Llegamos al hotel, íbamos a entrar las dos, pero cuando estábamos bajando del auto, Meli me dijo que prefería no entrar, solo iba a echar un vistazo a través de la puerta de cristal para ver qué tan llamativo era este hombre. A mi parecer el sujeto parecía muy apuesto, sin embargo, Meli no lo consideraba la gran cosa.
Entré y me quedé perpleja de lo elegante y magnífico que era el lobby, al lado derecho estaba una pequeña sala de espera con sillones muy modernos, a la izquierda, toda la parte de ascensores y escaleras, y en todo el frente, la recepción donde, en la parte de atrás estaban tres chicas muy guapas.
Miré de nuevo todo el lugar, pero no logré encontrarlo; había decidido preguntar a una de esas chicas cuando una mano se posa sobre mi hombro, era el mismo hombre. Desde esa cercanía se podía apreciar lo alto que era, tal vez no mucho, pero para mí si lo era.
-¿Tu eres la chica que me observaba? -preguntó apenas me giré hacia él.
-Si… mira, este es tu teléfono, está perfecto, solo tiene un pequeño golpe en esta esquina.
Extendí mi mano mostrando un pequeño rayón en su celular, pero en lugar de tomarlo, agarró mi mano y me llevó a la parte de atrás del hotel, por un portón que no había visto antes cuando entré. Esa era la parte del restaurante y en el fondo alcancé a ver la zona de recreación.
-Siéntate aquí. -me señaló una silla en una de las mesas centrales. -Te agradezco lo que hiciste, ahí guardo mucha información.
-Bueno, no es nada, cualquiera podría haberlo hecho. -puse el teléfono en la mesa, pues aun lo tenía yo.
-Y ya que estás aquí- me miró unos segundos manteniendo la firmeza en su mirada, mientras sonreía coquetamente-, ¿por qué no hacemos algo?
-¿Cómo qué? -dije dubitativa.
Acercaba peligrosamente su rostro a mí, luego apoyó su brazo sobre la mesa, parecía como si tratara de leer mis pensamientos de forma burlona.
-Quería proponerte salir esta noche, estos días he estado ocupado, pero- miró a un lado sonriendo, como queriendo aguantar una carcajada-, justo hoy no y no quiero estar aburrido sin hacer… nada.
-No lo sé, no salgo mucho y…
-Perfecto, así también te distraes y pasamos bueno un rato, no digo de ir a emborracharnos, tal vez salir y caminar por la ciudad, ir a comer algo… ¿Quieres?
-Está bien- acepté, aunque no estaba convencida, entonces decidí cambiar el tema-. ¿eres de aquí?
-Si, pero hace mucho vivo en otro país, por trabajo y cosas así.
-Y ¿viniste por trabajo, también?
-Así es.
-¿Y no tienes amigos acá que te acompañen?
-Tal vez, pero ya que apareció una bella mujer, pues…
-Solo vamos a pasar un rato, nada más ¿Entendido?
-¿Acaso… estás pensando en…?
Lo miré e hice un gesto como de no saber de lo que se insinuaba, me giré para que no pudiera notar el rubor que había subido a mis mejillas; a este hombre parecía divertirle la situación y cambiando de tema le pregunté su nombre, solo se limitó a sacar de uno de sus bolsillos, una tarjeta de presentación y me la entregó. En ella ponía «Noah Miller, abogado» seguido de un par de números de teléfono.
-También está mi número por si gustas llamarme, es el segundo. -no paraba de sonreír.
Ya me estaba acostumbrando a su manera tan galante de mirarme, aunque así mismo podría hacerlo con otras mujeres.
-¿Viniste sola?
-No, me esperan afuera.
-Está claro, no veo a nadie más aquí contigo.
-Ya… va siendo hora de que me vaya.
-¿Nos encontramos aquí?
-Si, claro. Vivo cerca. -sonreí.
-Genial, a las seis te espero. No vengas demasiado elegante, no quiero que me opaques.
Lo miré unos segundos más antes de irme, me pareció un buen tipo, muy agradable y simpático, desde hace tiempo estaba pensando salir, pero no me animaba, esta vez no quise desaprovechar esta oportunidad, sobre todo de conocer a alguien más.
Al llegar a casa, busqué rápidamente una falda larga color granate que estaba guardando para una ocasión especial, decidí que era el momento para usarla junto con un top corto negro de tirantes y unas sandalias de tacón medio.