Nunca había usado un uniforme escolar. Riley estudió siempre en escuela pública y jamás pasó por su cabeza que un día terminaría con un traje de escuela católica privada y exclusiva. Se miró al espejo antes de salir, la falda le quedaba a la altura de las rodillas, la blusa estaba blanca e impecable, llevaba una corbata, el saco con el escudo de la escuela y zapatos negros que brillaban de lo bien lustrados que estaban. La chica se hizo una coleta, según las normas de la escuela no podía llevar el cabello suelto. Una mierda eso, no entendía esa estupidez. ¿Qué necesidad había de disfrazarse de persona decente para ir a estudiar? Cabello suelto o atado daba lo mismo si al final lo que importaba era la clase. Irritada, se sacó la coleta y se hizo una trenza. Listo, a la mierda. A ir a clases de una vez.
La chica cogió su mochila, y mientras caminaba rumbo a la escuela leía el horario de clases que le habían dejado un día antes en su habitación. Ese día le tocaba historia y geografía, también pasaría a apuntarse en los talleres de gimnasia y natación. Esperaba cogerle gusto a esa escuela pronto, así al menos no sentiría ganas de irse de ese lugar. Era difícil de olvidar que vivía en un palacio arzobispal con una iglesia al lado, y que además la escuela era parte de ese complejo del que nadie podía entrar o salir.
Riley insistió en ir sola a clases, no quería tener el mote de ser la protegida de Cassian, aunque de seguro todos se enterarían tarde o temprano. Mientras se acercaba a la escuela, veía que lo alumnos salían de la zona de habitaciones del internado. Como también había recibido un mapa de la escuela, caminaba con este de camino a la zona de casilleros. Sacó la llave que le dieron, ahí guardó el resto de libros para las clases de ese día y solo se quedó con el de historia.
Estaba tan distraída que apenas notó que alguien se acercaba a ella. No prestó atención, pero ese alguien se quedó a su lado sin dejar de mirarla. Se sintió incómoda por esa mirada tan intensa que acabó girándose a preguntar qué rayos le veía. Casi lo grita, y se dio con la sorpresa de que ese alguien no era desconocido. Max tenía apoyada una mano en el casillero y ahí se había quedado mientras la miraba fijamente con una sonrisa. De esas que siempre la derretían. Vestía uniforme escolar también, y no pudo evitar pensar en lo guapo que lucía así. Formal, en camisa, pantalón y saco. No solo se veía guapo, estaba buenísimo.
—Hola, querida —le dijo él suavemente—. ¿Por qué tan seria? Nadie va a comerte, excepto por mí, claro.
—¿Qué haces aquí? —preguntó en un tono muy rudo, no quiso sonar tan hostil cuando hace unos segundos se le estaba cayendo la baba.
—¿Así me tratas después de tanta dedicación? —dijo él fingiendo indignación—. Un "buenos días" siquiera, algo de educación nada más te pido.
—Hola, Max. Ahora sí, ¿qué haces en la escuela?
—¿Para qué es una escuela? Estudiar, obviamente. No eres la única con deseos de superación, ¿sabes?
—¿Estudias? —preguntó sorprendida. Siempre creyó que su estancia en la antigua escuela de Denver solo fue por vigilar a Jesse, pero ahora le salía con otra historia.
—Pues si, pasé un siglo durmiendo y me perdí mucha historia, avances de la ciencia y más. No quiero andar por la vida como un tonto ignorante, Riley. Así que acá ando, estudiando un poco en el pabellón de los vampiros.
—¿Qué? ¿Cómo que pabellón de vampiros? ¿Es en serio? —sabía que Howard era un vampiro, pero pensó que quizá era uno de pocos, una especie de excepción.
—Si, hay clases para vampiros jóvenes y otros como yo que dormimos. Antes de salir de aquí estuve en clases aprendiendo lo básico de tecnología y actualidad, también sobre el idioma. No es lo mismo hablar hace cien años que ahora, ¿sabes? Me imagino que si, eres muy lista.
—Suena interesante lo que me cuentas, ¿y recién se te ocurre volver a estudiar ahora cuando yo empiezo clases?
—Ajá, me pillaste —contestó él sonriendo de lado—. Es que verte toda linda con falda caminando por los pasillos me motiva bastante. ¿Te vas a meter a clases de natación? No sabes las ganas que tengo de verte en ropa de baño.
—Bien, ya entendí —lo cortó rápido, no quería que empiece con sus tonterías de antes otra vez—. Creo que ya tengo que ir a clases. ¿Has visto a Howard y Jazmín? ¿Él estudia contigo?
—Algunos cursos, ya está apto para convivir con humanos y brujas.
—¿Y Jazmín?
—Quizá si te la cruces, ella también anda de asilada en la escuela, así que las dos se la van a llevar de maravilla haciéndose las víctimas por estudiar en una escuela super exclusiva con todas las comodidades, inocentes ustedes —se burló Max.
—Idiota —contestó ella dándole un débil manotazo. Ahora que lo pensaba, no había tenido oportunidad de hablar con Jazmín acerca de su situación. Por lo que decía Max, la bruja también estaba en la escuela porque no le quedaba de otra. Como asilada, al igual que ella.
—Pero así me quieres —se quedó unos segundos sin respirar cuando Max se acercó un poco más a ella. Los alumnos seguían andando por los pasillos y estaba segura que miraban como la nueva y Max estaban demasiado juntos. Intentó apartarse, pero él solo se acercó más, hasta la cogió de la cintura.
—Max, basta...—dijo despacio—. No en la escuela.
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Editado: 16.02.2021