Reflejo del corazón

Capítulo 7

Anelli

Termino mi café y al hacerlo pienso que no fue buena idea, pues los nervios han aumentado. Todo por culpa de Eric, por gritarme sin justificación frente al mecánico y se fue sin ni siquiera explicarse.

Estuve a dos pasos de ir a buscarlo y ponerlo en su lugar, tenía muchas ganas de hacerlo. En lugar de eso, decidí entrar en la cafetería y tranquilizarme primero. Yo no actúo por impulso, sino pienso, analizo con la cabeza fría y después voy a la yugular. Eso es lo que me ha mantenido firme en el trabajo y me ha dado la victoria en mis casos, y esta situación no es diferente. Ni siquiera sé si vale la pena.

—Me gustan tus zapatos—giro la cabeza encontrando a una niña pequeña mirándome con una atención.

Diviso mis zapatos, son clásicos de color rosa, supongo que el color es lo que llamó su atención. 

—Gracias…—estudio con la mirada a la niña.

No es muy alta, debe tener unos seis años. Tiene el cabello rubio recogido en dos trenzas y su cara es el reflejo de la inocencia. Viste un short blanco algo ancho y una remera blanca con un unicornio rosa en el centro. Se ve dulce observándome con sus ojos azules.  

—Tú eres nueva. ¿Estás de paso o te quedarás?

—Estoy de paso. Más bien me quedaré unas dos semanas y luego me iré. ¿Tú vives aquí?

Me suena raro darle explicaciones a una niña. Tiene algo que me cae bien.

—Yo vivo aquí con mi papá, mis abuelos, mi tía, el gato de mi tía, pancake y otras personas… Cuando sea adulta quiero vestirme elegante.

Le brindo una sonrisa.

—¿Ah sí?

—Sí, cuando sea grande quiero ser empresaria y usar zapatos como los tuyos. ¿Tú a que te dedicas?

—Me gusta tu ambición. Yo soy abogada.

—¿De las buenos o los corruptos? —suelto una carcajada.

—¿Sabes lo que significa corrupto?

Niega con la cabeza.

—No, no sé. Mi abuelo dice que hay abogados buenos y otros corruptos. No sé a que se refiere y no siempre responde cuando pregunto. Le encanta usar la frase de cuando sea adulta entenderé.

—Los corruptos son gente que van en contra de la ley para ganar casos o dinero. Yo me considero de las buenas—estiro la mano en su dirección—. Me llamo Anelli. ¿Tú eres?

Ella abre los ojos y ensancha la sonrisa.

—Me gusta tu nombre y me alegra que seas de las buenas. Yo me llamo Molly y tengo cinco años. ¿Tú cuántos años tienes?

—Soy algo más grande. Tengo treinta.

—Eres muy bonita. Tus ojos azules son más claros que los míos—asiento mientras su mirada viaja por encima de mi hombro—. Ya debo irme. Mi tía se va a enojar si me ve hablando con una extraña y ya la hice enojar ayer después de que ahogué sus flores.

Ya puedo imaginarlo. A mí no me gustan las flores, pero hay personas fanáticas.

—Ya nos presentamos, así que no somos extrañas. Fue un gusto conocerte, Molly. Espero verte de nuevo.

—Igual, Anelli. Yo también espero verte. —agita la mano a modo de saludo y corre hacia una señora rubia de unos treinta años, quien debe ser la tía.

No puedo evitar reír, no estoy acostumbrada a que gente que no conozco me hable como si nada y menos si se trata de niños, me gustan, nada más es raro tratar con ellos.

No hay dudas que en el pueblo son demasiado amistosos. Primero fue la camarera, quien ya sabía quién soy porque alguien le dijo, eso me perturbaría si no supiera que así son los pueblos.

En Nueva York nadie presta atención a nadie. Podría andar vestida con un traje espacial y ser ignorada por completo. Aquí todo es diferente, sobre todo si me vieron bajar de la camioneta de idiota de Eric. Ya dejo de pensar en él, no vale la pena gastar mis pensamientos ese hombre que por muy guapo que sea y caballero que parezca, es un patán. Lo quiero lejos.

Le pido la cuenta a la camarera de nombre Patsy, si es que es su nombre real. En cuanto se acerca saco el dinero y se lo entrego.

—Guarda el cambio. —agarro mi bolso y me pongo de pie.

—Gracias, señorita—me sonríe—. Espero que logre atrapar a Eric.

La miro con curiosidad.

—¿Disculpe?

—Me dijeron que usted llegó con él esta mañana y las personas que lo queremos deseamos que encuentre a una mujer que lo haga feliz.

—Entre Eric y yo no hay nada romántico, apenas nos conocemos y me trajo al pueblo por hacerle un favor a Marge.

—Oh bueno, disculpe la indiscreción, es que es un buen hombre y después de que su mujer lo abandonó con…

—¡Patsy, deja de molestar a los clientes!

La camarera me mira con una disculpa, vuelve a agradecer por la propina y se retira.

Sally, la dueña del lugar se disculpa por la indiscreción de su empleada y le resto importancia. Sé como pueden ser los pueblos a pesar de que crecí en la ciudad.



#472 en Otros
#173 en Humor
#1331 en Novela romántica
#498 en Chick lit

En el texto hay: mujer independiente, drama, padre soltero

Editado: 01.09.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.