Redimidos [saint Seiya]

Capítulo 11 | Rosas

Niké

—Esto no puede ser posible—Masculló la diosa Athena, mirando con dureza a Delfos—. ¿Cómo no puedes saber cuales serán sus movimientos? ¿Cómo no puedes saber que les depara el futuro?

Delfos simplemente se puso una máscara de indiferencia, intentando no reaccionar de mala manera ante las renuencias de Athena.

Sabía que eso no le convenía.

No podía darse el lujo de perder protección en caso de que fueran por su cabeza y las de sus Pitias.

—Llevo tres años siendo el Oráculo y eso nunca me había sucedido—Informó, desviando su mirada al ventanal—. Pudieron sellarse o…

En ese momento, la inmensa puerta de madera se abrió, dando pasó a Arkhes, con sus cabellos dorados ondeando con el viento y su largo vestido blanco arrastrándose por el piso marmoleado.

—Señorita Delfos—Llamó—. Tengo las respuestas que ambas necesitan—Mencionó, sus ojos ocres viajando de los claros de Athena a los míos—. Sé porque no pueden saber que sucederá con Macaria, Enio y Cimopolia.

Mis ojos Jamaica encontraron los de Athena, en una clara señal de desconfianza.

Era extraño que Arkhes hubiera entrado en el momento justo con la información que necesitábamos.

—¿Por qué es, entonces? —Decidí preguntar—. ¿Acaso sellaron su destino?

La Pitia negó.

—¿Entonces? —Inquirió Athena, enarcando una ceja sugerente—. ¿Qué es lo que sucede? Necesito saberlo para crear una estrategia y así contrarrestarlo.

Arkhes y Delfos compartieron una mirada por unos escasos segundos que parecieron fugaces antes de que la primera diera una respuesta.

—Cambiaron su destino—Musitó—. Las tres tomaron otro camino distinto al que se les había estipulado y ahora, en ningún momento, podremos saber cuál será su siguiente movimiento.

🌠🌠🌠

—Todo cambió cuando decidieron dejar los Campos Elíseos ¿No es así? —Inquirí sin voltear a mirarla, con la vista fija frente al sendero que nos llevaría a la ciudad en ruinas.

Rodorio.

Por el rabillo de mi ojo, la vi asentir.

—Así es—Masculló—. Ellas no debieron de huir de allí, sino luchar contra quienes fueran a enfrentarlas. Ese acto, que pareció insignificante, cambió el curso de su destino. Ellas son, ahora, las escritoras de él. Y nosotras no podemos hacer nada al respecto.

Tomé unos segundos sin responder absolutamente nada para, después, soltar el aire que estaba conteniendo junto a lo que en verdad creía.

—Fue por el niño—Delfos no me contradijo—. De no haber sido porque, supongo, querían protegerlo, ellas no hubiesen huido.

Delfos soltó un pesado y cansino suspiro, acomodando su cabello rojo, atado en una coleta, detrás de su espalda.

A lo lejos, podíamos observar como había niños jugando entre los escombros y como otros, algo mayores, trataban de ayudar a nuestros caballeros con la misión de renacer la ciudad.

Y como, también, el caballero de Piscis se encontraba al lado del de Cáncer, repartiendo rosas a cada persona que pasaba por allí.

Nosotras no fuimos la excepción.

Observé la flor roja entre mis manos, sintiendo una extraña corriente de energía cruzar por cada ramificación de mi cuerpo por el simple hecho de mirarla, como si ya me hubiese sucedido antes.

Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos de mi mente y desviando mis ojos de los celestes del doceavo caballero para enfocarme en la mezcla inusual de carmesí y dorado de Delfos antes de que ella me diera una respuesta.

—Lo que me preocupa es que tan lejos llegarían para protegerlo.

Siendo sincera, lo que menos quería era descubrirlo.

Porque nuestro plan de hacernos con él estaba más latente que antes.




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