Reflejo de un amor. Una oportunidad

Capítulo 9: Tom

Me pongo la chaqueta y salgo de mi oficina, Ben está sentado viendo correos y se sobresalta cuando le hablo.

—Dígame, señor. —se pone de pie.

—Ya me voy. Iré a tomar algo con algunos compañeros de la firma. ¿Quieres venir?

—¿Me está invitando?

—No es algo exclusivo, solo tomar unos tragos en viernes por la noche.

Él sonríe y niega con la cabeza.

—No puedo. Gracias. Tengo que ir a casa a darle las medicinas a mi madre y después tengo clases. Además, no les agrado mucho a los otros abogados. Usted diviértase—agarra su chaqueta—. ¿Me voy o necesita algo?

—No, puedes irte.

Me quedo observándolo mientras sube al ascensor.

Molly me dijo que Ben tuvo que ponerse a trabajar por causa de la enfermedad de su madre y yo descubrí que por las noches estudia para ser asistente jurídico.

No quiero involucrarme en su vida personal más de la cuenta. Me gustaría ayudarlo, solo que no sé como lo tomaría. Algunos se toman mal la ayuda.

—Tom, ¿estás listo? —pregunta Jake, un abogado que estaba de vacaciones y acaba de volver.

Jake es bastante agradable, para nada arrogante y buen abogado. Suele trabajar a la par con Loyal. Hacen buen equipo, dijo mi tío.

Lo sigo hasta la recepción donde se encuentra Samara Fox, la asistente jurídica que busca cualquier oportunidad para coquetear conmigo. Aunque desde ayer que la puse en su lugar se ha quedado bastante tranquila.

También nos acompaña un tal Michael, un pasante de último año de la carrera de leyes que fue invitado por Chloe, la recepcionista.

—¿Y Molly? —pregunto.

Hablé con ella hoy después del juicio y dijo que posiblemente iría con nosotros a tomar algo, ya que Rachel se hizo amiga de la hija de Madeleine y decidió dejarla un rato en la casa para que hicieran cosas de niñas.

—Se fue hace un rato—responde Chloe—. Dijo hasta el lunes, así que no la veremos hasta el lunes.

—Como si fuera a salir con nosotros. Al parecer no somos aptos para salir con nosotros. Se cree la gran cosa y siempre hace lo que quiere en la firma. —exclama Samara.

—No hables sin saber, Samara—le dice Chloe—. Molly es una gran persona y una excelente abogada, nada más que ella no es de las que disfruta la vida nocturna. Y eres tú la que siempre intenta hacerla sentir de menos y la criticas. Si a ti no te importa ser hipócrita, a ella sí.

Saco el celular y le marco a Molly alejándome del drama. Ella responde.

—Ni por teléfono me dejas en paz.

Sonrío.

—Dijiste que irías a tomar algo con nosotros hoy.

—Dije que lo pensaría, lo pensé y mejor no. Seguro va Samara y no puedo ser hipócrita sonriéndole sabiendo que ella me detesta. Además, tengo dos niñas en casa. Madeleine y su esposo salieron a cenar y pasarán por su hija Magnolia en un rato. La verdad, prefiero a las dos niñas antes que a Samara.  

—Entonces iré a hacerte compañía.

—¿Qué? No, no la necesito.

—De todas maneras iré.

—No te abriré la puerta y es una pena porque está lloviendo.

—No me dejarás afuera con lluvia. Si me da gripe, te sentirías culpable y tendrías que cuidarme haciendo sopa de pollo y bajando la fiebre.

—La única sopa que sé hacer es la de agua.

Suelto una carcajada.

—Llego en veinte minutos.

—Tom…

Termino la llamada.

No sé que tiene Molly que me atrae mucho. Supongo que su sinceridad y carácter tienen mucho que ver.

El rechazo hace que quiera tenerla más cerca y sé que no le soy tan indiferente como ella quiere hacerme creer.

Si no tuviera algún efecto en ella, no buscaría alejarse todo el tiempo y hoy lo comprobé mientras hablábamos con un cliente y acordábamos los temas del juicio.

Volteo cuando Jake dice mi nombre y me encuentro con todos mirándome.

—Lo siento, tendrán que ir sin mí.

—¿Pasó algo? —pregunta Jake.

—Sí, cambié de planes. Tengo que ir a otra parte—apoyo la mano en su brazo—. Gracias por la invitación, será otro día—miro a los demás—. Que la pasen bien.

No agrego más nada, los dejo atrás, salgo del edificio y busco mi vehículo para luego conducir directamente a casa de Molly.

Es muy probable que no me quiera abrir la puerta, es capaz de hacerlo, pero la lluvia no le dará tregua y la abrirá.

Mi celular suena avisando que tengo una llamada nueva, es de un número que no conozco, y si bien quiero ignorarlo, cuando vuelve a llamar, respondo con el altavoz.

—Hola, Tommy.

Esa voz hace que se vaya el buen humor.

—¿Brenda?




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