Refutaciones a Camino.

Refutaciones a Camino y Surco

Observaciones y comentarios a Camino

1-. Comentario al Prólogo

Discípula suya, de nombre Fierecilla Del Go, alias la Pluscuamperfecta, me ha traído a usted, como bien sabe, a que leamos su libro, de título Camino. Comenzamos.

Dice usted en su prólogo:

"Lee despacio estos consejos."

A lo que accedo, por complacer a Fierecilla, que me ha llevado hasta usted.

Luego, como me pide usted que "medite pausadamente estas consideraciones", le repito que, por complacer a Fierecilla, lo haré.

"Son cosas que te digo al oído, en confianza de amigo, de hermano y de padre", agrega.

Y yo le contesto que, como no sea que a su libro de usted se le lea mejor con los oídos que con los ojos, no veo posible, fuera de la violencia del lenguaje empleado, que pueda decirme usted nada al oído, y mucho menos como amigo, como hermano, ni como padre... Que sea su deseo poder hacerlo no lo niego, pero no es real.

Y luego cuando añada:

"Y estas confidencias las oye Dios.",

querrá usted decir que Dios escucha -como Él todo lo puede- su deseo de poder decirme esas confidencias al oído, mientras que un servidor, lo más que puede hacer, y esto le ayuda, es leerle más con los oídos que con la vista... Vea usted que, si examináramos su lenguaje como usted examina nuestras acciones cuando se alejan de la realidad, lo justo es decir que aquí se aleja usted de la realidad. Lo único real es que usted escribe de lo que le gustaría que pasara... Y sigue:

"No te contaré nada nuevo."

No, si no se toma por nuevo una forma diferente de contar lo que ya se sabe - contestamos.

"Voy a remover en tus recuerdos."

De vuelta a los deseos. Cuando consiga remover alguno de mis recuerdos, pierda cuidado; que se lo diré.

Y añade usted, con sobrecogedora
contundencia inapelable:

"para que se alce algún pensamiento
que te hiera:
y así mejores tu vida
y te metas por caminos de oración

Pero, una vez más, se trata sólo de deseos. Y es que no otra cosa, a falta de realidades demostradas, engendran los deseos sino deseos. Y hasta puede haber sesudos razonamientos sin más realidad ideal que los deseos. Mucho sentido común y experiencia. Mucha fuerza verbal y virilidad. Mucha valentía y liderazgo... Pero, al final, no son más que deseos dispuestos en un muy planificado lenguaje para que "te metas en caminos de oración y acabes por ser alma de criterio".

Y como aquí acaba el prólogo, querido amigo monseñor, en cuanto me sea posible, y si a usted le place, seguiremos adelante con nuevos comentarios a su manual...

Se despide de usted hasta entonces,

Varalio

REFUTACIONES A CAMINO

1

Escribe usted:

"Que tu vida no sea una vida estéril. -Sé útil. -Deja poso. -Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor.

Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. -Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón."

Vamos por partes. Si no hay mujer estéril que no sea madre, ¿cómo va a haber vida estéril? No digo que no se pueda ser más útil a un fin concreto, como éste como para el que usted recluta, pero, ¿de verdad le parece poca utilidad, ya de por sí, esta fecundidad maternal - que siempre es de compasión - de la vida?

Cuando me dice usted que deje poso, me recuerda a los que creen leer algo en los restos del café de sus parejas, parientes y amigos: ahora bien, ¿cuántos hay que dejan poso y nadie se acuerda - o ni siquiera les interesa - de leer en el fondo su taza: La verdadera humildad no brilla ni deja poso ni es una categoría de competición espiritual. Pero Dios puede verla. Con eso basta.

Si no se busca iluminar tanto, le concedo a usted cuanto dice, tan hermoso como exacto, de ahí en adelante; pero tomaré muy en cuenta - por si me hiciera falta - eso del "fuego de Cristo que llevas en el corazón."

¿Qué le diré de Fierecilla? Ni a usted ni a mí nos gustan los chismes. Si ella me trajo a usted, que escribió para todos, entre los que me cuento, ¿cómo podría dejarla fuera en lo que escriba?

2

"Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo."

Poco he de objetar, querido amigo, a tan desesperanzado consejo. Es imposible ocultar la sinceridad cuando brota de la experiencia. ¡Ojalá!

De cualquier modo, si hay algo realmente contagioso, es Jesucristo. No sólo se transmite por compostura y conversación. Pero esto - ahora más que nunca - ya lo sabrá usted.

Los hijos, decía Madre Teresa, aprenden observando a sus padres. ¿Y un alma? ¿Cuánto tiempo lleva un alma observando a su Creador desde que la creó? Es imposible, por tanto, no hablar de Cristo, porque está en nosotros.

3

"Gravedad. -Deja esos meneos y carantoñas de mujerzuela o de chiquillo. -Que tu porte exterior sea reflejo de la paz y el orden de tu espíritu."

Aquí ya - usted lo sabe bien que es santo - saca usted lo que es más crítico en mí. ¿Gravedad? Vale, pero bondadosa y dulce. Ahí lleva usted ya amor e inteligencia, o más claro, sabiduría, de sobra. Poca gravedad hallo, amigo mío, en los simples, y sí mucha sabiduría.

¿Que deje "meneos y carantoñas de mujerzuela o de chiquillo?" ¿Por qué? ¿Acaso cree usted que los meneos y carantoñas de mujerzuela o de chiquillo, son contrarios a la gravedad que exige? Mire que si saco de mi dieta espiritual un alimento esencial como el afecto, puede que más tarde lo tome por la fuerza. Piense lo que pide y hable con más decoro de las mujeres.

Lo del porte exterior, suena a apariencia. Al célebre y nocivísimo "no sólo serlo, sino parecerlo". Más vale paz en el corazón que no en la fachada. Sepa, además, que hay espíritus cuyo orden es un caos absoluto. La vida de los profetas - que solían tomar por locos y payasos desaliñados - dista mucho de este modelo de apóstol que nos presenta.




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