Bajo del vehículo de la firma, sintiéndome con energías. Ya presenté todos los papeles para adoptar a Rachel. Aún no le he dicho nada a ella hasta que sea seguro.
Madeleine me confirmó que el juez no pondrá trabas en la adopción, pues tengo un trabajo estable y puedo proporcionarle todo lo que necesita.
Me alegra que ya no sea como antes donde le daban prioridad a las parejas casadas por encima de los solteros.
Actualmente, hasta una pareja homosexual puede adoptar y eso es genial. No siempre las parejas casadas compuestas por un hombre y una mujer son las correctas.
Me quito el saco y busco las llaves de mi casa. Debo regresar a la oficina para seguir trabajando. Mañana comienza el juicio del matrimonio Mitchell y Tom y yo queremos prepararnos bien para no ser tomados por sorpresa.
Descubrimos que el señor Mitchell frecuenta con regularidad un club sexual, no hace nada, al parecer no puede, solo se sienta a observar a otros. Lo malo es que el voyerismo no es ilegal y tampoco considerado como infidelidad.
Fuera de eso, no encontramos nada raro ni incriminatorio. Muy diferente a la esposa.
Estoy segura de que el señor Mitchell tiene pruebas en contra de su esposa y eso explica por qué no quiere aceptar el trato ni negociar.
La señora Mitchell no lo perderá todo, pero no obtendrá lo que sea, con suerte se quedará con la casa y una pensión sin importancia. Lo suficiente para vivir con lo básico.
En mi opinión, es mejor antes que pierda todo.
No sería justo que el amante gozara del dinero del ex esposo cuando fue él quien trabajó duro para conseguir todo lo que tiene.
Tom debe recordarme que nuestro cliente es la señora Mitchell, pero me cuesta mucho darle mi apoyo.
Entiendo que se sintiera abandonada por causa de la impotencia de su esposo, lo que no me gusta es que haya seguido con él por interés y le pusiera los cuernos.
Estoy segura de que si hubiera hablado con su esposo, él le habría dado el divorcio y una buena compensación, además de la casa y del vehículo. Eso lo sé, lo escuché hablando con Jake y dejó claro que lo que le molesta es la infidelidad y las mentiras.
Las personas siempre se ponen del lado de la mujer, excepto algunas mujeres machistas y trastornadas que apoyan y justifican las malas acciones de los hombres y culpan a las mujeres; sin embargo, en ocasiones, el hombre es inocente y merece ser defendido.
Sé que como abogada no puedo darme el lujo de ganar siempre y tampoco elegir casos donde los clientes merezcan ganar. No puedo hacerlo trabajando en la firma Edwards, Loyal y Archer.
Estuve a punto de renunciar en varias oportunidades e ir por mi cuenta, aceptar casos que yo quiero. Mi madre sugirió que regresara al pueblo y llevará con ella la firma hasta que se jubilara y tomará su lugar. Lo consideré en algún momento.
Ahora con Rachel en mi vida no puedo tirar todo a la basura y moverme con impulsividad, debo pensar bien si quiero que el juez me conceda la custodia. También está Tom, con quien cada día me entiendo más y los sentimientos se afianzan. No quiero dejarlo y tampoco puedo pedirle que se mude conmigo cuando ya dejó todo en Londres y empeñó su palabra con la firma de su tío.
Si no fuera por Rachel y Tom, ya habría dejado la firma.
Entro en casa, agarro los archivos que olvidé, miro a Jerry tomando el sol en el jardín y me doy la vuelta para volver a salir.
—Señorita Miller.
Me detengo, sorprendida de encontrarme al racismo en carne hueso.
—Usted.
—Imagino que me recuerda.
—Sí. El racista de color que no sabe aceptar un no como respuesta.
Él ríe, dejando ver una dentadura blanca y perfecta de dentista.
Luce un traje de color gris plata a la medida, camisa blanca y corbata azul, y zapatos de diseñador de color negro que brilla más que mi vestido de lentejuelas.
A simple vista parece un hombre elegante y buen mozo. Una versión anciana de Tom. Lástima que su personalidad no acompaña a su físico. Físico agradable, personalidad desagradable.
—Lamento mucho haberla ofendido. No estaba enojado con usted.
—No sé que hace aquí y tampoco me importa. Métase sus opiniones por donde mejor le quepan y déjeme en paz. Tengo que trabajar.
—La investigué, señorita Miller. Una mujer inteligente y muy capaz. Graduada como la tercera mejor de su clase en la Universidad de Princeton. Su madre adoptiva es una abogada bastante reconocida en Nueva York por ganar casos casi imposibles y defender los derechos de la mujer. Imagino que sigue el mismo camino que ella.
—Eso es asunto mío. Como dije, no me interesa.
—Es una mujer inteligente y sabe que es lo que le conviene—se acerca con un papel en mano—. Es un cheque en blanco. Ponga la cifra que quiera, luego saldré de su vida y usted lo hará de la vida de mi hijo.
»Entiendo que él está encandilado con la ciudad y también con usted. Lo hace sentir libre, pero eso no es para siempre. Mejor déjelo a él antes que sea dejada. Por lo menos evitará un corazón roto y se quedará con un buen dinero.