Ya no sería un secreto sí te lo cuento.
¿Vamos a jugar? Es simple, solo busca descifrarme, sí lo haces, te diré la verdad.
El día en el que eso sucedió, solo me sentí culpable, no pude ayudar. Tantas veces me reprimí por lo que había dicho, lo que había hecho o no. Saber que no los volvería a ver acabó conmigo en ese momento pero, dolió más que nadie creyera en mí, que dudaran de mis palabras.
Ese día estaba en mi memoria, no se iría, los recuerdos volvían, el silencio rondaba, la desesperación y la soledad amarga sobreabundaba en casa. Ese día del año, tan insignificante para algunos, o un día especial para otros simplemente se había vuelto en una cicatriz vigente en mi mente, veinticuatro horas, mil cuatrocientos cuarenta minutos, ochenta y seis mil cuatrocientos segundos llenos de un silencio vacío.
El terror de nuevo en los ojos de mí hermana, persistieron. Los gritos sofocados por un silencio que proclamaron un error, el dolor y el arrepentimiento.Y los comentarios de la gente a mis espaldas diciendo que estaba loca por creer que una especie de humo había aparecido o que, sí quiera, alguien había presenciado el accidente, me desconsolaron.
Así que haciendo eso no buscaba arrepentirme, no podía y no quería hacerlo. Estaba decidida a no fallar esta vez. Quería demostrarme a mí misma que no estaba equivocada, que las cosas que estaba haciendo las hacía por el bien de mi amiga, y por el mío, porque quería saber realmente qué ocurría.
Y que también, mi presentimiento sobre Aník, era real.
Posiblemente una de las preguntas más cuestionables sería: ¿por qué tanto interés por Aník? ¿Por qué intrigarme tanto un chico que, aunque su evidente atractivo pareciese bastante atrayente para cualquiera, me llamaba demasiado la atención su manera de ser?
Puede que para algunos fuese normal que actuara de tal manera, tan carismático y amable.
Para mí no lo era.
Después de escuchar su extraña, pero muy interesante conversación, me dio más razones para dudar de él, para saber que algo no andaba bien y que todo, como lo pensaba, era solo una fachada de su parte.
Me repetí a mí misma que era hora de pensar más allá de solo su comportamiento, que quizá él sabía algo que yo no, que ocultaba más que sonrisas.
Hacía más de un mes, la muerte había tocado las puertas de Danville; sin rastros de violencia, sin un rastro de abusos o propósito para sus muertes, los determinaron como muertes naturales que aún no tenían explicación.
La cosa era que sí la tenían.
Y posiblemente Aník sabía algo. Porque sí el hombre del callejón o él habían sido responsables, o sabían algo de las muertes similares, iba a tener las pruebas suficientes para demostrarlo.
Esa noche fue una oportunidad.
No era momento para pensar, era momento para actuar. Me sentí en parte culpable por lo que estaba haciendo, digo, estaba persiguiendo a mi amiga, en el intento de protegerla. Pero por lo menos me preocupaba por ella.
Primero tuve que encontrar la manera de entrar a la casa sin que nadie se diese cuenta. Así que caminé lo más rápido que pude hacia la casa; central en el pueblo, llamativa por sus jardines delanteros, algo sencillos pero con rosales y recientes plantaciones. La gran puerta a la vista era de madera, no intimidante, pero elegante. Los dos autos estacionados en la zona delantera de la casa, las puertas cerradas, hizo que todo luciera normal.
Pero, era posible que estuviesen guardando el cuerpo de mi mejor amiga.
Me escabullí entre la parte trasera de la casa de al lado, donde de hecho, una anciana que me saludó, me ofreció galletas que, obviamente recibí porque tenía hambre.
Bajé la cabeza y pasé entre los arbusto. La barrera era mínima, unas puertas de madera que separaban ambas casas, no había tanta seguridad como imaginé. Logré ver la piscina cubierta, algunas sillas con sus respectivas mesas, las camas para bronceo a su alrededor, otro jardín y una pequeña casita bajo llave. Las ventanas y algunos balcones eran visibles desde el punto donde estaba, pero también significaba peligro, podían verme, así que con la espalda inclinada, caminé hasta llegar a la puerta de vidrio.
Donde había una cúpula, resonaba música, cosa que me dio a entender que había alguien ahí.
Y ese, era Aník.
Se estaba ejercitando. Tenía la frente sudorosa, con la seriedad mientras realizaba los ejercicios. El cabello desordenado, la capa de sudor por su nuca y cada parte visible gracias a que no llevaba camisa. Los músculos de su cuerpo se tensaron en cuando hizo las flexiones y levantó las pesas.
Era una vista sensacional.
Mi garganta se sintió seca, y mis ojos quedaron quietos por segundos, observando su cuerpo.
¡Calor!
Pero no era momento para distraerme, debía aprovechar para entrar a la casa.
No pude ver con claridad gracias a las cortinas que impidieron la vista, aún así, eso no me detuvo. Exhalé hondo y busqué con la mirada algo con lo que pudiera abrir la puerta, pero en cuanto tomé el pomo y delicadamente intenté abrirlo, éste cedió, las cortinas se movieron un poco ante mi toque, pero no tenía llave y ya estaba dentro.
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Editado: 11.07.2020