Reflejo de un amor. Una oportunidad

Capítulo 15: Tom

Echo las verduras en la olla con la crema, cuelgo el paño de cocina en el hombre y meto el pollo en el horno.

Solo queda la ensalada y la haré cinco minutos antes de que esté listo el pollo.

Agarro mi copa de vino y regreso a la sala donde Molly y Rachel están entretenidas en el balcón disfrutando de la vista. Bueno, la niña está asombrada diciendo que nunca vio nada tan elegante como mi departamento y con semejante vista de la ciudad.

El departamento que eligió mi tío está muy bien. Tiene una sala espaciosa que se comparte con el comedor, una habitación cómoda con  un gran armario y una cocina grande y equipada, tal como me gusta.

La vista desde el balcón no está nada mal y el jacuzzi tampoco.

Es una pena que Molly no esté sola, me hubiera gustado estrenarlo con ella, aunque no sería hoy, ya sé que no es de esas mujeres fáciles que puedes llevarte a la cama a la primera.

—Las luces se ven bonitas desde aquí, Molly.

—Lo sé.

—No pareces impresionada. —resalto reuniéndome con ellas en el balcón.

—No soy chica de ciudad, soy chica playa.

—¿Tus padres viven cerca de la playa? Me apena decir que no tengo idea donde queda Providecetown.

Molly ríe, me quita la copa de vino y le da un trago.

—Buen vino—sonríe—. Es un pueblo pequeño ubicado en el estado de Massachusetts. Hay una linda playa, un muelle con muchos barcos, casas típicas de la costa y donde los secretos no existen y el chisme abunda—sonríe—. Mis padres tienen una casa cerca de la playa y solíamos caminar todos juntos durante los atardeceres de verano. Ellos y mi hermano aun lo hacen.

—Eso suena bonito—opina Rachel—. Debe ser lindo tener padres que te quieren, juegan contigo y hacen cosas juntos sin gritar ni romper cosas.

Trago con fuerza.

Siempre critiqué a mis padres por no estar presentes durante la niñez y más tarde, cuando Aisha y yo fuimos mayores, por presionarnos para hacer su voluntad. Nunca los consideramos padres. Sin embargo, tuve suerte, pues crecí con una buena hermana a quien consideraba una amiga, también con una ama de llaves amorosa y una excelente niñera. Tuve amigos.

Supongo que no vemos lo afortunado que somos hasta que somos testigos del sufrimiento de otros niños.

Pasamos la mayor parte de nuestras vidas sintiendo pena por nosotros mismos, anhelando cosas y no valoramos lo que tenemos.

—Te prometo, Rach, que no volverás a pasar por algo parecido. De ahora adelante tendrás la niñez que te mereces.

—Gracias por ser tan buena y quererme. —Rachel abraza a Molly y esta se contiene para no llorar—. Tengo hambre.

—Aún falta un rato para que el pollo esté listo—Rachel baja los hombros—. Hay unos bocadillos sobre la mesa, puedes picar mientras tanto.

—Gracias, Tom.

Camina al interior, la sigo con la mirada hasta que encuentra el plato con las bruchetas que hice con lo que sobró. Rachel sube a la silla, agarra una servilleta y se sienta a comer una brucheta.

—Avanza—comenta Molly—. No te pidió permiso para volver a entrar.

Río.

—Es una niña muy educada. Me sorprendió que preguntara si debía quitarse los zapatos para no ensuciar mi alfombra.

—Su abuela era muy estricta.

—¿Tienes abuelos?

—Sí. Dos de ellos están con vida, mis abuelos paternos, y viven en mi pueblo. Mi abuela paterna es la alcaldesa del pueblo desde hace dieciséis años, ya perdí la cuenta. Está lucida sin deseos de soltar el mando. Mi abuelo paterno se retiró de la constructora dejándola en manos de mi papá y juega al golf con otros ancianos del pueblo. También está lucido y fuerte como roble, dice él. Mis abuelos maternos fallecieron. Él murió de un paro cardiorrespiratorio hace cuatro años y al poco tiempo mi abuela se fue detrás de él, dicen que murió de tristeza. Tuvieron una relación rara, pero es obvio que no podían vivir sin el otro. Tenía una abuela extra que falleció hace unos seis años. Marge era genial y se extraña su presencia cuando voy de visitas.

—¿Y tu hermano? ¿Tienes buena relación como yo con la mía?

—Sí, adoro a ese renacuajo—ríe—. Toda mi familia es muy unida.

—Eso es bueno.

—¿Me contarás algo sobre ti?

—Fui a un internado toda la niñez y adolescencia. Los veranos la pasábamos en el campo con mi hermana y nuestra niñera. A mis padres apenas los veíamos y solo nos prestaron atención cuando debimos ir a la Universidad. La diferencia es que Aisha fue más decidida que yo. Ella a los dieciocho años se independizó por completo, consiguió una beca para la Universidad, trabajaba a medio tiempo para gastos extras y hoy es una gran médica cirujana.

—También hiciste lo que quisiste. Eres abogado.

—Sí.

—¿Y cuáles son tus intenciones conmigo?

Me arrimo a ella, cautivado por su belleza natural y como resaltan sus ojos azules gracias a la luz del exterior con la del interior.




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