Estaba todo planeado, el lugar bien iluminado, todo decorado de un rojo ardiente deslumbrante, lleno de brillo y glamour, tal y como la “princesa” lo había deseado, todo había sido por ella y para ella, aunque la protagonista de la noche nunca se dignó a aparecer. Kasch Baumann no era un hombre de juegos, y mucho menos un hombre al que le gustará esperar, el evitaba toda pérdida de tiempo, porque este valía oro, así que cuando notó que la mujer con la que se iba comprometer no llegó se puso furioso, al borde de que fácilmente podría mataría a alguien, lo peor de todo era que tenía a media sociedad cambia formas en aquel lugar, cuchicheando con descaro frente a él sobre la humillación por la que estaba pasando, su orgullo estaba por los suelos y en esos momentos era pisoteado por cada uno de los invitados.
— Rey... — Dijo uno de los empleados, que lleno de temor se acercó a Kasch para entregarle un trozo de papel el cual contenía una carta de despedida, una muy cruel y cínica, él la tomó con poco interés y con la rabia saliendo por cada poro de su acaramelada piel, esperaba que fueran disculpas, ya que estaba siendo el hazme reír de medio mundo.
“Eres tan frío, seco y cruel, que siempre te odie, eres un ser tan calculador que das asco, es un alivio que no me case contigo, pero sabes, no me arrepiento, ya que todo valió la pena, conocí a Raban gracias a ti, es a él a quien amó, así que déjanos en paz y búscate a alguien que sea capaz de casarse contigo a pesar del monstruo que eres”
Kasch solo apretó los dientes de la rabia que sentía, esa mujer era una tonta, él no la amaba, ella no era su pareja destinada y su escape no le dolía en lo más mínimo, pero la humillación esa si no la perdonaba y menos que viniera de quien se proclamó su amigo, su ayudante, quien lo había convencido de casarse, pues eso era lo que quería, dejarlo en vergüenzas cuando frente a todos, su prometida se escapara con su amante, bien decía el dicho, cría cuervos y te sacarán los ojos. Aquella hoja de papel termino hecho polvo entre el puño del pelinegro, todos al ver la escena no dudaron en salir huyendo, pues, al final Kasch era bien conocido por su mal temperamento.
Solo, sin nadie que se riera de él, lanzó al piso todo lo que en aquel lugar se encontraba, su ego de león estaba herido, se sentía utilizado, no por ella, era por él, porque era como su hermano, y se había atrevido a traicionarlo, que no se cruzara en su camino, porque la peligrosidad que poseía era tan grande como la belleza que se cargaba y todos decían que era algo de otro mundo.
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Kasch Baumann, el rey de los leones, calculador, frio y cruel, una belleza sin lugar a duda, su cabello, negro, su piel acaramelada, sus ojos grisáceos y su perfil de dios griego, él era una tentación, él era poder, él era uno de los pilares del mundo sobre natural, y se habían atrevido a desafiarlo. Nadie nunca más se atreverá a engañarlo, porque él ya no confía en nadie, el solo será el rey que llevará a su raza al punto más alto, él solo desea ser el rey más fuerte, él no necesita una reina, siempre lo supo, pero, ahora él no necesitará a nadie, o bueno al menos eso es lo que él creyó por mucho tiempo... Hasta ese día.
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Editado: 03.12.2023