Regalame tu Sonrisa (libro 2)

☆ 20 ☆

Los miedos palpitan... 

 

 

 

No volví a cruzarme con Uziel después de esa noche en su departamento. Me enteré después por Nat que se fue. No coincidir con él estos días despertó en mí una sensación extraña de vacío, de necesidad.

Ronda en mi cabeza sin parar, y no verlo, hace que no salga de mis pensamientos un segundo. El trabajo me distrae, ir a mis terapias también. Mi nueva "actividad" (la cual empecé esta semana), me ayudan a drenar de mi sistema y mi mente todas las cosas que llevo tiempo cargando. Sin embargo es llegar, pasar por su puerta y que este vacío aparezca.

No es normal sentirme así respecto a él.

Entro al departamento, encontrándome con que Nat ya está aquí. Camino hacia la cocina y ahí la veo, preparando la cena.

—Hola. Pensé que llegabas más tarde. —Digo yendo hacia ella.

—Pensaste mal, Maita. —Nos damos un beso, y agrega. —Qué tal el gym.

—Bien, bien. —Contesto abriendo la heladera para buscar agua fresca. Ella solo sabe que empecé el gimnasio, cosa que es medio verdad, medio mentira. — ¿Y tu día?

—Muy bueno por suerte. —Responde con tranquilidad.

Arqueo las cejas, curiosa, mientras ella retoma su tarea de cortar verduras. La miro detenidamente. Viste un pantalón sencillo gris y una remera negra dos talles más grande. Parece pensativa, seria.

—Creí que ibas a estar con Adán. O eso dijiste. —Menciono.

Ambos empezaron a verse más seguido después de su salida. Y Nat en serio se muestra contenta con su nuevo amigo como lo llama.

—Fue a buscarme a la estación del subte, pero no hicimos nada, nos vinimos para acá directamente. —Es toda su explicación.

Me paro al lado de ella, apoyando mi cadera en la mesada.

— ¿Todo bien con él? ¿Pasó algo? —Pregunto, porque intuyo que hay alguna cosa que no me dice.

—Nop. Todo bien. —Vuelve a ser su escueta respuesta.

—Natalie...

— ¿Vos, alguna novedad del vecino de enfrente? —Suelta con rapidez, y sé que lo que sea que pasó, no quiere hablarlo ahora.

—No, ¿Cómo tendría novedad de él? —Expongo alzando los hombros.

—Te lo dije, le hubieras dado tu número. Te dormiste en eso, amiga.

Sacudo la cabeza.

—Él no me lo pidió. —Ahora es ella quien niega. — ¿A qué viene la pregunta?

—Nada; curiosidad. —Contesta de nuevo, retraída —Según Adán, pregunta mucho por vos, hasta te mandó saludos.

—Ujum... —es todo lo que articulo.

—Quieren salir este sábado.

— ¿Los cuatro?

—Síp. ¿Vos qué decís? —Me dirige una breve mirada.

Hago una mueca de "no sé", levantando mis hombros, aunque quisiera decir; "obvio que sí".

—Podría ser, todo depende... ¿Vos qué querés hacer?

—Aceptar, es mejor que quedarnos acá aburriéndonos como ostras, ¿No? —Expresa. —Adán de me dijo que conocen un par de lugares muy copados —agrega, y luego se vuelve hacia mí. —Y no te hagas la boba, que te morís por ver al vecinito, así que vamos a ir.

Solo me quedo mirándola por unos segundos, sin negar ni afirmar lo que dijo.

Regresa su atención a la comida que prepara.

— ¿Te dijo que preguntó por mí? —Cuestiono despacio.

Natalie esboza una media sonrisa, la primera que veo desde que llegué.

—Así parece. Incluso te iba a dar una sorpresa... —comenta enigmática.

Arqueo las cejas.

— ¿Una sorpresa, qué sorpresa? —Saltan las palabras de mi boca.

—Ni idea amiga, no sé qué pueda ser, solo sé eso... Que iba a darte una sorpresa. —Se encoge de hombros, con una sonrisita en los labios. —Me parece raro que todavía no lo haya hecho... —Plantea, y tanto por su comentario y su expresión, me doy cuenta que sí sabe.

—Nat, decime a qué te referís.

—Nada, no sé nada ya te dije —Recalca, pero no le creo y lo sabe. —Dale andá bañate que un rato va estar lista la cena.

La contemplo con intensidad, buscando diga más. Pero no lo hace, y por ahora me rindo.

— ¿No necesitás que te ayude?

—No-no, andá.

Okay. —Doy unos pasos hacia el umbral, y me detengo. —Natalie...

— ¿Sí? —Dice sin voltear.

—Cuando quieras hablar, solo tenés que hacerlo; ¿Lo sabés no? —Manifiesto.

Ella se detiene, y despacio gira la cabeza. Sus ojos se vuelven amables, y su gesto dulce.

—Sí Maita, lo sé. —Me sonríe un poco. —Dale apurate, tengo hambre.

Le sonrío también. Minutos después estoy bañándome, y lo que dijo Nat dando vueltas en mi cabeza. Si no podía dejar de pensar en Uziel, lo que mi amiga me dijo, hace que ahora insista más en pensarlo y querer verlo.

☆.  ☆.  ☆. 
 


 

Cenamos, charlamos sobre nuestros trabajos y poco más. Natalie habla poco, cosa rara en ella que siempre tiene temas de conversación. Incluso cuando habla de Adán, lo hace sin mucho entusiasmo. Intuyo  a qué pueda deberse su ánimo; sin embargo decido no preguntar. Si algo conozco de Nat es que necesita su espacio para después contar lo que le pasa. 
 


 

—Yo lavo todo, y después podemos mirar la serie, ¿Querés? —Le propongo mientras recojo los platos. 
 


 

— ¿No te jode si lo dejamos para mañana? Estoy un poco cansada. —Es su respuesta. 
 


 

La observo un ratito, sí está cansada. Pero pienso que ese cansancio se debe a algo más. Probablemente a lo que esté dando vueltas en su cabeza. 
 


 

—Dale está bien, pero si mañana no lo hacemos lo veo sola; estamos a nada de terminarla. —Intento bromear. 
 


 

Mi amiga me dedica una escueta sonrisa y asiente.
 


 

—Hasta mañana. 
 


 

—Hasta mañana, que duermas bien. 
 


 

—Igualmente, amiga. 
 


 

La veo alejarse y entrar en su cuarto, cuando la puerta se cierra, me pongo a pensar en dos personas que podrían ser las responsables de su decaimiento, ya que siempre son quienes ocasionan sus bajones. 
 




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