-Estoy en el cielo? - pregunte al abrir los ojos y encontrarme a Eric sujetándome la mano y durmiendo con la cabeza apoyada en la cama y el cuerpo en el sillón.
Mi padre al otro lado de la cama y mi nana echa un mar de lágrimas.
-Cariño - se acercó mi padre - no, estas en tu casa viva - miro esta vez a mi nana.
-Estoy viendo fantasmas? Tu no estabas muerto?
-No, ella te dijo eso para hacerte sentir culpable.
-Pero como me puedes decir eso? - alcé la voz y desperté a Eric.
-Cariño, cariño, estas despierta. Gracias a Dios.
-Donde está Cayetana? - Le pregunté a Eric
-Supongo que en sus tierras, desde que se marchó no volví a saber de ella.
-Entonces eso también fue una mentira tuya?
Le pregunté a esa señora que me había criado a mi y en sus manos estaba dejando ahora a mis hijos. Asintió mientras se limpiaba las lágrimas
-Fuera, desaparece de mi vista, ahora. Como me has podido mentir de esta manera, me has criado tu por Dios.
-Hija, déjalo pasar, tu estas bien así que olvídalo.
-Papá, casi muero por sus engaños.
-Lo importante es que estés bien hija mía. Descansa ahora, yo necesito hablar con Eric.
Salieron los dos y yo me puse en pie. En silencio me acerqué a la puerta entreabierta para escuchar lo que estaban hablando.
-A mi hija hay que cuidarla ahora, no reprocharle nada. Esta débil y no quiero que vuelva a hacer algo de esto.
-No te preocupes, ya habrá tiempo de arreglar nuestros problemas.
-Muy bien pero nadie debe saber esto o la tomarán por loca, o peor.
-No solo es tu hija, también es mi mujer y yo nunca la dejaría desprotegida. Nunca me imaginé que haría algo así. Nunca
-Vuelve con ella Eric, yo luego vendré.
Cuando mi padre se fue, Eric pasó varias veces las manos por su cabeza. Ese gesto lo hacía cuando estaba nervioso. Me senté en el sillón a esperar que el fuera a entrar
-No volveré a hacer esto
-Lo se - dijo mientras se sentaba en el sillón de al lado.
-Eric, la carta en la cual me decías lo del bautizo no la recibí. Se la quedó tu hermana mintiendo al mensajero.
-Por qué?
-Por qué no la dejas casarse.
-No, por que hiciste esto?
-Cuando llegué, el primero que me rechazo fuiste tu, luego tu madre y casi todo el mundo. Me dijo que Katrina había sido mejor que yo, que por lo menos a su lado tu sonreías. Luego mi nana me dijo todo lo demás.
-No pensaste en esperar a que volviera?
-Pensaba que te quedarías con Katrina o vendrás para estar con ella aquí. Durante meses nadie me hablaba, no pensé que tu quisieras hacerlo.
-Judith, por que dudas tanto de mí? Te lo he dicho y te lo volveré a decir mil veces más, desde que nos casamos nunca he estado con ninguna otra mujer.
-Perdóname.
-No es tan fácil joder. Nos abandonas y vuelves cuando yo me tengo que ir. Unos meses después recibo una carta en la cual me informan de que mi mujer está envenenada y así, rezando al lado de tu cama llevo una semana.
-No fue solo culpa mía.
-Me da igual que sea tuya o de otros. No deberías haberte ido nunca. Sabes, los meses que estuviste en la cama sin querer levantarte, estuve a tu lado, solo que tu no me querías ver. Cuando te fuiste, yo no salía de aquí, de hecho esto pasó a ser un despacho improvisado, por que así podía mirar esa maldita cama e imaginarte ahí. Vuelvo de una guerra y me encuentro esto, y me tengo que volver a arrodillar y dormir al lado de tu cama. Desde que nos hemos casado pasó más tiempo de rodillas al lado de tu cama que en ella y sabes Judith, yo también tengo mis límites.
-Por qué nunca me dijiste esto?
-Que rezo más tiempo por mi mujer que el tiempo que estoy con ella? Es que eres tan tonta que no lo vez?