Ahí, ahí siempre estuvo.
¿Qué cosa? El reflejo... ¿De quién? ¡El tuyo!
En el mismo momento en cuanto lo escuché, mi rostro expresó desconcierto y rodé mis ojos al ver de quién se trataba. Avén quien divertido me observaba, quizá con tu típica calma, que yo prefería que no existiese, tenía demasiados secretos que tenían que ver conmigo y para mi pesar, a le encantaba jugar con ello. Como si en realidad se propusiera que fuese la espectadora principal de mis dudas, por mi terrible curiosidad que, cada vez, se hacía más grande.
Avén en cada aspecto era intenso, fascinante, deleitante para el ojo humano pero sin duda, dejaba una química sexual que estoy segura, explotaba cualquier laboratorio. Era, cada parte de él, peculiar, con sus ojos brillantes que lograban poseer un toque profundo, logrando adentrarse seguramente, hasta tu último secreto o sueño húmedo. No lo sé. Pero así se sentía.
—Soy una humana—refuté—. ¿Qué quieres que haga? Es inevitable.
—Idina sabía quién eras…, sabe lo que ocasionas en nosotros—Sus palabras fueron bajando de tono, sin dejar de sonreír como si fuera lo más fantástico del mundo. Observé el lugar, las columnas de piedra visibles, y los demás algo lejos. El aroma a frutas tropicales me golpeó—. Y aun así no nos ha dicho por qué vuelves loco a cualquier reflejo que se te cruce, y ninguno puede consumirte.
Eso me detuvo. Ladeé la cabeza al oír sus últimas palabras. ¿Cómo que ningún reflejo podía consumirme? ¿A qué se refería?
— ¿Ninguno?
—Bueno. Quizás sabes más de lo que creo—Fue su respuesta, nada claro. ¿Qué tenían con querer explotarme el cerebro? ¿Por qué no podía simplemente decirme y ya? –. Hay dudas que deben permanecer existenciales de por vida, Eila. No quiero atraer ese supuesto poder que te une a nosotros, así que prefiero mantener una ley de silencio. Aunque quizá mi sobrino pueda comentarte algo.
Con una arrogante sonrisa, parpadeó.
—Tío…
“Ya llegó éste…”
—Las interrupciones son vocación de la familia—indicó Avén, haciendo un ademán hacia Diuk—. Cada vez se hace costumbre, tendremos la oportunidad de delegar las dudas después, cariño.
Con un profundo suspiró, se despidió dejando que las tinieblas oscuras lo persiguieran, dispuesto a consumir, con las marcas besando su piel bronceada.
—Él suele hablar demasiado—comentó Diuk, parándose a mi lado. La oscuridad y los pocos faroles le dieron un aurea oscuro, pero al tiempo, su naturaleza lo hizo brillar, como un dios lleno de poder—. No hagas caso a lo que dice. Es uno de los locos de la familia. ¿Cómo le dicen ustedes?—pasó su mano por su mentón, sin un rastro de barba visible—. Ah, sí, la oveja negra.
—Quizá es un león negro, hambriento y esperando ir por alguna presa, ¿no crees?—Eso le entretuvo—. ¿Estás seguro que está loco? ¿A caso no lo estamos todos? Porque parecen tener sentido sus palabras –Sus ojos se fijaron en los míos. En ese instante vi que la diversión que resaltaban sus saltones ojos azules percibía algo más en mí, y vi la oportunidad de quizá, solo quizá, joderlo un poco más—. ¿Puedes consumirme, Diuk? Porque creo que no lo has hecho aún… ¿no soy tan deleitante tal y como dijo Idina?
—El término exacto es “excitante” y quizás exquisita.
Juntó su dedo pulgar e índice y los unió a sus labios carnosos.
— ¿Quizá?
Me crucé de brazos frente a él esperando que, como solía hacer, soltara la lengua y empezase a hablar. Estaba rodeada de secretos y acertijos pero lo que había dicho Avén era claro: ningún reflejo podía consumirme. Pero entonces, ¿qué pasaba con Aník? Yo misma lo había sentido, él traspasaba mi cuerpo una y otra vez con sus tinieblas blanquecinas, sus ojos, profundos, removían la tormenta para sentirse como yo, para quitarme una carga.
— ¿Por qué Avén dijo que habían cuatro humanos cuando somos solo tres?—Mi pregunta lo desconcertó en segundos. La sonrisa que se reflejó en su rostro, por más que fuese robada, no había desaparecido del todo, pero sus cejas pronunciadas se unieron, no por sorpresa, sino quizá, curiosidad o intriga ante mis palabras. Lo entendí en cuanto me pidió que hiciera silencio y cerró los ojos.
“¿Hay cuatro humanos aquí?” La voz de Avén resonó en mi cabeza, una y otra vez, como una alarma que no dejaba de sonar.
En el lugar estábamos solo mi hermano, Lila y yo. ¿Quién más era un humano? Era imposible, nadie nos había seguido, nadie más sentía, excepto nosotros. ¿Por qué razón Avén habría notado los sentimientos y emociones de alguien más, en la casa de Idina?
—Diuk…—Me acerqué a él con cautela. Me empiné solo un poco hasta llegar a su oído y susurré —: creo que hay alguien más aquí.
—No hay esklave, solo comerciantes, ¿por qué…?
No abrió los ojos. Solo, con su dedo índice, me indicó que hiciese silencio, así que opté por permanecer inerte a su lado. Noté las venas de su cuello, los parpados moviéndose de un lado a otro y sus labios tornándose más rosados. Era impresionante cómo su semblante cambiaba con solo suspirar un poco. Pero, en cuanto poco a poco sus pestañas dejaron a la vista el azul de sus ojos, noté en su mirada que me había entendido, que él había sentido lo mismo que Avén y que, aparentemente eso, era un problema.
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Editado: 11.07.2020