Regian

CAPÍTULO IV: “El primer golpe rasguña, el segundo duele. Pero, los de regreso arden”

Después de que aquello sucediera tuvimos que generar de nuevo el juego con el siguiente equipo que restaba. No hubo un solo momento en que mi rostro le llegaran esas asquerosas imágenes que solo quiero borrar. La hora pasó y despacharon a los vestidores de mujeres.

—¿Estas bien? —Me preguntó Sasha al ver que estaba viendo la nada.

—Sí, creo.

—Descuida, esa chica se merece esos pelotazos —Comenzó a reír—. A ver si de esos, deja a ese chico.

—Sí.

—Oye, Gabriele te mando esto —Buscó algo en su bolso de marca y me lo entregó. Era una carta de papel costoso, con ciertos detalles en la esquina—. Seguro es una cita.

Negué, tomándolo.

—No creo que…

—¡Ay! Para que te haces, si a ese chico lo dejaste embobado. Ábrelo —Suspiré, rompiéndolo por un costado y saqué el papel ordinario de cuaderno que estaba adentro.

“¿Qué dices? ¿Una cita? ¿Una reunión entre amantes o una salida entre colegas?”

PD: Yo no le he robado el papel a mi padre, esa sería una falsa acusación.

Con cariño, tu amado café helado.

—¡Te dije que era una cita! —Arqueé las cejas cuando la vi encima de mí—. Se nota en tu sonrisa que te estas enganchado con el chico.

—¿Qué dices? —Resoplé, evadiendo lo evidente.

—¿Irás? Tengo que darle respuesta —Guiñó un ojo.

—Yo… —Miré la invitación y resoplé de nuevo. Apenas el año comienza, no pretendí jamás darme la oportunidad de querer a alguien y este chico. Suelto un suspiro—. Bien dile que sí. Lo quiero en mi casa a las 5 pm en mi casa y dile que sea puntual.

—Obvio —Sonrió—. Te mando su número por teléfono para que hablen.

—Pero no te he dado mi numero —Ella se encogió de hombros.

—Pues dámelo, boba —Le di mi teléfono con los contactos y ella lo miró bastante curiosa—. No tienes tantos amigos, ¿verdad?

—Sí, no hay nadie que me agrade mucho.

—Pues conmigo, serás una de las más populares así que de eso no tienes que preocuparte —comentó al teclear en el teléfono—. Y a Gabriele, ni que me lo digas, le gustas mucho.

—Sí, lo noté apenas lo conocí.

—Deberías darle una oportunidad —Bajó la vista para verme.

—Tal vez —Ella chilló y yo negué—. No le cuentes nada.

—Sí, es un secreto de amigas —Me guiñó uno de sus ojos y devolvió la vista al teléfono—. Oye, ¿Quién es emergencias? No me dirás que no te sabes el teléfono de emergencias.

Tragué saliva y negué de inmediato.

—No es nadie, es solo que no me lo sé. Acá es diferente que en Canadá —bufé cuando ella se quedó pegada leyendo el nombre—. ¿ya terminaste? Es que me gusta escuchar música al bañarme.

—Sí, lo siento —Me lo entregó e hizo una mueca de tristeza—. Lamento dejarte sola, es que debo irme por temas familiares.

—Descuida —Me encogí de hombros—. No pasará nada, ve.

—Gracias, amiga —Me mandó besos por el aire y se giró para irse—. Te veo la próxima semana, cariño.

—Claro —Dejé de sonreír cuando escuché la puerta juntarse.

Sentí el vacío que necesitaba para reflexionar, encendí la regadera mientras me desvestía hasta quedarme solo en sandalias y traje de baño puesto. Tomé una toalla blanca desde el montón y me adentré a bañarme. El chorro de la lluvia artificial cayo en mi cuerpo mientras la tormenta volvió a abrir sus llaves en mi mente. Ese yo interior comenzó apretar las manos en los barrotes. Esa cela de sentimientos que mis terapias habían guardado en con llave para que nunca más volvieran, les dio un pequeño hueco para respirar y ese pequeño aire de aliento fue lo que me frenó.

Tomé mi cabello empapado y las memorias borrosas llegan para que tropiece, porque quieren verme caer y despedazarme como lo dijeron un día mis médicos. Sin embargo, me abstengo a de nuevo abrir los ojos porque personas como yo prefieren vivir en un mundo fantasioso y ciego que la realidad que te fundan los ojos. Lo sentimientos son para torpes débiles, el único amor es el que siento por mi familia, lo demás son fantasías estúpidas que te hacen desfallecer y nadie lo hizo por mi cuando yo estuve mal, entonces, ¿por qué yo tengo que quebrar mi corazón por alguien que no estuviera? ¿por alguien que no conoce el sentido mínimo que es quedarse en el medio de la nada, sola y sin apoyo ahí dentro?

Me concentro, tomo el aire que puedo y cuando comienzo a meditar, a encerrar mi pensamiento en aquella bóveda es cuando siento que estoy bien. Me baño en paz, sorda de las voces en mi cabeza, necia a la ansiedad que me provoca el corazón y mis miedos, no voy a...

Abro los ojos y me corazón se detiene. Lo recuerdos del baño me invaden, pero los elimino cuando el sonido de la puerta se cierra ligeramente. Enciendo las advertencias a instante. Cierro la llave y salgo de la ducha en bata. Abro con cuidado, viendo entre los orificios alguien asomarse por los vestidores, pero no es nada. Suspiro tranquila.

—No es nada —susurré soltando aire por la boca.

Abro la puerta por completo, pero algo me impide. Giro entre mi eje y casi caigo de culo al ver mi peor pesadilla. Aprieto la bata contra mi ombligo, caigo en los bancos y apoyo la espalda en la muralla, cuando empieza a acercarse. Quiero aparentar algo de tranquilidad, pero lo cierto es que estoy cagándome de miedo. Esa presencia atormentada me hace temblar, como si estuviera frente a un asesino en serie. Muerdo mi labio y paso saliva lentamente mientras achina los ojos con actitud pasiva, sin generar mayor movimiento.

—Las mierdas que tengas que hacer conmigo, no las cuentes con ella —Me gruño, cruzando los brazos—. No la toques.

—¿Y por qué no lo haría? Te dije que te arrepentirías —Sonreí triunfadora y de manera brusca se acercó tomándome por el mentón. Comencé a hiperventilarme y mi respiración a trabarse—. ¿No te dolió?




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