Aubrey
El tiempo pasó rápido. Sin embargo, para mí, cuantas más horas pasaban, más lento parecía ir. Ya era de noche cuando bajé al comedor para cenar. Mis padres habían invitado al rey de Hillfar, Damen Lorcan, para que cenara con nosotros y poder hablar sobre la alianza que teníamos con su reino. El rey Lorcan era frio y calculador, pero era de confianza, tendía siempre a decir lo que pensaba, aunque no siempre eso fuera lo más sensato. Mi padre siempre había dicho que su forma de ser se debía a que se convirtiera en rey siendo tan joven. Cuando Lorcan tenía quince años su padre enfermó, un año más tarde falleció por esa misma enfermedad. La madre de Lorcan había muerto muchos años antes, por eso, con apenas dieciséis años, él se había tenido que hacer cargo del reino.
Entré al comedor y en la puerta me encontré a los dos guardias que siempre acompañaban a Lorcan, Blaise y Aidan. El primero era bastante hablador y bromista, mientras que el segundo era todo lo contrario. Pero sus personalidades no eran lo único por lo que se diferenciaban, a pesar de que ambos eran altos y musculosos, supongo que debido a todas las horas de entrenamiento, la mayoría de sus rasgos eran opuestos. Blaise era moreno con ojos marrones y su piel, aunque no estaba muy bronceada, tenía ese toque dorado, como si nunca fuera a estar completamente pálido. Por otro lado, Aidan tenía los ojos azules y su pelo era rubio muy claro, su piel sí que era más pálida y rojiza, además siempre llevaba una barba de unos pocos días, mientras que Blaise siempre la llevaba afeitada.
—Buenas noches, alteza —saludaron los dos haciendo una reverencia.
—Igualmente —les saludé de vuelta.
—Va a ser una noche entretenida, ¿no lo cree? —me preguntó Blaise con esa sonrisa tan característica suya.
Definitivamente iba a ser entretenida esta cena, seguramente más para él que pare mí. El rey Lorcan tenía la fea costumbre de hablar durante la cena como si yo no estuviera, ignorando lo que decía y solo dirigiéndose a mí para hacerme sentir pequeña, sin poder ni importancia. Como si él fuera mucho más mayor que yo cuando en realidad solo me sacaba cuatro años.
Cuando le conocí, pensé que podríamos ser amigos, era una de las pocas personas que pertenecían a la realeza que se acercaba a mi edad, y la única con la que manteníamos contacto a menudo. Solía venir a cenar o comer en ocasiones, cuando no estaba ocupado. Había estado viniendo más a menudo desde que mis padres decidieron cuando sería mi coronación. Él, por supuesto, no lo sabía, pero supongo que mis padres intentaban que nos comenzáramos a llevar mejor, o que por lo menos pudiéramos mantener una conversación como iguales, algo con lo que yo no tenía ningún problema. Él, claramente, sí.
—Tengo la esperanza de que sea tranquila, aunque sea muy pequeña —le dije escondiendo una sonrisa.
—Alteza, los dos sabemos que realmente adora el drama.
—Blaise, déjala en paz, suficiente tiene con soportar al rey Lorcan. —Fue Aidan quien le cortó antes de que yo pudiera contestar nada.
—Bueno, creo que os voy a dejar, mis padres deben de estar esperándome.
Entré al comedor, donde me encontré a mis padres ya sentados junto a Lorcan. Cuando me vieron llegar ambos sonrieron y me indicaron que me sentara. Lorcan, se levantó para saludarme, como hacía siempre, pero en cuanto me senté a la mesa, volvió a ignorarme, hablando con mi padre sobre los problemas que tenían ambos reinos.
Yo miré a mi madre e hice lo posible por no poner los ojos en blanco, lo que consiguió que mi madre soltara una pequeña carcajada que atrajo la mirada de Lorcan y mi padre por un par de segundos antes de que volvieran a su conversación. Mi madre conocía mi opinión sobre el rey Lorcan, se lo conté después de una de las tantas visitas que nos había hecho, creo que yo tenía quince años en ese entonces, y aunque habían pasado seis años desde entonces, ella sabía que mi opinión no había cambiado, y que era muy poco probable que lo hiciera.
El primer recuerdo que tengo de Lorcan es de cuando tenía doce años y el dieciséis. Yo le vi por primera vez ese día, pero él a mí ni me notó, cosa que era de esperar, era su coronación y su padre había fallecido pocos días antes, no creo que notara nada más allá del peso de la corona. Pero yo no pude evitar fijarme en él. Sus ojos azules, aún tristes, brillaban. Su pelo era moreno, casi negro y o tenía bastante corto, pero aun así se podían apreciar unas pequeñas ondas intentando formarse. Lo último que noté de él fue que no era tan delgado como los niños del pueblo o el propio Aegan, tenía una espalda ancha y se notaba tensa, demasiado tensa.
Volví a coincidir con él cuando yo tenía trece y él todavía no había cumplido los diecisiete, fue un mes antes de su cumpleaños, recuerdo la fecha porque eran los festejos aquí, en Carran. Todo el mundo venía siempre a disfrutar de los festejos en la capital, para los pueblos de alrededor era el momento perfecto para hacer negocios y poder disfrutar de la música y los bailes. Él estaba serio, como siempre. Los dos guardias que le acompañaban, en aquel entonces todavía no eran Blaise y Aidan, estaban a su lado igual de serios que él, mientras algunos niños bailaban a su alrededor. Era gracioso verlo, porque de vez en cuando los niños chocaban contra él y se disculpaban asustados al darse cuenta de con quien habían chocado. Lorcan, les pedía educadamente que evitaran volver a chocarse con él, mientras ambos guardias amenazaban a los niños con la mirada. Fue entonces cuando me vio por primera vez y me sonrió. Creo que es de los pocos recuerdos que tenía de él sonriendo.
Editado: 22.08.2023