Heroína
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Natalie y Adán llegaron justo a tiempo para almorzar con nosotros. Entre bocado y bromas respecto a la noche anterior pasamos los cuatro un momento agradable. Cerca de las cinco de la tarde, mi novio y su amigo se fueron.
Todavía me sorprende nombrarlo así en mis pensamientos. Y es algo que me encanta, me llena de sensaciones muy placenteras.
—No esperaba encontrar acá al doctorcito —Dice Nat con una sonrisa traviesa bailando en su boca.
—Pensé que podía invitarlo ya que no estabas. —Me encojo de hombros.
— ¿Así que vos lo invitaste? —Interroga con cierta sorpresa. Afirmo con un movimiento de cabeza. —Mmm, y cómo fue todo. —Arquea sus cejas con interés.
Sé lo que está pensando así que sacudo la cabeza.
—Solo dormimos —Aclaro.
Ella se ríe.
—No pensé lo contrario —repone divertida. Blanqueo los ojos. —Y... ¿Durmieron bien? —Me provoca.
Rio sin más remedio.
—Sí, dormimos bien. ¿Ustedes? —Ahora la provoco yo.
Natalie pone cara inocente.
—Bien... aunque casi no dormimos mucho. —Declara y ríe cuando frunzo el ceño. — ¿Qué? Es cierto, de hecho quiero bañarme y acostarme. Necesito dormir para no parecer una zombie mañana en el trabajo. —Levanta sus hombros. —Me duele todo el cuerpo...
— ¡Nat! —Le llamo la atención. —No me interesan los detalles.
—No iba a dártelos, solo comentaba... —Manifiesta en tono suave.
Vuelvo a sacudir la cabeza.
—Cambiando de tema. Decime algo; ¿cómo se te ocurrió hacer que se disfrazara. Y nada menos que de manzana... ? —La contemplo pensativa.
—Bueno, es Adán. Y yo soy su Eva. La manzana... Adán y Eva... Eva se come la manzana... —Explica gesticulando con las manos. —Ahora entiendo mejor a Eva y que haya caído en la tentación. —Alza sus cejas repetidas veces.
Y la cae en la tentación soy yo, porque empiezo a reírme de su ocurrencia.
—Son terribles ustedes dos. —Digo entre carcajadas.
—Eso sí no fui la única en probar cosas dulces, él se empalagó con la miel de la abejita. —Me guiña pícara.
— ¡Ay no, Nat! Basta, no quiero saber nada más, o no voy a poder mirarlo sin pensar en lo que me estas diciendo. —Le pido entre risas y roja por su intimidad.
—Voy a bañarme —Anuncia riéndose.
—Sí, mejor andá. —Hago ademán con la mano echándola.
En cuanto Nat desaparece y me quedo sola, voy a la cocina y me preparo un té. Tengo que llamar a Beltrán ya que le aseguré que iba a hacerlo.
Me meto en mi habitación minutos después, agarro el celular que dejé cargando y busco su número en mis contactos. Cuando me siento en la cama, el aroma de Uziel se eleva desde el lugar que ocupó para dormir. Me quedo mirando el colchón un momento, acordándome de su cuerpo cerca del mío y de las ganas que tuve de que pasara algo, aunque estaba aterrada.
Sonrío al pensar en su consideración hacia mí en ese momento. Podría haberlo intentado, podría haberme besado, acariciado y buscar que cediera. Lo hubiera hecho, quería estar con él. Pero en el instante en que dejó claro que esperaría, que no me presionaría, lo agradecí. Estaba tan nerviosa y tenía en mi cabeza tantos pensamientos, tantos recuerdos pasados... que no sé si lo hubiera disfrutado. Y quiero disfrutarlo. Quiero disfrutar de él, con él.
Acomodo las almohadas, agarro la taza y me acomodo. Pulso llamar y llevo el celular a mi oreja.
Tres tonos después, él atiende.
—Creí que ya no ibas a llamarme. —Es lo primero que dice.
—Sos muy impaciente, ni siquiera pasó tanto tiempo —Repongo y tomo un sorbo de mi infusión. —Te dije que iba a llamar.
—Sí, bueno. Hasta ahora estoy sorprendido, intrigado también.
—Me lo imagino. —Convengo. —Iba a contartelo solo que no encontré la ocasión.
—Y él la encontró por vos —Subraya el pronombre. —Estoy sorprendido. —Repite, aunque sé que en realidad quiere usar otra palabra.
Preocupado.
—Lo sé, si te sirve de algo hasta yo lo estoy. No pensé... en conocer a alguien.
—La mayoría de la veces no lo pensamos, solo pasa —Repone sereno. —E iba a pasar en algún momento.
—Sí... —susurro. Tomo otro trago. —Estoy bien. Estamos bien. Conociéndonos.
—Uhm. —Emite. Se hace el silencio por unos largos segundos. —Parece... buen tipo.
—Sí... lo es. —Quiero creer que sí.
— ¿Y cómo... ? —Deja la pregunta en el aire.
—Es nuestro vecino. Su departamento está frente al nuestro. —Respondo, y paso a contarle como se fueron dando las cosas. A medida que lo hago siento como si hubiera pasado mucho tiempo aunque solo sea poco más de tres meses.
— ¿Ya conocés a su familia?
—No. Para eso pasará un tiempo más, supongo. Es reciente todo entre nosotros. —Vuelve a quedarse callado. —Be, estoy bien. Voy a estar bien. Voy a cuidarme en cada detalle. —Le aseguro sabiendo que es lo que le preocupa.
—Sí ya sé. Es solo que... estás tan lejos. —Suspira.
—Si no me sintiera segura, no estaría con él. —Lo tranquilizo.
—Supongo que así es. —Otro silencio. —Elo está contenta. Piensa que es bueno que puedas contar con alguien más ahí. Que es bueno que sigas adelante.
— ¿Y vos qué pensás? —Quiero saber, atenta.
Beltrán siempre estuvo y sigue estando para mí. Es importante saber qué piensa sobre esto.
—Si vos está bien Mai, si te hace bien y te trata bien, entonces me hace feliz. Quiero lo mejor para vos. Te mereces lo mejor. —Setencia en ese tono que se parece más a un padre que un hermano. —Pero si no es así me subo al primer avión a Buenos Aires para buscarlo y hacerle pagar lo que te haga. —Su voz es más que una amenaza, es una firme determinación.
Me estremezco un poco, pero no puedo culparlo por hablar así. Vivió todo mi calvario al lado mío, impotente por no poder detener a quien me amenazaba.
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Editado: 11.10.2022