Regalame tu Sonrisa (libro 2)

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CONFUNDIDO Y FRUSTRADO 

 

 




 

Si había sentido en el tiempo de conocerla que podía valer la pena profundizar nuestro acercamiento. Ser más que vecinos y amigos, definitivamente ahora estoy convencido de que haberlo intentado fue lo más acertado que hice hasta hoy.

Aquella noche frente al río, rodeados de los sonidos del viento, del agua, y el tránsito nocturno de La Costanera; quedé desarmado ante las emociones que se desbocaron al besarla. Y cada día después de esa noche, ha sido mejor.

Pasaron varias semanas ya de ese día especial, y cada una queda superada por lo que compartimos.

Maia es increíble, y la buena sintonía entre los dos hasta la fecha genera que a cada momento juntos quiera extender las horas y pasar más tiempo al lado de ella. Su actitud, a veces es tímida y cautelosa, no impide que descubra su personalidad divertida, ingeniosa y compañera.

Verla sonreír como en este momento mientras habla con su amiga en el sofá en mi departamento, despierta en mí una dulzura y un sentimiento de protección a la cual no estoy muy acostumbrado, pero al cual tampoco me opongo. Me gusta cada sensación nueva que ella despierta.

—La vas a ojear si seguís mirándola así —La voz burlona de Adán atrae mi atención hacia él. —Estás cayendo redondito mi amigo. —Se divierte a mi costa.

—Mirá quién habla... ¿Acaso vos no estás teniendo la misma caída? —Digo en el mismo tono burlón.

Adán echa una vistazo al living donde ellas están, y sonríe atontado con una ceja arqueada.

—La verdad que sí, solo que yo por las dudas tengo un paracaídas... Con Nat nunca sé qué esperar —Comenta regresando a lo que hacía.

Corta el jamón y el queso para la picada, mientras veo su expresión pensativa.

Adán y Natalie llevan casi el mismo tiempo que nosotros saliendo, y se llevan muy bien, solo que en ciertas ocasiones sus personalidades chocan. Los dos son bromistas, se divierten y hacen que el ambiente sea distendido. Pero tienen también caracteres fuertes, sobretodo ella, logrando dejar a mi amigo tan desconcetado que me hace gracia.

— ¿Ya se le pasó el mal humor? —Pregunto con un dejo de diversión.

—Parece que sí, pero no conviene levantar la perdiz, esa abejita es bastante calentona... —rio sin poder evitarlo cuando lo escucho llamarla así. Él también ríe.

— ¿Qué pasa, qué tanto cuchichean los amigos por acá? —Natalie, como invocada por nuestra charla aparece.

—Uziel me comentaba algunas cosas nada más. —Responde Adán volteando la cara para sonreírle. —En dos minutos llevo las cosas.

— ¿Te ayudo en algo?

—No no, vos andá y ponete cómoda.

—Okay, el partido ya empieza —da media vuelta y se va.

— ¿Ves? Nunca sé cuál va a ser su paso siguiente, así como es amable, salta como leche hervida.

— ¿Y qué hacés vos saliendo con alguien así?

Agarro los vasos y saco las cervezas de la heladera mientras él contesta:

—Porque soy masoquista y porque me gustan los retos. —Su expresión y su voz traviesa vuelven a hacerme reír. —Llevemos esto antes de que la abejita venga a curiosear sobre lo que hablamos.

—Te vas a llevar un buen aguijonazo si te escucha llamarla así.

Se ríe entre dientes adelantándose.

Colocamos todo sobre la mesita y cada uno se acomoda en su lugar. Adán con Natalie en un extremo del sillón, Maia y yo en el otro extremo.

—La comida llega en 15 minutos.

Asiento acercándome a ella para besarla.

—Estupendo —susurro cerca de sus labios rosados.

Maia sonríe a su vez, y después termina con la distancia posando su dulce boca sobre la mía.

— ¿Qué querés apostar, abejita?

Escuchamos a Adán y nos volvemos hacia ellos.

Natalie rezonga cuando mi amigo la llama así, sin embargo, con expresión maliciosa le murmura algo que no alcanzamos a oír.

—Hum... Si hay algo que tu amigo no debería hacer es provocarla —musita Mai por lo bajo al lado mío.

Volteo hacia ella y la veo sonreír divertida.

—Si hay algo que le divierte es hacerlo— repongo recibiendo de su mano el vaso con cerveza que acaba de servirme. —Pero intuyo que a ella no le desagrada tanto que él sea así.

—Masomenos... —se ríe bajito. —Solo espero que no terminen enojados de nuevo, realmente es insoportable cuando se pelea con él. —Susurra en confidencia.

—Somos víctimas de lo mismo. —Comento y nos reímos juntos.

— ¡Bien! Trato hecho, el que gane va a pedir lo que quiera y como lo quiera. —Manifiesta Nat.

Los vemos cerrar su apuesta con un apretón de manos, y de soslayo Maia y yo nos miramos no muy convencidos de lo que este par está haciendo.

Un minuto después el superclásico que nos juntamos a ver, comienza, y nuestros amigos como verdaderos rivales se ponen a cantar e hinchar por su equipo.

—Me alegra que no te guste mucho el fútbol —le digo a ella en tono jovial.

—Ni las apuestas. —Me guiña relajada.

Hablamos de nuestro día sin hacer mucho caso al partido que se desarrolla y las quejas del otro par ante alguna falta. La comida llega y bajo a recibirla, cuando vuelvo, nos sirvo y comemos riéndonos de tanto en tanto por las reacciones de nuestros amigos.

Los goles son gritados y festejados por ellos de tal forma que las carcajadas nos abandonan sin más. El desafío que se pusieron los vuelve tan competitivos que sus graciosas celebraciones en la cara del otro son muy chistosas.

Finalmente, y para desgracia de Adán, Natalie gana. Baila, salta y se ríe con tal malicia que la cara de mi amigo se distorsiona por la bronca.

—Te dije que no era bueno que la provocara... —comenta Maia recostándose junto a mí en el sillón.

Paso mi brazo por su hombro haciendo que se acomode mejor.

—Y bueno, ahora que se la banque— digo a mi vez, besando su cabeza.

Cerrando los ojos disfruto de su perfume, el aroma a manzanilla de su pelo y la tibieza de su cuerpo pegado al mío.




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