Todos tenemos cierto grado de maldad, algunos más que otros. A veces ocurre que lo hacemos como instinto de supervivencia y a veces para llegar a escalar cierto terror que ocultamos, las acciones los resentimientos, las situaciones que vivimos o nos hacen más débiles o eso lo transformarnos en algo más. La bomba que pensé que no estallaría se convirtió en una enfermedad para mí y me está consumiendo.
No he podido terminar bien la semana, estoy distraída, mi cabeza está perdida en recuerdos que solo quiero desaparecer, borrar cada beso y toque, maldición ¿Cómo fui tan débil? ¿Por qué este caparazón se tiene doblegar ante él? ¿Cómo le hice esto a Carter? ¿A Gabriele? Soy el peor monstruo que lograron crear. Me siento una pordiosera, recordando una y otra vez como me comía la boca, como me mordía la piel en plena sala. Ya no sé qué…
—¿Helen te gusta?
—¿Qué?
—La coreografía —Volteé hacia las chicas que buscaban mi aprobación—. ¿La que te mostramos ahora?
—Yo no soy la capitana, Beth.
—Lo sé, pero quiero saber tu opinión solamente.
—Me parece que está hermosa.
—Es que Sasha no nos deja utilizarla y siempre nos pide que bailemos la misma cada año —Se cruzó de brazos—. Tal vez si le dices a ella pueda cambiar de opinión.
—No, soy nueva —Justifiqué—. Yo apenas conozco cómo funcionan las cosas aquí, no me corresponde.
—Creí que eras diferente —Se encogió de hombros y pasó al frente de mí.
Genial, solté un suspiro. Otro problema que debo solucionar.
—Tal vez pueda hablar con ella —Me dispuse a decir y todas aplaudieron felices—. Y decirle algo.
—¡Genial! Eres la mejor.
El timbré sonó, por lo que la práctica se terminó. Cogí mis zapatillas deportivas, fui hacia las duchas y sonreí porque a pesar de que esta semana no he podido mirar a Gabriele sino recuerdo al otro, disfruto cualquier día a la semana con él, aunque odio este día en particular. Maldita sea la hora en que química avanzada se vuelve en mi pesadilla, desde el viernes se vuelve mi peor asignatura. Todo lo que toca, lo transforma en odio.
Pido un batido en la cafetería y dos minutos antes de que empezara la próxima clase, lo bebo de un trago. He estado con mal sueño y todo el día llevo ojeras por debajo de mis parpados. Estoy agotada y con ganas de mandar a todos al diablo. El timbre suena y me siento en las ultimas sillas para que mi aspecto de zombi no termine comiéndose a todo el salón. La profe saluda y entrega un trabajo en ¿pareja?
—Será mejor que encuentre alguien a quien, si es que no…
—Ya estoy aquí, profesora
La piel se me eriza, giro expectante y un nudo me traviesa la garganta.
—Señor Regian, me alegra volver a verlo —Me quedo muda cuando la profesora se le amplía la sonrisa con solo ver al maldito—. Pensé que no iba aceptar mi oferta.
—Jamás, señorita Rubens —Cruzó miradas conmigo y yo la desvié de una—. Necesito pasar esta materia.
—Me alegro, Regian —Silencio—. Señorita Helen, Regian ha sido mi mejor alumno y ha ayudado a su hermana en el pasado, pero ahora se encuentra en un dilema con todo los acontecido estos últimos años, ha perdido un poco el rumbo del conocimiento.
Me niego rotundamente.
—Prefiero no tenerlo de compañero, no quiero arruinarle las notas, profesora —Me excusé de la mejor manera—. No quiero arruinarlo, la verdad es que yo no sé si estoy preparada para tomar este desafío tan importante …
—No te preocupes, Helen —Desvié la mirada, tratando de asesinarlo en el intento—. Yo la semana pasada he aprendido bastante contigo, como cuando dos átomos se atraen.
Mi cara se volvió roja.
—Señorita Helen, yo llamé a Regian porque usted es su tutora. Varios chicos me han dado buenas recomendaciones sobre sus tutorías y creo ciegamente que con Regian pasara lo mismo. Además de que todos sus compañeros están ocupados —Señalo a todos teniendo sus parejas en cada puesto—. Los veo al rato, voy a dar las indicaciones.
Se alejó lo suficiente y yo me giré.
—El ácido está cerca por si quieres terminar con esto, —Habló dejando mis palabras en la boca—… pero recuerda que tus haces algo contra mí y yo abro la boca.
—Eres un maldito desgraciado —Apreté los dientes, astillándolos.
—Seré un maldito —comenzó a sonreír, lascivo—. Pero soy el mismo maldito al que te agradó besarlo.
La piel me suda, mis mejillas se sienten tan caliente con el entorno que me obligo a abrir la ventana para que el aire circule más tranquilo. Me veo obligada a no perder la vista de las mezclas que tengo en el mesón. No puedo girar y verlo de nuevo, maldito brujo de ojos verdosos.
—Chicos atención —Comprimo mi lápiz, furiosa y alzo la vista en dirección a la pizarra. Odio esa mujer con bata—. Desde ahora en adelante los puestos asignados con sus respectivos integrantes serán los que tendrán para todo el semestre.
Abro los ojos y el mundo se cae como si me hubiera vertido plomo en los pies.
—Bienvenida a mi mundo, Helen.
Estoy hirviendo de una impotencia que me hace ser poco tolerable y no por el hecho de que Regian sea mi némesis, más bien porque de mi cabeza no sale el beso, las caricias y ese calor en mi vientre. El silencio me está condenando, me sofoca sentir su perfume a tan pocos centímetros.
—¿Cuándo será la próxima clase de tutorías? —No quiero escucharlo, no quiero verlo—. ¿De qué será ahora química, anatomía? Me agrada la anatomía.
Habla tan fuerte que algunos compañeros comenzaron a girarse mientras mi vista no dejaba de ver la profesora explicar, aunque la cabeza estaba en todo menos en el lugar correcto.
—Cállate, por favor —Susurré, tratando de desviar la atención de los compañeros.
—¡Oh! Ya entendí, la mojigata no quiere que lo vean discutiendo con el drogadicto de la sala, no es como así te dice Gabriele —Murmuró más despacio.
Me giré por inercia, viéndolo a los ojos.
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Editado: 24.06.2022