Los nervios la habían bloqueado a la hora que el párroco le pregunto si aceptaba, simplemente la mente de ella había quedad en blanco. Miro los ojos del hombre que amaba, se aferro a sus manos con más fuerza y prácticamente lo arrastro a la sacristía.
-Sarah cariño que sucede –la voz de Kubrat sonaba tensa –a donde me llevas
-Tenemos que hablar –le dijo mientras entraba como tromba a la pequeña salita –esto solo te lo puedo decir en privado
Sarah, con lágrimas aun en los ojos, lo hizo pasar mientras veía por encima de su hombro, la mirada de reproche de los hombres que los habían acompañado.
-Oye si no quieres, no hay problema –le dolía decir aquellas palabras, el corazón le decía que ella era diferente a las conocidas hasta ese momento, no quería perderla y por eso estaba dispuesto a esperar el tiempo que ella necesitara –se que fue repentino pero creí que…
Ella apoyo un dedo sobre sus labios mientras que lo veía a los ojos
-No se trata de que no quiera ser tu esposa, pero debo decirte la verdad y luego, si aun quieres que me case contigo, lo hare –lo beso con suavidad en los labios –porque no hay nada en este mundo que quiera más que ser tu esposa
-De que verdad hablas –la miro con recelo pero negándose inconscientemente alejar su cuerpo del de ella
-Mi verdad –la chica lo condujo a un sillón que había en un rincón de la sala mientras ella caminaba de un lado al otro para hacerse de valor
…..
Lady Jane Stewart, antes Ferguson, llego prácticamente al amanecer hasta las puertas de la Abadía El Sagrado Corazón, llevaba dos días de viaje sin descanso, pero las ordenes de su madre habían sido precisas, las hermanas de la orden habían sido las ultimas en ver a Deirdre con vida. Si alguien sabía que había sucedido con su prima y como había sido su final, esas eran ellas.
Con decisión golpeo los portones una vez, dos, a la tercera se abrió dando paso a una mujer robusta y de mala cara.
-Que desea…-la hermana miro de arriba abajo a Jane –mi lady
Dado que la Abadía estaba en territorio inglés, Jane se había visto forzada a conseguir ropa para camuflar su origen escoses, también se vio en la necesidad de dejar a su esposo y la protección de sus hombres, ella podía pasar por una aristócrata inglesa, pero, a ellos los delataba demasiado su porte. Aunque Alex se negó rotundamente a dejar que fuera sola y, aun en contra de su voluntad y del buen juicio, según Jane, ahora tenía una escolta de 4 hombres, aunque disfrazados sabía bien que no pasarían una inspección detallada.
-Buenos días hermana –saludo poniendo su sonrisa más dulce y angelical –necesito hablar con la madre abadesa
La mujer volvió a repasar la delgada figura de la chica y de su escolta, ella supo de inmediato su origen.
-Lo siento pero a estas horas es imposible que la reciba –la voz firme y el gesto torcido de la mujer le dio a entender de que no pasaría los portones de aquel lugar, a menos que hiciera algo drástico.
-Esperen aquí –les susurro a los hombres, cuando uno fue a protestar ella lo miro –volveré pronto
Cuando la mujer fue a cerrar la puerta, ella, con habilidad se escabullo dentro, sin que la mujer pudiera evitarlo y arrancando un grito de furia de paso, poco propio de una hermana.
-Pero que es lo que está haciendo –le siseo molesta –esta es la casa del señor como se atreve
-Necesito hablar con la madre y no me voy a ir hasta hacerlo –le dijo mientras caminaba presurosa al convento
-Mi lady, no puede entrar allí es un recinto sagrado –la retuvo por el brazo –espere aquí y buscare a la rectora
La mujer entro, para volver cerca de diez minutos después acompañada por una mujer, delgada entrada en años, Jane le creyó que tendría unos 45 o 50 años, pero lo que atrajo su atención fue la tranquilidad y la paz que trasmitía.
-Dice la hermana Augusta que mi lady desea hablar con la madre –la severidad de sus palabras contrastaban con su gesto amable –es cierto que se ha metido a la fuerza
En un acto de conciencia Jane se sintió mortificada por la acusación, pero al recordar porque estaba allí levanto la barbilla y hablo con la misma tranquilidad y firmeza que había demostrado la hermana
-Soy lady Jane Ferguson –la cara de la religiosa cambio drásticamente –se que no debería estar aquí, pero debo hablar con la madre acerca de una mujer que estuvo aquí hace unos siete años
La mujer cambio la actitud y con un movimiento de cabeza despidió a la portera, quien no se fue hasta cruzar la mirada con Jane, en un gesto de desapruebo.
-Soy la hermana Mary Robert –se presento mientras la tomaba por el brazo con delicadeza y la llevaba por un lado del convento –pido disculpas por la rudeza de la hermana Augusta, pero ella es quien cuida los portones y en estos tiempos es peligroso dejar entrar a desconocidos… usted entiende verdad
-Comprendo hermana pero de verdad debo hablar con la Abadesa –le pedía mientras avanzaban hasta llegar a la parte trasera del lugar –donde vamos
-Con la madre pero debemos ser prudentes de que nadie la vea –la respuesta hizo entender la discreción de la hermana Mary Robert, estaban en Inglaterra y ella era escocesa, si la guardia la atrapaba, era seguro que moriría
Entraron por una puerta de madera y caminaron en silencio por los corredores desiertos hasta llegar ante una gran arcada, Mary Robert golpeo, cuando se oyó el pase, abrió la pesada puerta dejando entrar a Jane. El lugar no era mucho más grande que el privado de su padre en Caerlaverock, el lugar estaba lleno de estanterías con libros había figura de santos por varios lugares, mientras que al fondo, un gran escritorio llamaba la atención.
Detrás una mujer mayor, con serenidad levanto la mirada hasta fijarse en la muchacha, para después de mirar a Mary Robert con la ceja levantada, esta al ver aquella expresión que tan bien conocía, se apresuro a explicar la presencia de Jane allí.