creado una buena química durante ese periodo escolar; era mi único amigo también, a decir verdad; Hansel Knudsen.
Hansel me mira sonriendo mientras extiende sus brazos a sus costados, moviéndolos de manera divertida mientras cierra los ojos y sonríe esperando a que me acerque para abrazarle. Y yo no lo dudo tanto, porque casi de inmediato de ver esos gestos me acerqué a él sonriendo, abrazándolo con fuerza.
—¿Creerías que te dejaría sola?—Me río mientras me pego más a su cuerpo. Como si temiera a qué apenas me aleje de él pudiera escapar.—Soy real, Seraphine.—Susurró mientras acariciaba mi cabeza y bajaba hasta mi espalda, justo donde terminaba acariciando mi cabello que de pronto se había soltado del chongo que me había hecho está mañana antes de ir por las compras.
Me trago todas las lágrimas que amenazan con salir, solo porque él no se merece un recibimiento como este.
—Lo sé. Bueno, solo quiero asegurarme.—Intento jugarle una broma, pero entonces la realidad sale a flote de la peor manera; cuando intento bromear con ello la cosa se pone fea, aún más cuando sé que no es del todo una broma, pero ya es demasiado tarde para retractarme.—No he comido nada desde está mañana, seguro esto puede ser una alucinación.—Y con eso, Hansel me separa de él con fuerza y me observa con esa mirada que no sabía extrañaba tanto.
—¿Qué has dicho?—Intento sonreír y decirle que ha sido una broma, pero nada en el cesto de basura o en toda la casa dará señales de que he comido. Así que no me queda de otra más que decirle la verdad.
—No he comido nada.—Repito en un tono bajo; pero aun así logra escucharme.
Hansel relaja su agarre sobre mis brazos y va soltándome poco a poco, cuando lo escucho suspirar entiendo que se siente frustrado, dejarme sola tanto tiempo no fue nunca su intención. Y aquí estaban algunas de las consecuencias de haberme cuidado demasiado en el pasado y haberme dejado sola unos cuantos meses en el presente.
—Bien, vamos.—Exclama soltándome, necesitaba de sus manos para acomodar su cabello que de pronto había crecido mucho y le cubría hasta los pómulos; lo lleva rojo está vez, siempre me había gustado su cabello rubio; pero desde que nos mudamos a California decidió cambiarlo para “encajar” con los chicos con los que conviviríamos.
Hansel levanta las bolsas con las compras mientras yo espabilo y abro la puerta principal.
La casa siempre está limpia, trato de que sea así; por ello limpio cada tercer día, y trato de no salir mucho para no meter nieve o tierra.
Hansel me sigue hasta la cocina donde deja todo y comienza a ordenar la despensa; estando él aquí las cosas serán más sencillas, tendré compañía...
Por un segundo recuerdo porqué he venido aquí, y entonces la presencia de Hansel me incomoda un poco y él parece notarlo.
—¿Ocurre algo? —Él nota que de pronto lo miro mucho, en silencio, mientras en mi cabeza hay un ruido tremendo causado por la decisión que él ha tomado, aun no me la dice, no conozco sus planes, pero no por nada somos mejores amigos; sé lo que piensa incluso antes de que me lo diga, y viceversa.