Paso la mano por mi cabeza y estiro todo mi cuerpo.
Dormí muy mal la noche anterior, no dejé de pensar en Molly. Lo bueno es que hoy domingo y en la tardecita Molly y Rachel estarán de regreso.
Salgo de la cama y busco mi teléfono de nuevo. La noche anterior llegué a casa y noté que no lo tenía.
Recuerdo que salí del bar con el celular en la mano y lo apagué, regrese de nuevo para despedirme de Jake, Samara estaba ahí hablando con él, ella me siguió a la salida después de Jake le dijera que lo dejara en paz y se fue a hablar con una chica en la otra parte de la barra. Samara me dijo que tenía una oportunidad de decirle que sí, le dije que no y me fui.
Puede que se me haya caído en el bar o en el vehículo.
Como sea, debo encontrarlo. Necesito saber a que hora llegan Molly y Rachel al aeropuerto.
Tomo café y bajo a la cochera, busco mi celular en todas partes de mi vehículo y no lo encuentro.
Lo apagué. Aunque si alguien lo encontró, lo puede encender y usar tranquilamente, pues no tiene contraseña, solo las aplicaciones del banco y la billetera virtual la tienen y ahora debo cambiarlas por seguridad.
Regreso a mi departamento, agarro el correo en el camino y entro con la idea de comprar un nuevo celular. También debo hacer la denuncia.
No me apresuro porque no tengo nada especial en mi celular. No soy de los que guarda archivos importantes y maneja todo desde el celular. Y para hacer alguna transacción desde mis cuentas, necesitan acceder a mi correo para acceder al código de acceso y el correo que utilizo es uno especial para eso, no es el de siempre.
Me sirvo una taza de café, me siento en la mesa con el correo y abro mi laptop buscando el WhatsApp web.
No tengo mensajes de Molly ni tampoco llamadas perdidas. Tengo un mensaje de mi padre preguntando si podemos cenar juntos esta noche y me dice que puedo invitar a Molly, pues ya debe regresar a Londres.
Le pregunto si hablo con el juez Barton y le escribo a Molly mensaje de buen día, diciéndole que perdí mi celular y preguntando a qué hora paso por ella al aeropuerto. Mientras espero su respuesta, reviso la correspondencia y el sobre de papel madera sin remitente llama mi atención.
Abro el sobre y de este saco un par de fotos. ¿Son de Molly? Es una secuencia. Molly riendo con su supuesto amigo Cody, luego lo está abrazando y se me para el corazón cuando veo una foto de ambos besándose, él sostiene su rostro y ella tiene la mano apoyada en su hombro, en las últimas fotos están subiéndose al vehículo.
No puede ser, debe ser un error.
El sonido del timbre me saca de mis pensamientos, tardo un rato en abrir y al final lo hago. Es mi padre con el desayuno.
—Pensé que podíamos desayunar juntos. No respondiste mi mensaje y no quería regresar a Londres sin decirte que hablé con el juez Barton y dijo que tendría en consideración mi opinión. No prometió nada, pero se mostró bastante cooperativo… ¿Qué sucede? ¿Por qué esa cara?
Me acerco a la mesa, agarro las fotos y las extiendo a él.
—¿Mandaste a seguir a Molly?
Él mira las fotos.
—Vaya, no pensé que encontraría algo.
—¿En serio?
—Quería asegurarme que era tan honesta como aparentaba ser. No voy a negar que contraté a un investigador privado para que la siguiera e investigara, le dije que me avisara si llegaba a encontrar algo sobre ella y que tuviera pruebas. No esperé… Yo lo lamento mucho, Tom.
»Se suponía que estas fotos tenían que llegar a mí antes que a ti.
—No puede ser reales. Molly no haría eso.
—Mi investigador es un hombre profesional y serio. Puedes hablar con él si lo deseas. Pedí referencias antes de contratarlo.
—No me interesa hablar con él. Necesito hablar con Molly.
—¿Crees que ella va a aceptar que besó a otro?
—Es su ex, ¡su maldito exnovio!
—Cálmate, Tom.
—No puedo calmarme. Necesito comprar otro teléfono.
—¿Y el tuyo?
—Lo perdí o no sé.
Regreso a la habitación, me pongo un conjunto de remera y pantalón deportivo y salgo del departamento con mi padre, quien se ofrece acompañarme y me niego.
En este momento nada más quiero un teléfono y escuchar la voz de Molly.
Compro el teléfono en la primera tienda que encuentro, denuncio el anterior y regreso a casa para programarlo. Sigo sin tener mensajes de Molly.
Debo esperar un rato para poder utilizarlo y espero con impaciencia mientras no aparto la mirada de la pantalla de la computadora.
Cuando por fin puedo utilizar el teléfono y llamar a Molly, no es ella quien responde, sino alguien más, una voz masculina.
—¿Quién habla?
—Yo puedo preguntar lo mismo.
—Soy Tom y busco a Molly.
—¿Tom qué?